Salgo a caminar aprovechando la hermosa tarde. Me gusta caminar sereno: aquieta mi ser y puedo agradecer más hondamente.
La calidez del último sol invernal abriga con ternura y me recuerda la Presencia discreta y serena del Amor.
Melodías musicales fantásticas me acompañan. Se despierta en mí la profunda nostalgia del Ser. Todo es perfectamente claro.
Se detiene la mente y todo es perfecto: todo está donde tiene que estar y todo es como tiene que ser.
Veo gente pasar. Gente trabajando, conversando. Un papá juega con su niña pequeña. Puedo leer en su corazón: cuanta vida disfrutada y cuanto correr inútil y cuanto dolor, a menudo también inútil. Me queda perfectamente claro los que son nuestras prisas, nuestro afán, nuestra preocupaciones, nuestras peleas e incomprensiones: ilusiones. Simples e dolorosas ilusiones.
Comprendo que solo hay una realidad: la belleza infinita del Amor.
Siento la nostalgia de este Amor, que también percibo como la raíz única de mi ser y de todo lo que es.
No hay nada que buscar. Todo está bien y todo estará bien: tengo la certeza. Lo pude ver.
Nada que buscar. Nada que salvar.
Al revés: somos nosotros los eternamente buscados.
Nosotros los eternamente encontrados.
Detente: en tu búsqueda el Amor te busca. Y te encuentra.
En mi plenitud nostalgica me fijo en un pájaro nunca visto (era un churrinche: nombre científico Pyrocephalus rubinus). Nunca vi pájaro tan bello: cuello y pecho fantasticamente rojos. Me acerco y él se queda. Revolotea cada tanto y vuelve: estoy seguro para que lo pudiera contemplar. Cruzamos miradas y nos entendimos.
Cuando has visto al Amor desplegandose silenciosamente te das cuenta de cuan torpes son nuestros intentos de atraparlo moralmente o con nuestros esfuerzos: torpes y a veces necesarios intentos.
Cuando has visto al Amor, lo has visto. Y no queda nada: solo un bellísimo silencio.
Qué hermoso poder resumir una vida en 5 palabras: Solo Creo En El Amor.
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