Marcos sigue ahondando en la identidad de Jesús, ya reconocido como Cristo por Pedro en el capítulo 8.
Lo hace con una técnica interesante y provocadora: nos muestra la diferencia de actitud entre los discípulos y Jesús.
Los discípulos hablan de "los nuestros": ¿qué hacemos con alguien que utiliza el nombre de Jesús para hacer milagros y no es de "los nuestros"? ¡Hay que impedírselo!
Jesús va a la raíz del asunto, de su manera de comprender y vivir su misión: no existe "lo nuestro".
Los discípulos excluyen, Jesús incluye.
No se logra entender como en la historia de la Iglesia un mensaje tan hermoso y tan límpido se pueda haber tan malinterpretado.
Todavía hoy nos definimos con etiquetas: "soy católico", "soy evangélico", "soy budista, musulmán, ateo, etc...".
En el fondo etiquetas, nos dice Marcos transmitiendo el mensaje de Jesús.
Como siempre las distinciones que separan son mentales, nunca reales: ¿cuando lo comprenderemos?
El Amor, la Verdad y la Vida no son propiedad de nadie: no poseemos el Amor, el Amor nos posee; no tenemos la Vida, la Vida nos tiene.
La humanidad, la realidad entera es Una. Las distinciones son manifestaciones y riqueza de la Unidad, de lo Uno.
¿Cómo vivir todo esto concretamente?
- Incluyendo, siempre incluyendo. Con tolerancia y paciencia.
- Aprendiendo a ver la Unidad que todo lo sostiene y lo incluye.
- Apreciando los distintos y maravillosos matices de lo Uno en acción.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario