martes, 15 de septiembre de 2015

La abeja y la flor del romero

Hace unos días me detuve a contemplar una abeja en busca de polen en una planta de romero florecida.
La flor del romero es muy chiquita, muy delicada. Tiene un color entre el violeta y el azul. Me sorprendió la delicadeza de la abeja. Se posaba en la flor la cual de doblaba dulcemente bajo el peso de la abeja.


Pasaba de flor en flor, como es costumbre entre los insectos, siempre con la misma delicadeza. Me sorprendió como la florcita del romero no se rompía a pesar de la finura del hilo que la unía a la rama.

Pensé que así tendríamos que tratarnos las personas. Con la misma delicadeza y libertad.
Disfrutar del "polen" de las personas con las cuales nos encontramos a lo largo del día: su tiempo, sus dones, su belleza. 
Disfrutar sin querer agotar a la persona, sin cansarla y sin querer poseerla. 
Como la abeja: se nutre, agradece y deja libre.
¡Cómo nos enseña la naturaleza!
¿Estamos atentos?


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