sábado, 29 de septiembre de 2018

Marcos 9, 38-48




¡No es de los nuestros!” (9, 38): resuena fuerte la absurda indignación de los apóstoles! Y sigue todavía hoy en la iglesia jerárquica y en muchos cristianos esta postura terriblemente antievangélica: “¡No es de los nuestros!”.
¡No es de los nuestros!”, que literalmente en el texto griego sería: “porque no nos sigue a nosotros.

Es la tentación que siempre acompaña al ser humano y que Jesús reconoció lucidamente e invitó a superar. Es la tentación de etiquetar, separar, dividir. Es la tentación de creerse mejores y superiores.
Seguimos todavía hablando de “católicos y no católicos”, “creyentes y no creyentes”… y defendemos posturas ideológicas que van abiertamente en contra del mensaje central del evangelio.

Como afirma el dominico español Fray Marcos: “El mensaje del Jesús no se puede meter en conceptos. La razón necesita crear opuestos para poder explicar la realidad. Solo puede entender lo que es el frio en contraposición con lo que es el calor. Entenderá lo que es el color blanco, solo cuando tenga la idea de negro. La luz solo se puede comprender si tenemos en cuenta la oscuridad. Para poder afirmar algo como verdadero, tenemos que considerar lo opuesto como falso. En el orden espiritual las contradicciones quedan superadas en la unidad.

El mensaje de Jesús es justamente el mensaje de la Vida Una, de un Dios que es Vida plena para todos, todos, todos.
La mente fragmenta, la vida une. Salir de la esclavitud del concepto y de la razón es entonces esencial para enraizarse en la Vida Una y – desde ahí – volver a utilizar la razón para explicar y compartir la belleza del Misterio de Amor que hemos experimentado.

Jesús no es “nuestro”. El evangelio no es “nuestro”.
Jesús y el evangelio no son propiedad exclusiva de la iglesia y de los cristianos. Jesús y el evangelio son patrimonio de la humanidad.
Los discípulos pretendían monopolizar la acción salvadora y liberadora de Jesús y la iglesia a menudo sigue – consciente o inconscientemente – intentando monopolizar esta misma liberación. El evangelio es diáfano: todo el que actúa para humanizar, liberar, dignificar la vida humana está con Jesús. O, mejor dicho: es Jesús. Es Presencia viva del Amor. Y quien todavía está enredado en el egoísmo y en el afán de superioridad tampoco hay que excluirlo: también es de los nuestros. Es “nuestro”: simplemente está sufriendo, es inconsciente y no ha despertado. Nuestro amor lo puede despertar. Incluir, siempre incluir al que creemos o se cree excluido.

Jesús justamente condena con fuerza la hipocresía de escandalizar a los pequeños, a la gente sencilla (9, 42): es el escandalo de creerse superiores y detentores de la verdad, el escandalo de imponer a los demás nuestras supuestas verdades, el escandalo de separar y fragmentizar.
La imagen muy fuerte de “cortar” lo que escandaliza – mano, pie u ojo que sean – se refiere a estas actitudes de superioridad y exclusivistas. La mano simboliza el actuar, el pie el caminar y el ojo el ver: hay que cortar el actuar en contra de la unidad, el caminar obstinado en el egoísmo, el ver parcial y limitado de la propia chacrita. Cuando nos damos cuenta que estamos juzgando, imponiendo y excluyendo hay que cortar, pronto y rápido. Duele menos. Y es un corte que nos introduce en la plenitud de la vida, en el Reino de Dios, aquí y ahora.

Necesitamos la acción lucida y amante que nos regala la visión de la Unidad, de la Casa común, del Amor que a todos nos habita. ¡El mismo Amor a todos nos habita!
Estamos en el mismo barco: el barco de la misma humanidad. Nuestra esencia es común: esencia humana y divina a la vez. Nuestra identidad es compartida.
Jesús no era cristiano y Buda no era budista: eran hijos de la humanidad, espíritus enamorados de la vida, reflejos puro del Amor universal.

No existe “lo nuestro”: es una ilusión mental dictada por el miedo y el deseo de poder. No existe el “nosotros y los demás”. Existe solo el “nosotros”: incluyendo la creación entera.
Jesús lo había visto, como todos los grandes espíritus de la humanidad. Jesús lo había visto e hizo de esta tremenda visión el eje de su mensaje.

En este sentido es brillante e iluminadora la sabiduría budista.
Así se expresan los cuatro votos budistas:
Los seres vivientes son innumerables
Es mi deseo liberarlos a todos.
Los pensamientos y sentimientos ilusorios son ilimitados
Es mi deseo liberarme de todos.
Las puertas de acceso a la verdad son incontables
Es mi deseo pasarlas todas.
El camino del despertar no tiene igual
Es mi deseo alcanzarlo.

Universalidad, unidad, liberación, radicalidad.

Buen camino desde la Vida que somos.



miércoles, 26 de septiembre de 2018

¿Trompeta o flauta?





Nuestro blog – como bien saben – se titula “El agujero en la flauta” en honor a una expresión del místico sufí Hafiz, que decía: “Soy un agujero en una flauta por el que se mueve el aliento de Cristo. Escucha esta música.
Hace poco días encontré una expresión parecida en Hildegarda de Bingen: “El hombre sólo puede cantar los misterios. Es una trompeta que no produce por sí misma los sonidos hasta que alguien la llene de aire.

Hafiz de Shiraz (1325-1389) fue un poeta y místico musulmán, según algunos el más grandes de los poetas sufí, junto con Rumi (1207-1273). Hafiz – su nombre mismo significa eso – sabía el Corán de memoria, pero esto no le impidió estar abierto al Amor y enamorarse de Cristo. Cantar al Amor es la tarea fundamental de los poetas y místicos persas.
Encontramos un hermoso paralelo con Hildegarda (1098 – 1179) que vivió dos siglos antes en Alemania y que era una monja cristiana católica.
Hafiz e Hildegarda se diferencian en muchos aspectos: uno es varón, persa, musulmán y del siglo XIV. La otra es mujer, alemana, cristiana y del siglo XII.
Los dos usan una imagen muy parecida – un instrumento musical – para expresar una de las claves de la experiencia espiritual.
Hildergarda se sirve de una trompeta y Hafiz de un flauta.
Los dos hacen hincapié en lo mismo: el instrumento es un simple instrumento. Tiene que dejar fluir el aire para ofrecer su música y su melodía.
Los dos son instrumentos a viento y utilizan el maravilloso símbolo del aire/aliento que bien se asocia al Espíritu.

También – según las inclinaciones musicales personales – se pueden utilizar otros instrumentos: de viento, de cuerda, de percusión. Lo importante es comprender la gratuidad del instrumento que se deja tocar.

Trompeta y flauta necesitan de un espacio vacío por el cual el aire va formando las notas.
Así es en la vida. Así es el camino espiritual.
Descubrir nuestro propio vacío, aceptarlo, amarlo y dejar que el Amor lo llene y utilice.
Sin vacío no hay música, sin vacío no fluye el Amor.

¿Trompeta o flauta?
No importa en el fondo. Lo importante es entregarse al Amor.
¿Trompeta o flauta?
No importa. Lo importante es la música divina que siempre acontece en un corazón vacío y enamorado.
¿Trompeta o flauta?

No importa. Importa cantar los misterios.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Marcos 9, 30-37




Marcos nos presenta hoy el fuerte contraste entre la mentalidad y la visión de Jesús y las de los discípulos. Jesús habla de dolor y vida entregada y los discípulos de ambición y honores.

La pregunta que Marcos pone en boca de Jesús es cortante y recuerda el famoso texto de la carta a los hebreos: “la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4, 12).
Es la pregunta que el evangelio nos hace a nosotros hoy: “¿De qué hablaban en el camino?” (9, 33).

¿De qué hablamos los cristianos? ¿De que habla la iglesia?

Tengo dos impresiones: hablamos demasiado y hablamos con frecuencia de temas superficiales y secundarios.
Las dos cosas, obviamente, están relacionadas: al hablar mucho y al carecer de interioridad nos perdemos en banalidades. A falta de silencio, sobran las palabras inútiles.
Toda esta verborragia nos hace perder el centro y el contacto con la realidad. La discusiones internas de la iglesia giran entorno a temas muy lejanos de la existencia concreta de la gente, de sus búsquedas e intereses.
Volver al silencio y a la sobriedad de la palabra es entonces la clave para centrarse una y otra vez en el corazón humano. Jesús hablaba poco; María menos… “por algo será”, en una expresión popular.

Marcos nos muestras unos discípulos con miedo y avergonzados de sus discusiones en abierta contradicción con la postura del Maestro. Jesús habla de servicio y ellos de ser importantes.

¿Quién es importante? ¿A quien consideramos importantes hoy?

Para nosotros, importante es el hombre de prestigio, seguro de sí mismo, que ha alcanzado el éxito en algún campo de la vida, que ha logrado sobresalir sobre los demás y ser aplaudido por las gentes. Esas personas cuyo rostro podemos ver constantemente en la televisión: líderes políticos, premios Nobel, cantantes de moda, deportistas excepcionales…¿Quién puede ser más importante que ellos?” (J.A. Pagola).

El criterio evangélico va por otro lado. Bien lo sabemos. Lo sabemos los cristianos de todos los colores y bien lo sabe la iglesia católica.
Pero cuesta. Nos cuesta a todos: la atracción del poder y los privilegios tiene un efecto casi mágico y adictivo.
Seguimos otorgando títulos y distinciones, privilegiando el poder económico y las apariencias, alabando a unos y marginando a otros.

El aviso claro de Jesús nos puede despertar: “El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos” (9, 35).
El gran escritor ruso León Tolstói (1828-1910) a los 82 años se fugó de su casa escapando de la comodidad, los títulos y las apariencias, para morir pobre en una estación de trenes. Para ser fiel a su conciencia, al evangelio y a sus maravillosos libros.
Estamos a tiempo. Casi siempre hay tiempo, para quien logra atrapar el instante presente y hundirse, enamorado, en él.

¿Quién es más importante?
El que sirve, el que se entrega. Anónimo, desconocido. Miles y miles de cristianos y no cristianos, gente común y sencilla, sin títulos ni ambiciones, sin mucho dinero ni poder. Estos son los importantes para el evangelio: ¡vaya paradoja!
Quiero cantar al anonimato y dar gracias a los miles, anónimos y amantes, anónimos y entregados. ¡Gracias! Conozco a centenares. Estos cambian el mundo. El anonimato entregado es el verdadero motor del mundo. El anonimato es humilde y silencioso, atento y flexible. Sabe ponerse de lado al momento oportuno. Ama la oscuridad y la ilumina. El anonimato evangélico tiene el único nombre digno de ser dicho y alabado: amor.
Quiero vivir anónimo, aunque de vez en cuando, la luz te llama por un momento a cantar. Aunque es necesario a veces que el silencio se haga poesía.

Quiero ensalzar a este bendito anonimato.
Es el anonimato del niño que Jesús llama y pone en el medio de sus ambiciosos discípulos (9, 36-37).
Este niño anónimo que Jesús abrazó con ternura quedó como el modelo para los seguidores del Maestro de todos los tiempos. Un niño anónimo que se sintió amado y pudo construir su vida a partir de ese Amor y de ese abrazo.

Esta importante referencia a la niñez nos invita a reflexionar sobre una de las claves de nuestra sociedad: la educación.
¿Estamos educando para el éxito, la fama, el dinero, la apariencia, la competitividad?
¿O estamos educando para el amor, la belleza, la solidaridad, la fraternidad?

La educación, que a menudo está arriba de las mesas de los grandes, necesita una profunda revisión. El enfoque puesto en la información tiene que ceder su primacía a la vida. Tenemos excelente universitarios y profesionales que no son capaces de saludar o de lavar un plato.

Formar para la vida es lo esencial, la información sigue a la vida. Formar para creer en el amor, para servir, para aprender a respetar a todo ser viviente. Formar para descubrir la belleza que late en toda forma de vida, formar para cuidar una flor y sonreír a un anciano. Formar para barrer un patio y acompañar al dolor, formar para superar un conflicto y descubrir nuestra propia paz.
Esto, a mi modo de ver, es lo esencial en la educación.

Y desde ahí, el anonimato que tanto nos asusta, se reviste de color y de luz, derrochando por doquier el único Nombre que no se puede nombrar: el amor silencioso.
Amor sin nombre en cuyo regazo todos los nombres confluyen y en cuyo silencio todas las palabras descansan.






jueves, 20 de septiembre de 2018

Luminosa Ausencia



Cuando en la perenne selva,
oscura la Presencia se disuelve
necesitaré más y más silencio
para beber de la inagotable fuente
de tu luminosa Ausencia.

Y cuando el cansancio de los rostros
asomará en la húmeda ventana
surgirá terrible la pregunta nunca hecha:
¿La Ausencia de un dios conoce el humano sufrir?

Quebrará entonces tu sonrisa hecha luz,
la corteza tenaz y tosca que esconde la vida,
- ¡chorro infinito y cristalino! -
y estallará la paz que desde siempre

va nombrando los dioses y las cosas.

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