"¿No es hora acaso de convertir tu corazón en un templo de fuego?"
Rumi
¿Cómo se convierte un corazón en un templo de fuego?
O, dicho de otra manera, ¿cómo nos convertimos en amor ardiente?
En realidad, lo que nos puede parecer una hazaña para pocos elegidos, es lo que somos.
Somos amor y somos fuego; porque somos puro don, vida divina en un viaje humano.
Descubrirlo y vivirse desde ahí tiene que ser nuestro incesante esfuerzo y nuestra búsqueda. Una búsqueda ya acabada al comenzarla pero igualmente necesaria.
No se convierte un corazón en templo de fuego a través de las prácticas de las virtudes o de esfuerzos morales: esto sólo nos conduce a una tensión continua, al fracaso y la decepción y, en caso de lograr algo, a un terrible orgullo.
Porque todo esto nos distrae de lo único esencial y lo único existente: la gratuitad.
Descubierta nuestra identidad de fuego nuestra vida exterior y concreta se amoldará con fluidez - a veces con esfuerzo y dolor también - a lo que somos.
Templo de fuego no significa hacer cosas grandes y extraordinarias. Un templo de fuego no las necesita.
Es más simple (y más peligroso) hacer milagros que barrer el patio con todo tu ser.
Por eso convertir el corazón en un templo de fuego es salir de la mediocridad: como dice la palabra, salir de "vivir las cosas a medias" para vivir cada cosa con totalidad.
Por eso convertir el corazón en un templo de fuego es salir de la mediocridad: como dice la palabra, salir de "vivir las cosas a medias" para vivir cada cosa con totalidad.
Templo de fuego es vivir cada instante, por insignificante que parezca, con totalidad y desapego: estar completamente en lo que se está haciendo y el instante después dejarlo ir.
¿No es hora acaso?
Templo de fuego es vivir aquí y ahora.
Ahora mismo, tu que lees, eres templo de fuego.
No pierdas tiempo; el tiempo es ilusión.
Ahora es el momento, porque solo el Ahora Es.
El Ahora es Templo de fuego: metete en él.
El Ahora es Templo de fuego: metete en él.
Abre tus ojos, date cuenta, agradeces y vives a partir de Eso.
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