"¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno": interesantísima la afirmación de Jesús al hombre rico.
Jesús sabe que nuestra verdadera identidad radica en Dios y que la bondad, el amor y todas las virtudes no son propiedad de nadie, ni constituyen un simple logro de nuestros esfuerzos. Jesús nos invita a mirar más allá de nuestro yo personal (ego) para darnos cuenta de que la bondad es lo que somos: es nuestra identidad. Identidad de la cual participamos gratuitamente y que podemos dejar fluir. Darnos cuenta que sólo Dios es bueno es salir de la prisión del ego, para darnos cuenta que Dios mismo constituye nuestra identidad.
Muchas veces el apego impide este reconocimiento, como le pasa al hombre del evangelio: "se fue porque tenía muchos bienes". El apego nace del miedo del yo a perderse, a morir: ponemos nuestra identidad en cosas, personas, afectos y nos identificamos a tal punto que perdemos de vista lo que somos realmente. Aprender a soltar es aprender a reconocerse en Dios, que solo es bueno.
Soltando y viviendo desde nuestra raíz, desde el Amor que somos, el seguimiento concreto de Jesús se convierte en una aventura maravillosa y rica de sorpresas, donde la abundancia del Amor se refleja constantemente.
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