sábado, 20 de marzo de 2021

Juan 12, 20-32

 


 

Unos griegos suben a Jerusalén para la fiesta y quieren ver a Jesús. Son extranjeros – “gentiles” en la terminología judía – pero se sienten atraídos por la figura de Jesús. Quieren verle, quieren conocerle personalmente.

Detrás de todo esto se esconde el gran tema de la búsqueda.

Todo camino espiritual empieza por una búsqueda. Esta búsqueda responde al anhelo de infinito y de eternidad que nos constituye. Somos este anhelo, disfrazado de humanidad. Este anhelo – “la sed” de San Juan de la Cruz – es tal vez la “prueba” más poderosa y subjetiva de “la existencia de Dios”, por decirlo de alguna manera.

Como nuestra “sed” atestigua que hay agua en algunas partes, el “anhelo” de infinito es una huella del mismo Infinito.

Esta anhelo puede tomar varias formas, dependiendo de cada persona y su contexto cultural y religioso. Este anhelo de infinito y de plenitud, se puede manifestar como un deseo de eternidad, de belleza, de amor, de unidad, de paz, de comunión, de fraternidad, de justicia, de armonía.

Es el mismo anhelo de Dios que toma formas y colores distintos.

Cuando el anhelo se manifiesta empieza la búsqueda. Una búsqueda que nos llevará por caminos tortuosos e insospechados. En muchos casos esta búsqueda se topará con personas que ya encontraron y se convirtieron en instrumentos de luz.

Es el caso de hoy. Es el caso del maestro de Nazaret.

Todos lo buscan porque en él encuentran el fin de la búsqueda y la paz radical.

Es la raíz de la atracción irresistible que ejercen las personas “iluminadas”.

De cierta forma la búsqueda compulsiva tiene que terminar. Terminará cuando caeremos en la cuenta de que “somos lo que buscamos”, como afirman todas las tradiciones místicas de la humanidad. Lo que buscamos no está “afuera”, es nuestra esencia.

Cuando termina esta búsqueda seguirá el deseo de crecimiento y el anhelo de unidad, pero ya desde una paz profunda y no desde necesidades psíquicas de seguridad y de amor.

 

A la búsqueda de los griegos, Jesús responde con uno de los versículos más conocido de todo el evangelio: “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (12, 24).

Jesús no nos da una receta moral, sino explica una ley universal.

Es la ley fundamental de la existencia.

Intentamos penetrar su profundo significado.

La muerte es parte de la dinamica de la Vida. La Vida Una se manifiesta en la vida y en la muerte. Hasta que no logremos captar este Misterio se nos hará dificil entender la metafora de Jesús.

Lo que – desde nuestro plan existencial – etiquetamos como “vida” y como “muerte” en realidad son las dos caras de la misma y única moneda: La Vida. La Vida Una, el Misterio divino.

La Vida Una eligió revelarse, expresarse y manifestarse a través de nacimiento y muerte.

La muerte entonces, es un momento del revelarse de la divinidad.

Podemos entender así más cabalmente, la Pascua de Jesús.

La fisica cuantica – desde su visión cientifica – lo explica hablando de la energía y de la luz. La energía ni nace ni muere, sino que se transforma generando siempre nuevas formas de vida.

¿Qué significa entonces “morir”?

¿Qué expresa la metafora del grano de trigo?

 

“Morir” significa entrar conscientemente en la dinamica de la Vida Una. Significa comprender y aceptar esta dinamica, esta ley universal.

“Morir” como el grano de trigo no significa entonces renunciar a nuestra esencia, a lo que somos. Esto, por otra parte, es imposible. Nuestra esencia es eterna porque está conectada indefectiblemente con el Misterio divino.

“Morir” como el grano de trigo significa vivir desde la ley universal del amor. Significa desplazar el “ego” – el falso sentido de identidad – que solo quiere afirmarse y apropiarse de la vida.

“Morir” así, entonces, es la única y verdadera forma de vivir.

Por eso que todos los caminos místicos nos invitan a “morir antes de morir”.

El silenciamiento mental es fundamental para descubrir y conectar con esta ley de vida. No por nada el grano de trigo “muere” en el silencio y la oscuridad de la tierra.

Cuando la mente calla, el ego vuelve a su lugar y aparece la Vida Una.

La Vida Una que fluye por tus venas, la Vida Una que a través de ti se expresa, revela y manifiesta.

La Vida Una que no nace, ni muere. La Vida Una que eres tú.

 

 

 

 

 

 

 

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