Este maravilloso relato de la Anunciación – extraordinariamente simbólico y metafórico – nos quiere abrir a una comprensión profunda del actuar del Espíritu en el mundo.
Lo que se afirma de María, se afirma de ti y de mí y se afirma del Universo entero.
María, muchacha humilde de Nazaret, es también mucho más que María.
María es el icono de la acción poderosa del Espíritu en el mundo.
María es símbolo de total apertura, entrega, disponibilidad y transparencia.
Lo que el Espíritu hizo en María, lo quiere hacer en ti… ¡si te abres!
“¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”: ¡alégrate tú! La alegría es tu herencia, tu camino y tu destino. Dios te creó con inmensa alegría y se alegra por ti. ¡Tú eres la alegría de Dios!
“¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”: ¡alégrate tú! Eres lleno de gracia. Eres lleno de la Presencia de Dios. Eres manifestación de la luz de Dios en este mundo. La gracia te habita, te sostiene. Eres un don para ti mismo y estás llamado a ser don para el mundo.
“¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”: ¡alégrate tú! El Señor está contigo. El Señor está contigo, siempre y en el cualquier lugar. No hay momento ni lugar, donde Dios no esté contigo. El Espíritu te mantiene en el ser a cada instante, el Espíritu te respira desde dentro, el Espíritu es la raíz de tu eterna alma. Respira y siente la gratuidad de la existencia.
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios”: el Espíritu desciende continuamente también sobre ti y sobre nuestro mundo. Es el Espíritu que mantiene toda vida, todo aliento. Es el Espíritu que nos cubre con su sombra, como cubría al pueblo de Israel en el éxodo: “El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino” (Ex 13, 21).
Es el Espíritu que nos protege y que nos fecunda. Es el Espíritu que quiere engendrar en ti la vida divina, como lo hizo en María. Es el Espíritu que te constituye, en plenitud, hijo de Dios. Todos estamos llamados a esta sublime y excelsa vocación: engendrar vida divina. Como afirma el místico alemán Angelus Silesius: “Si Jesús naciera mil veces en Belén, pero no nace en tu corazón, de nada te serviría.”
Vivir como María es vivir abiertos al Espíritu.
Vivir como María es vivir alegres y confiados.
Vivir como María es generar espacios de divinidad en nuestro entorno.
Vivir como María es recibir cada mañana el anuncio: ¡El Señor está contigo!
Vivir como María es aprender a ser transparentes a la luz.
Vivamos como María y que María, nos viva.
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