sábado, 26 de abril de 2025

Juan 20, 19-31


 


Jesús “sopló sobre ellos y añadió: Reciban al Espíritu Santo” (20, 22). En otra traducción encontramos: “exhaló su aliento sobre ellos”.

El evangelista Juan, sin duda, quiere llevarnos al Génesis: “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gen 2, 7).

 

La conexión entre resurrección y creación es más que evidente, como es evidente la conexión entre “aliento” y “Espíritu”.

 

Tenemos acá una veta hermosa y extraordinaria para nuestro caminar y para crecer en comprensión y en amor… una veta que se nos abre solo desde el silencio y la contemplación.

 

Dos alientos unen creación y resurrección: dos alientos, un único aliento. Dos alientos, el mismo Espíritu.

 

El soplo creador de Dios que da vida es el mismo soplo del resucitado: el circulo se cierra.

Todo tiene sentido y una armonía invisible teje los hilos de la historia y el movimiento universal.

 

El soplo del resucitado, viene a confirmar el soplo de la creación. El soplo de la creación, incluye el soplo del resucitado.

 

El mundo vive porque Dios sigue soplando e insuflando el Espíritu.

Yo vivo por este mismo soplo y vos también.

El mismo y único soplo, nos enraíza en la Vida Una.

El único soplo eterno de la creación entra en el tiempo, crea el tiempo y se concentra y resume en el soplo de Jesús.

 

Como dice el sufismo: “Dios es el Aliento, de todos los alientos”.

 

Eres respirado, instante tras instante. Dios te respira y tu respiras a Dios: es el juego de la vida y del existir. Por eso que, en todas las tradiciones espirituales, la respiración consciente tiene tanta importancia. Actualmente también la ciencia y la medicina insisten en el poder sanador y regenerador de la respiración: tenemos que re-aprender a respirar, fisiológica y espiritualmente.

 

La respiración es el mágico puente entre el mundo material y espiritual: es tangible e intangible. Es pura gratuidad, pura belleza. Nos baja a tierra y nos eleva. Nos calma y nos apasiona. Respirar es vivir, porque no solo inhalamos oxígeno, sino vida divina.

 

Me siento respirado, mi Cristo Viviente.

Tu soplo me renueva a cada instante,

me crea y me recrea.

 

Tu soplo es humilde y sereno,

fuerte y creativo,

y es mi hogar.

 

Sopla, ¡Oh Cristo victorioso!

Sopla sobre el dolor humano,

y la tierra doliente.

 

Tu soplo nos regale ojos nuevos,

ojos de Pascua,

ojos vivos y enamorados.

 

Tu soplo es mi alegría plena,

no quiero otra.

Tu soplo lo llena todo y basta.

 

Vivo en tu eterno soplo,

Amo y soy amado,

Vida de mi vida.

 

 

 

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