lunes, 4 de mayo de 2020

Una lectura de la crisis: recuperar lo femenino




Estoy descubriendo que una de las cosas más importantes que podemos aprender de esta pandemia y el confinamiento es el rol de lo femenino en nuestras vidas y nuestra sociedad.
El mundo occidental tiene larga historia machista, así como las religiones.
Hemos perdido el lado femenino de la vida, de la historia, de la conciencia y el rol de segundo plano de las mujeres es un doloroso reflejo de este olvido.
Hablar de masculino y femenino va mucho más allá de la dialéctica – a menudo superficial y violenta – “varones vs mujeres”: son dos dimensiones de la realidad que están presentes en todo, en mayor o menor proporción.
Para quedarnos con lo clásico y muy actual tema: en cada varón hay una dimensión femenina y en cada mujer hay una dimensión masculina. El mundo científico está también de acuerdo y no descubrí el agua caliente.
El problema se da cuando estas dimensiones no son reconocidas o, peor, rechazadas.

La cuarentena – entre otras cosas – nos está haciendo recuperar y reconocer el aspecto femenino.
Lo masculino y lo femenino son una de las polaridades de la vida – como noche y día, frío y calor, amor y odio, bello y feo – y su tensión dinámica es esencial para el “correcto funcionamiento” de la existencia. Correcto funcionamiento que se manifiesta como armonía, paz y alegría.
Subrayo unos aspectos de este tiempo tan particular que está equilibrando esta tensión, haciéndonos recuperar lo femenino.
Obviamente estos aspectos son propuestas y posibilidades que la vida nos ofrece para comprender y crecer. Habrá que saber aferrar lucidamente esta ocasión para crecer… no crecemos en piloto automático.
Tampoco debemos absolutizar estas dimensiones sino tomarlas con sabiduría y sabiendo matizar. Nada en la vida viene puro, sino siempre matizado.
Una última aclaración: no estoy hablando de “mejor” y “peor”. Debemos salir definitivamente de estos inútiles enfrentamientos. Estoy hablando e invitando a una fecunda integración. Solo la integración nos llevará a la plenitud de la vida.

1) Del “hacer” al “ser”, del dar al recibir.
La actividad, el “hacer” tan característico de lo masculino, pasó en segundo plano.
Tuvimos que centrarnos en el ser y una de la características centrales del ser: la receptividad.
Lo femenino es más receptivo, abierto, disponible.
Esta cuarentena nos confinó en cuatro paredes y nos obligó a estar más atentos, más receptivos hacia nosotros mismos y hacia los demás. Afinó nuestra capacidad de recibir. En una sociedad y un cristianismo tal volcados hacia fuera y en el dar, esta crisis nos está haciendo recuperar lo esencial del recibir. El recibir es tan esencial como el dar y solo una armonía dinámica entre los dos nos permite gozar de una vida plena.
¿Podemos ser más conscientes del recibir?

2) Del hablar al escuchar
La cuarentena nos obligó a hablar menos y a tener más espacios de silencio: ojalá los hemos aprovechados.
Vivimos más la escucha: hacia dentro y hacia fuera.
Si bien es bastante comprobado que en general las mujeres son más locuaces que los varones, también es cierto que, cuando es necesario, tienden a escuchar más y con más empatía.
Lo femenino, siendo también más receptivo, sabe escuchar más y mejor.
El confinamiento es una hermosa oportunidad para aprender a escucharnos y escuchar.
Esta escucha no se refiere solo a las personas, sino que se amplia hacia la tierra y la creación entera.
¿No nos estará diciendo algo el planeta y el universo a través de esta crisis?
Sospecho que sí…. Escuchemos.

3) De lo exterior y superficial a lo interior y profundo
El confinamiento nos invitó a la interioridad y la profundidad.
Mientras lo masculino, siendo más activo, vive más hacia fuera, lo femenino vive más hacia dentro.
Lo masculino es más sencillo, directo, superficial.
Lo femenino más complejo, indirecto, profundo.
Esta crisis nos está mostrando que estos aspectos no tienen porque estar enfrentados, sino que justamente, se complementan.
La profundidad e interioridad de lo femenino dan espesor y fundamento a la sencillez y a la acción de lo masculino.
La sencillez y lo directo de lo masculino permite la autenticidad y la facilidad en la expresión de la interioridad.

Conclusión
Estamos delante de una oportunidad. Nuestra sociedad occidental – en la cultura, la política, la religión – creció a la sombra de lo masculino que, en muchos y tristes casos, se convirtió en machismo.
Esta crisis mundial nos ofrece la posibilidad de integrar más plenamente lo femenino y volver a la armonía.
Sin duda las mujeres tienen un rol prioritario en ese camino, debido a que lo femenino, en ellas, se manifiesta y expresa más rotundamente.
Podemos entonces ponernos más a la escucha de las mujeres y ofrecerles los espacios que a veces se le negaron.
La sociedad espera mucho de las mujeres y las necesita.

Queremos que nos ofrezcan lo mejor que tienen: este matiz femenino que huele a la belleza de la entrega y este respiro del amor que tanto se asemeja a Dios.

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