lunes, 8 de junio de 2020

Caso "Centro Mariano de Aurora": consideraciones



En estos días se difundió un video de la comunidad “Centro mariano de Aurora”, también llamado “Casa de la redención”. La Diócesis de Salto (Uruguay) sacó un comunicado afirmando que dicho movimiento no pertenece a la Iglesia Católica.
Hasta acá todo bien.

Debido a que me llegaron varias consultas sobre el tema y pude leer unos cuantos comentarios intento ofrecer mi visión. Ofrezco mi visión porque este problema puntual, en realidad, esconde toda una postura y una manera de vivir la fe que va mucho más allá del evento puntual.
Lo que sigue va justamente en este sentido: más allá del caso puntual para evidenciar unas posturas de fondo que, a mi entender, poco tienen que ver con el evangelio.
Aprovechemos de la situación para crecer en comprensión y compasión.

Lo que no comparto es la postura dogmática, cerrada y agresiva de muchos católicos con respeto a dicho grupo o a la situación que se generó.
El video que denuncia dicho grupo habla de “Satanás” y pone todo en la bolsa de la New Age. Todo con demasiada superficialidad y poco conocimiento, me parece.
Desconozco este grupo y por lo poco que se ve en el video no me atrae para nada. Mi camino es otro.
Pero me pregunto: ¿Por qué tanto escandalo? ¿Por qué tanto ruido? ¿Por qué tanta agresividad?
Lo que estaría afuera de lugar y sin duda poco ético es que el grupo se hiciera pasar por católico o tratara de engañar, manipular o extorsionar a la gente.
Cosa que, con certeza, no sé. Esto hay que aclarar, y punto.

Aclarado esto podríamos aprovechemos para preguntarnos:
¿La iglesia católica tiene la exclusiva de unos tipos de vestimenta?
¿Acaso la iglesia compró la exclusiva sobre la Virgen María y el Padre Pío?
¿Sólo los católicos podemos venerar una cruz o cantar himnos?
Sería el caso de aplicar serenamente el consejo que Gamaliel dio al sanedrín en relación a la actividad de los apóstoles: “No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo, pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios” (Hec 5, 38-39).
¿Qué hay detrás de este afán de justicia y de condena?
Cuando alguien tuvo la deslumbrante experiencia de encuentro con el Cristo vivo y con la frescura del evangelio, ¿pueden surgir semejantes preocupaciones?
Sospecho que no. Ya no se tiene tiempo ni gana de gastar energía inútilmente.
La tentación de “quemar” al distinto está siempre presente. También la vivieron los apóstoles: “Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió” (Lc 9, 54-55).
Jesús deja vivir.
Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros». Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros” (Mc 9, 38-40).
Jesús está tan apasionado por el Reino y por la belleza de la vida que no pierde el tiempo. Solo piensa en vivir y en amar.
Nosotros tal vez perdemos tiempo y energía porque nos falta esta profunda y radical experiencia de Dios. No estamos radicalmente enamorados del Amor, como Jesús.

En el fondo de estas posturas dogmáticas y agresivas está la pretensión absurda de “poseer la verdad” y ser los defensores de dicha verdad.
Cosa insostenible desde todos los puntos de vista: religioso, espiritual, filosófico, científico.
Esta postura lleva a juzgar y etiquetar a experiencias milenarias como el yoga, por ejemplo. Decir por ejemplo que detrás del yoga o el reiki está Satanás es un absurdo colosal, cuando el yoga formó a seres humanos tan realizados, amantes y pacíficos como muchos de los santos cristianos.
Ponemos todo en la misma bolsa sin saber nada.
Juzgamos y etiquetamos desde una terrible superficialidad y desconocimiento.
Juzgamos una experiencia desde la nuestra: esto es poco ético y poco respetuoso de lo que es y significa la espiritualidad. Solo tenemos derecho a opinar después de haber hecho “experiencia del otro”, haber entrado en su mundo.

Estas actitudes me preocupan más y me parecen mucho más graves y, entre paréntesis, muy poco evangélicas.
Seguimos juzgando, etiquetando, marginando en nombre de una doctrina y supuestas verdades por defender.
Jesús nunca hizo eso. Jesús siempre abrió, recibió, acogió, perdonó. Siempre, el primer gesto de Jesús fue de aceptación, comprensión, compasión.
Jesús desparramó vida, levantó vida: “Talitakum”.
Solo condenó la hipocresía. Hipocresía que en muchos casos sigue siendo nuestra y, - qué pena -, en nombre del evangelio: por defender doctrinas, leyes y catecismos hacemos lo opuesto de lo que Jesús hacía.


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