sábado, 3 de julio de 2021

Marcos 6, 1-6

 


Jesús sale para su pueblo, Nazaret. Es sábado y Jesús, como excelente rabino que era, va a la sinagoga para rezar y enseñar.

Es fundamental recuperar el judaísmo de Jesús, para poder comprender cabalmente su vida y su mensaje. Como afirman muchos estudiosos y expertos “Jesús nació como judío, vivió como judío, murió como judío”.

Jesús enseña en la sinagoga de Nazaret entre amigos, vecinos, conocidos. Y ocurre algo sorprendente que el evangelista subraya: la gente desconfía. Surgen un sinfín de preguntas y cuestionamientos: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?” (6, 2-3).

 

La desconfianza causa estragos. La desconfianza nos desconecta del otro, de la vida, del amor.

Esta pandemia generó mucha desconfianza que, asociada al miedo, generó y genera una fuerte crisis en las relaciones humanas y en la salud psico-espiritual de muchos.

Estamos llamados a recuperar la confianza. Sin duda esta pandemia vino a mostrar el bajo nivel de conciencia y de confianza de la humanidad. Vino a despertarnos y por esto debemos estar agradecidos y ponernos a trabajar en nosotros mismos.

La desconfianza surge del miedo, de la baja autoestima y de la desconexión con uno mismo.

Cuando la persona está conectada a su propio ser, a su esencia amorosa y luminosa, no hay lugar para el miedo y la desconfianza. Por eso que el necesario y urgente trabajo espiritual se centra en cada uno, en mí mismo. Si yo no cambio el mundo no cambia, si yo no comienzo la transformación el mundo no se transforma, si yo no subo mi nivel de conciencia la humanidad no avanza.

 

Siempre habrá motivos para desconfiar del otro, de la vida y de todo lo que nos ocupa a diario: de los políticos, de los vecinos, de la religión, etcétera.

Estos motivos se ubican a nivel mental, a nivel del ego. Porque el ego vive siempre a la defensiva, protegiendo y defendiendo el ilusorio sentido de identidad. Al ego no le importa “la verdad”, le importa “tener razón”; al ego no le importa “abrirse a la vida”, le importa “sentirse seguro” en su caparazón.

 

La confianza se ubica a un nivel más profundo. La confianza surge del ser y de la conexión con nuestra esencia.

Desde ahí viviremos la vida con más sabiduría, alegría y seremos más fecundos en todo lo que haremos.

Marcos subraya – es importante notarlo – que la falta de confianza impide que Jesús realice milagros... solo cura algunos, nos dice el texto.

La sanación, especialmente la sanación espiritual, no viene desde afuera, no nos exime de nuestra responsabilidad y trabajo.

La sanación surge desde dentro y no es en absoluto – es importante decirlo – “autosanación”…. porque en nuestra identidad más profunda no hay “auto”… no existe el “yo individual y separado”.

 

Jesús, como cada auténtico maestro, nos ayuda e impulsa a ir dentro de nosotros mismos, a conectar con la luz que nos habita, a darnos cuenta de nuestra identidad más profunda.

Es urgente salir de una concepción y visión de Dios como alguien externo y mágico que nos soluciona los problemas. No es digno de nuestra humanidad, nuestra grandeza y nuestra vocación.

Dios nos creó co-creadores y responsables.

Los milagros ocurren a diario. Todo es un milagro: basta saber verlo, basta abrirse a la confianza.

Los milagros ocurren y se manifiestan cuando un serio y comprometido trabajo espiritual derrumba las barreras del “yo” y nos introduce en el universo del ser, de la vida, del amor.

Universo que vive en nuestro corazón.

 

 

 

 

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