sábado, 13 de enero de 2024

Juan 1, 35-42

 

 

El texto de hoy es una joya, como lo son muchos textos de los evangelios. Es un texto de una riqueza enorme, pero es un texto que no quiere dar respuestas, ni certezas. Es un texto de amplio respiro, un texto que sugiere, invita, cuestiona, ofrece pistas.

 

Dos discípulos, siguiendo la indicación de Juan el Bautista – ¡este es el cordero de Dios! – siguen a Jesús en silencio.

 

Jesús se da vuelta: “¿Qué quieren? ¿Qué buscan?” (1, 38).

 

En la pregunta de Jesús, encontramos la primera y fundamental clave de lectura del texto y – mucho más allá – de la existencia misma.

 

El ser humano es un buscador. La búsqueda define al ser humano por el anhelo y el deseo que la habitan. Somos seres anhelantes y deseantes. Tomar consciencia de todo eso es esencial. Nos habita un deseo irrefrenable de plenitud, por eso se activa la búsqueda.

Cuando nacemos y durante nuestro desarrollo psicológico, empezamos a experimentar la separación y la fragmentación, empezamos a sentir los límites del existir, las restricciones de la materia y del espacio/tiempo… y surge el anhelo: el anhelo de lo eterno, de trascender los límites, de un amor infinito. Empieza la búsqueda, una búsqueda exterior. Una búsqueda que nos extraviará en los vericuetos de la angustia, del error, de la adicción, de la derrota y del recomenzar. Es normal y es la magia de la existencia y de la creatividad.

 

Una búsqueda sincera y el crecimiento espiritual, nos llevarán a “darnos vuelta”, como Jesús se dio vuelta para mirar a los ojos a los discípulos y decirle en la cara: ¿Qué buscan?

 

El “darnos vuelta” irá en un sentido contrario al de Jesús. Nos daremos vuelta hacia nosotros mismos. En lugar de buscar “afuera” la respuesta, la buscaremos adentro. En lugar de obsesionarnos con encontrar afuera el objeto que saciará nuestro anhelo de plenitud, miraremos adentro, buscaremos adentro. Jesús puede “darse vuelta” hacia afuera, porque ya había encontrado “adentro”.

Este mirar “hacia adentro” de a poco nos transformará y, de cierta manera, será el fin de nuestras búsquedas compulsivas.

 

La iluminante sorpresa que transformará la vida para siempre, será lo que Rumi expresó así: “Tú eres lo que estás buscando”.

 

En realidad, lo que Rumi nos dice tan sintética y bellamente es lo que afirma la mística de todas las tradiciones espirituales.

 

El amor, la plenitud, la eternidad, la belleza, la salud que estás buscando afuera, en definitiva, es lo que tú eres. No hay separación, no hay fragmentación y la totalidad te habita desde un punto: ¡tú!

Este descubrimiento maravilloso es un don y una gracia. Pero podemos hacer algo para que se pueda dar. Investiguemos.

 

Los discípulos responden a la pregunta de Jesús – ¿Qué buscan? – con otra sugerente pregunta: “¿Dónde vives?” (1, 38).

 

El evangelista Juan, sin duda inspirado, es un genio.

 

¿Dónde vives?, es una pregunta existencial, no geográfica.

“¿Dónde vives?”, lo podemos desglosar de esta manera: ¿Dónde es el lugar de la Vida?, ¿Dónde reside el sentido último de la existencia? ¿Cuál es el secreto del vivir? ¿Cómo vivir una vida plena?

 

¿Nos hicimos estas preguntas, alguna vez?

¿Le hicimos estas preguntas al Maestro?

¿Estamos buscando?

¿Hemos encontrado?

 

Jesús responde a la pregunta, ¿dónde vives?, con la épica e histórica invitación: “vengan y lo verán” (1, 39).

 

Acá encontramos la clave de lo que podemos hacer para recibir la gracia y el don de la visión interior y del fin de la búsqueda compulsiva y angustiante.

 

La clave es: “jugatela”.

La clave es: “confía”.

La clave es: “experiencia”.

Jesús no se detiene con los discípulos para darles explicaciones; Jesús, en primera instancia, no da lecciones de teología ni ofrece doctrinas, oraciones y ritos.

Jesús invita a vivir, invita a una experiencia: “vengan y lo verán”.

Como afirma Enrique Martínez Lozano: “Un sabio no da «doctrinas» en la que creer, sino «instrucciones» (pautas, medios pedagógicos) para que cada cual lo experimente por sí mismo.

 

La vida tiene algo de apuesta. Si queremos la plenitud, no podemos rechazar la apuesta.

 

Cuando la gente me consulta sobre lo que es la meditación en silencio y quietud, no puedo y no quiero decir mucho. Solo vale la experiencia: “Vengan y verán”.

 

¿Cómo hablar del silencio?

¿Cómo hablar del Misterio?

¿Cómo hablar del Amor Infinito?

 

Vengan y verán”: apuesten. Juéguense la vida por lo que realmente vale la pena… o mejor, ¡vale la alegría!

Dejen los miedos atrás. Confíen. Vivan. Experimenten. Amen la vida. Miren adentro con coraje.

 

Tú eres lo que estás buscando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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