viernes, 20 de noviembre de 2015

Fertilidad

"La fertilidad no es posible sin la diferencia"


Timothy Radcliffe


Radcliffe el un fraile dominico inglés. Fue maestro general de la Orden. Hombre sabio, de corazón y mente abierta. Aconsejo leer sus libros.

Hoy nos invita a reflexionar sobre el tema de la fertilidad.

"La fertilidad no es posible sin la diferencia"


No es tan difícil darse cuenta que sin diferencia nos hay fertilidad. Bastaría estar atentos y respetar esta ley universal. "Bastaría estar atentos": acá tal vez radica la dificultad. En una sociedad con fuertes rasgos superficiales y egoístas, lo normal y lo sencillo se vuelves cosas extraordinarias y solo para algunos. 
La diferencia en realidad brota de la raíz de la unidad y vuelve a la unidad: surge de la Vida Una y vuelve a la Vida Una. Varón y mujer expresan la misma humanidad de manera diferente: el reconocimiento y la aceptación de la diferencia permite la fertilidad y surge de nuevo lo humano.
Las diferencias expresan lo maravilloso de la Vida y su infinitud, la extraordinaria creatividad de la divinidad y el desborde del amor. Lo Uno que se expresa en lo múltiple.

¿Por qué no amar la diferencia?
¿Por qué no respetarla?

Como podemos tristemente constatar la no aceptación de la diferencia produce muerte y esterilidad.
Muerte y esterilidad: justo lo opuesto a lo que Jesús nos reveló sobre Dios.
¿Cuando los cristianos lo aprenderemos?
¿Cuando la humanidad amará la diferencia?

Podemos empezar hoy: amando a quien piensa distinto, aceptando al otro como es, aprendiendo cosas nuevas, leyendo un libro, contemplando la naturaleza....



miércoles, 18 de noviembre de 2015

Tierra mojada

Ayer de tarde, después un buen tiempo de quietud a causa de la tendinitis del talón de mi pie derecho, volví a mis caminatas.
Salí de tarde hacia el bello parque de Rodó, casi un km de mi casa.
El tiempo no me prometía volver seco. Así fue: una lluvia mansa y persistente me acompañó en mi caminata.
¡Qué lindo caminar bajo la lluvia! Por lo menos cuando esta se mantiene mansa. Recuerda la niñez y su sano descontrol. 

¡Qué aburrido el control de los adultos!
Se camina también con el corazón y no solo con las piernas:   con ﷽﷽﷽﷽mojada. Ahí está. Es é y yo tenía en mi corazón el dolor de Francia, de la ceguera humana, de muertes cercanas y lejanas.
Con esto iba caminando en paz, buscando a Dios entre la bruma.
Como cambia el paisaje cuando llueve: una belleza insospechada y nueva.
Me sorprendieron unos ceibos en flores: en la última caminata los había sorprendido desnudos y solos. Ahora estaban llenos de las típicas flores rojas: espléndidamente vestidos. En su desnudez no había reconocidos los ceibos: la desnudez nos empareja más o menos a todos. Y tiene también su hermosura.



Seguía atento a un signo físico de la Presencia: ya lo sé que Dios se toca. Ya lo sé que el Cristo es carne y sangre. Lo quería tocar otra vez en esta caminata mojada.
De repente, suave, suavísimo el olor: tierra mojada. Ahí está. Es Él.
Es fantástico el olor a tierra mojada: ayer no fue fácil reconocerle, por su delicadeza y suavidad.
Pensé: “¡Dios huele a tierra mojada!” Si, claro. Dios huele a todos los olores y perfumes, pero ayer, para mi, olía a tierra mojada.
La presencia de Dios se hace carne en cada instante para cada uno: se huele bien un olor a la vez y solo uno se puede disfrutar en plenitud.

¡Qué fantástico un Dios que huele a tierra mojada!

martes, 17 de noviembre de 2015

Alas


"Creo que si miráramos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas"

G. Flaubert







Seguimos acompañando a Francia con
Gustave Flaubert (1821-1880), escritor francés, conocido sobretodo por su novela Madame Bovary. Nos acompaña hoy con esta invitación:




"Creo que si miráramos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas"



El ser humano es lo que contempla. Somos lo que contemplamos. Lamentablemente damos poca importancia a este aspecto. 
Contemplar algo te va transformando en lo que contemplas. Esto es así por dos motivos fundamentales:

1) Hay una profunda unidad entre interior y exterior. Los místicos y la física cuántica nos dicen que la realidad es una. La distinción entre sujeto y objeto es secundaria: surge en un segundo momento. Así que, de cierta manera, siempre nos estamos contemplando a nosotros mismos. Lo que contemplo no está separado de mí. 

2) La profundidad de la mirada humana. El mirar humano es creador. La mirada surge desde más allá de la visión ocular. Mirar algo crea un vinculo que transforma el mirador y lo que se mira.

Todo esto significa que vamos creando la realidad y nos transformamos según nuestra visión, según donde ponemos nuestra atención.
Así se explican los estragos de la televisión: poniendo nuestra atención en cosas superficiales (otras evito definirlas) corremos el peligro que la superficialidad nos transforme. 


"Creo que si miráramos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas"

En cambio, contemplando expresiones más genuinas y autenticas del ser y de la belleza, nos transformamos en seres más auténticos y bellos.
Si contemplo expresiones autenticas del amor me enraízo en mi identidad, en lo que soy y somos: amor. 
Si contemplo la realidad deformada por el ego y sus necesidades o miedos me voy perdiendo: no sabré quien soy y viviré en la confusión.


Contempla al amor y te transformará en amor. Contempla la libertad y te saldrán alas. 


lunes, 16 de noviembre de 2015

París y las violetas

"Oggi il gemere d'ogni silenzio e d'ogni voce
è fatto canto grande di bellezza
anche all'inferno fioriscono le viole"

Domenico Ciardi


                                                                                    






En estos días hemos vivido otros días oscuros para la humanidad: los atentados de París. Muerte y dolor.
Quiero compartir con ustedes, amigos carísimos de "El agujero en la flauta" una simples reflexiones a la luz de unos versos de un monje italiano que desde años me acompañan. Son versos escritos en ocasión de la Pascua.

"Oggi il gemere d'ogni silenzio e d'ogni voce è fatto canto grande di bellezza anche all'inferno fioriscono le viole"

Les ofrezco una traducción:

"Hoy el gemir de todo silencio y toda voz
es hecho canto grande de belleza
también en el infierno florecen las violetas"


El terrorismo, la violencia, el odio acompañan a la humanidad desde tiempo, en menor o mayor medida.
¿Por qué no se logran erradicar?
Estoy convencido, y conmigo muchos otros, que esencialmente es por falta de comprensión.

Bíblicamente se habla de ceguera. Jesús habla a menudo de la ceguera como del gran pecado:  "déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo".(Mt 15, 14).

"He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven». Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, su pecado permanece». (Jn 9, 39-41).

Estamos ciegos, todos. Queremos responder a la ceguera con ceguera: inútil, estúpido. El primer paso para comenzar a ver es reconocer la ceguera.
Creemos erróneamente que el enemigo está afuera. Siempre demonizamos a algo o alguien y separamos ingenuamente buenos y malos. En este caso "obviamente" los buenos son los occidentales y los malos los terroristas islámicos. En la época de las cruzadas igual: los cristianos éramos los buenos y los musulmanes los malos. Podemos seguir indefinidamente con esto: derechistas y comunistas, católicos y protestantes, EEUU y Ex Unión Soviética, conservadores y progresistas, Peñarol y Nacional, ricos y pobres, presos y libres, gobierno y sindicatos, etc....
Obviamente dependiendo del lado del cual uno está se define como bueno y etiqueta a la otra parte como mala.
Hasta que no salimos de este infantil y superficial esquema mental no lograremos hacer el salto de calidad que la humanidad necesita.
Estas distinciones son meramente mentales, lo cual significa también ideológicas. 
La vida real va por otro lado.
Antes que nada el primer paso es asumir que cada cual hospeda en su corazón ambas partes. 
El odio que condeno también está en mí. Cuesta reconocerlo, lo sé. Pero no hay otro camino.
Yo también tengo algo de terrorista, de violento, de intolerante. Por múltiples razones no lo estoy expresando de forma violenta. Cuando en mi corazón brotan enfado, juicios, envidia, intolerancia, maldad... ¿no me logro dar cuenta que el paso a exteriorizarlos es muy delgado? 
Jesús nos había advertido: "El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" (Mt 5, 28).
La clave está en el interior. Vivimos todavía en la ilusión de la exterioridad, creyendo únicamente en los actos materiales. Los actos externos se pueden dar o no dar por infinitas razones, las cuales muchas veces se escapan a nuestra comprensión y dominio. 
Cuando mi corazón no está en paz todavía algo anda mal. 
El camino para la paz no está, estoy seguro, en responder a la violencia con la violencia. La humanidad lo sabe, todavía no aprende. Claramente los Estados tienen que hacer su parte para protegerse y permitir cierta seguridad, pero todo esto son parches, simples parches.
El camino de sanación real y radical va por otro lado.
Pasa por tu corazón, por asumir tu violencia y transformarla en florecer de violetas.

Otro importante aspecto es saber reconocer nuestra común  humanidad: la raíz es común. Los que llamamos "terroristas" - aunque a primera vista puede costar verlos así - son humanos. Están hechos de la misma pasta que vos y yo. Su humanidad enferma es la mía. Una es la humanidad y así tengo que vivirla, asumirla y transformarla. La humanidad enferma del terrorista es mi humanidad, no es algo ajeno.

"Hoy el gemir de todo silencio y toda voz
es hecho canto grande de belleza
también en el infierno florecen las violetas"

Por último. Otra cosa que todavía no hemos aprendido después de tanta historia y tantas experiencias: el mal no se vence enfrentandolo y luchando en contra. Así solo se refuerza: es también una ley de la física. El mal se vence asumiendolo y transformándolo con el amor. Los maestros y sabios de la humanidad así lo entendieron y así lo vivieron: Buda, Jesús, Gandhi, Martir Luther King, Nelson Mandela, Madre Teresa. Los cristianos tenemos el maravilloso y único símbolo de la Cruz: ¿que es la Cruz sino el testimonio imperecedero que el mal se transforma en luz asumiendolo?
Si no estamos dispuestos a padecer en este sentido, no tenemos nada que decir ni nada que ofrecer al mundo. Perdonenme la crudeza. 


En el infierno de Paris florecen violetas: estoy seguro, las puedo ver. En cada infierno florecen violetas. Habría que aprender a verlas, antes que nada en nuestro interior. 
Este es el mensaje más genuino que la resurrección de Cristo nos trae. El mundo se renueva desde dentro. Si tu corazón no está en paz no busques afuera las causas y no inventes enemigos para justificarte. Cuando Jesús nos dice: "Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos." (Mt 5, 43-45)... lo podemos leer sin duda también en este sentido: si vemos enemigos afuera es porque los tenemos adentro. El poeta y novelista libanés Gibran lo entendió muy bien: "Y Dios dijo: ama a tu enemigo y yo le obedecí y me amé a mi mismo."

Sana tu corazón, encuentra la paz que ya mora en ti.
Entonces verás el florecer de violetas hasta en el infierno.

Quisiera estar en París para compartir muerte y dolor: ver el florecer de las violetas es un espectáculo. 




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