Con su estilo concreto y escueto Marcos
nos resume en pocas frases el inicio de la vida pública de Jesús.
El protagonista del texto evangélico es
el Espíritu.
En una hermosa y plástica imagen Marcos
nos dice que el Espíritu “empuja” a Jesús al desierto. Y Jesús se deja empujar.
Hay una fuerza vital que nos anima, nos
sostiene, nos conduce.
Descubrirla y dejarse animar por ella es
lo único necesario: Jesús lo sabía y lo descubrió.
El término Espíritu proviene del latín “spiritus”
y tiene directa relación con respirar,
“spirare”.
El Espíritu es nuestro respiro y nuestro
respirar. El Espíritu es Vida. No vivimos sin respirar y el respirar es puro
don: ocurre solo. En sentido estricto no somos nosotros que respiramos, sino
que somos respirados.
Descubrir el Espíritu entonces es
conectar con nuestra más profunda identidad, conectar y conocer lo que somos:
Vida, Don, Ser.
Jesús conecta con su más profunda
identidad y esa misma Identidad – el Espíritu – lo conduce al desierto.
Desierto:
lugar de soledad, silencio, intimidad, purificación.
Todas estas dimensiones tiene el
desierto. La experiencia de desierto va purificando nuestra psique con todas
sus heridas y sus miedos. Jesús sale del desierto como “hombre nuevo”, integro,
purificado, pronto para la misión.
Sin desierto no hay intimidad, ni
purificación, ni misión.
El Espíritu lo sabe y por eso nos empuja
al desierto. La sabiduría consiste en dejarse llevar, dejarse empujar, dejarse
hacer.
En el desierto Jesús se enfrenta a
alimañas y ángeles, símbolos del bien y del mal que conviven en nuestra psique.
Jesús los conoce y los domestica.
Se vuelve un ser humano totalmente
integrado y armónico, y por eso los cristianos lo tomamos como ejemplo y modelo
del ser humano realizado.
Conectar con el Espíritu es, entonces,
fundamental.
¿Cómo hacerlo?
1) Por un lado hay que dejar las
creencias y las opiniones.
Como nos recuerda la sabiduría zen: “si quieres encontrar la verdad, deja de
tener opiniones”.
Las creencias y las opiniones nos
esclavizan y nos limitan.
Creencias y opiniones surgen del
pensamiento y el pensamiento es limitado, condicionado, frágil, pasajero.
Somos más que nuestro pensar y nuestro
sentir. El ser humano es mucho más de lo que piensa y siente.
Dejar esta creencia es esencial para
conectar con nuestra verdadera identidad.
¿Por
qué cuesta tanto dejar creencias y opiniones?
Porque es un salto al vacío:
- es dejar las seguridades que hemos
construido con tanto esfuerzo.
- es enfrentar nuestros más profundos
miedos.
Un salto al vacío: en cuanto saltamos se
nos abre el infinito espacio de la libertad y el infinito océano del amor.
En cuanto se salta no hay vuelta atrás.
Pero son todavía pocos los que saltan.
Jesús hoy nos anima a confiar. Saltamos
adentro de Dios mismo, saltamos adentro del Amor. ¡No tengan miedo!
2) Dejando creencias y opiniones –
saltando al vacío – se nos abren las alas y tenemos que aprender a volar, a
vivir desde lo que somos y no desde lo que creíamos ser: abismal diferencia.
Es lo que los padres de la iglesia
llamaban poéticamente “el lento
acostumbrarse de la carne al Espíritu”.
Aprendemos a confiar. Aprendemos que no
somos nosotros los que vivimos sino que la Vida nos vive.
Aprendemos a soltar y a dejar de
resistir y luchar en contra de lo que es.
Aprendemos a ajustarnos y alinearnos a
la Vida.
Alinearnos con la Vida – con lo que es y
lo que somos – es la fuente de la Sabiduría.
Alineándonos y ajustándonos a la Vida
nos descubrimos UNO con la Vida misma, nos descubrimos expresión de la única
Vida.
Aprender a vivir desde el Espíritu
entonces es aprender a confiar más en la intuición que en el pensamiento.
Aprender a vivir desde el Espíritu es vivir
confiando.
Aprender a vivir desde el Espíritu es mirar
la realidad desde el amor.
Aprender a vivir desde el Espíritu es
vivir desde el silencio.
Aprender a vivir desde el Espíritu es
crecer en conciencia y lucidez.
Aprender a vivir desde el Espíritu es
vivir agradecidos y agradeciendo.
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