jueves, 8 de agosto de 2019

La belleza indescriptible del fundamento



Nada más hermoso que vivir y vivirse desde el fundamento. Es la doctrina suprema, si se puede hablar de “doctrina”. Es la enseñanza esencial. Es ahí donde sopla el Espíritu.
Todas nuestras experiencias humanas – desde las más sencillas y cotidianas hasta las más estremecedoras y contundentes – son las herramientas que la Vida utiliza para llevarnos al fundamento.
El fundamento existe, se lo puedo asegurar. Lo que ocurre es que es un fundamento tan sólido y tan eterno que es invisible. Tendría que parecer hasta lógico: todo lo que vemos, tocamos, imaginamos, soñamos tiene una consistencia más o menos frágil.
¿Cómo puede ser fundamento lo que es frágil y pasajero?
El fundamento invisible es eterno e indestructible. Todos, absolutamente todos los maestros espirituales de todas las tradiciones de la humanidad encontraron el fundamento y con sus vidas y enseñanzas nos invitan a recorrer nuestro propio camino para encontrarlo.
En realidad no hay que encontrarlo: en este punto arranca el problema.
Problema insoluble para la mente racional. Problema inexistente para la mente intuitiva.
El fundamento no hay que encontrarlo porque es, justamente, fundamento. Sin fundamento no existiría nada y nada podríamos experimentar.
Todo lo que vivimos y experimentamos lo vivimos y lo experimentamos porque surge del fundamento y se sostiene en el fundamento.
El fundamento es la roca de la casa evangélica (Mt 7, 25).
¿Fundamento de que?
Fundamento del Ser. Estamos viviendo, estamos existiendo, estamos siendo; más allá de todo eso, está el fundamento invisible del Ser. Fundamento que permite y sostiene la misma experiencia del vivir y de ser.
Todo lo que vivimos y experimentamos tiene la sola función de guiarnos a este fundamento en el cual estamos y desde el cual somos.
En él vivimos, nos movemos y existimos” dice San Pablo (Hec 17, 28).
¿Por qué debo buscarlo? Soy el mismo, soy como él. Su esencia habla a través de mí ¡Me he estado buscando!”, afirma Rumi.

El fundamento del Ser es nuestra raíz vital, es el aliento del Espíritu que se esconde en nuestro respirar biológico.
El fundamento del Ser lo contiene todo y todo lo sostiene.
¿Dónde está este fundamento y como encontrar lo que no puede ser encontrado?
Vive en un profundo silencio. Un silencio que no es ausencia de palabras. Es un silencio fecundo, alegre, sereno. Es el silencio creativo y creador. No se puede crear desde el ruido.
El Silencio explica bien esta dimensión paradójica del fundamento: el Silencio no puede ser encontrado porque no hay lugar ni momento donde no esté. Simple y trágicamente no nos percatamos de su Presencia. El “encontrar” es entonces una manera de decir: “caí en la cuenta”, “me di cuenta de que siempre estuvo y está”.
El fundamento está más allá de nuestras mentes inquietas y nuestros vaivenes emocionales. Mentes inquietas y vaivenes emocionales que también surgen del fundamento del Ser, porque también ellos – de cierta manera – son.
El conflicto y lo conflictivo radica en que vivimos desconectados de nuestro fundamento y así mentes inquietas y vaivenes emocionales acaparran toda la energía y la atención y se vuelven independientes, creyéndose fundamento. Es la suprema ilusión, todavía preponderante en esta etapa evolutiva de la humanidad.
Salir de la ilusión y anclarse al fundamento, vivirse desde el fundamento es la tarea esencial, diría única.
¿En dónde radica la belleza indestructible del fundamento del Ser?
Radica en la posibilidad que nos ofrece de experimentar y vivir la vida en plenitud y totalidad desde un punto estable, firme, seguro.
Radicados y enraizados en el fundamento invisible del Ser podemos permitirnos experimentar todas las experiencias que la vida nos regala. Desde este punto decimos que “si” a los estados mentales y a los vaivenes emocionales.
Aceptamos y permitimos todo lo que nos ocurre, “adentro” y “afuera”.
Aceptación que se traduce en amor: amamos todo. Amamos nuestra alegría y nuestra tristeza, nuestros enojos y nuestros miedos, nuestra agitación mental y nuestros pensamientos absurdos, amamos el placer y el dolor.
Amar algo es salir de la esclavitud. Ya no somos esclavos de la mente inquieta y las emociones. Nos convertimos en amantes.
Y de repente ocurre el milagro: la vida se torna de una belleza inimaginable. Todo se calma, todo vuelve al orden. Reina la paz.
Estamos viviendo, estamos permitiendo que la vida se exprese a través de nosotros en su totalidad.
Desde el fundamento del Ser podemos apreciar la pura belleza de la vida.
El fundamento del Ser es como un ancla segura desde donde experimentamos la totalidad de la vida. Es el punto firme desde el cual contemplamos los infinitos colores y matices de la existencia. Anclados en este punto descubriremos que todo es amor, porque todo está surgiendo desde ese mismo punto en el cual nos encontramos y que también somos.
El fundamento del Ser expresa a la vez esta doble dimensión: pura gratuidad y puro ser.
En otras palabras: es lo que somos pero esto que somos es totalmente regalado. El regalo del ser sigue siendo regalo y simultáneamente lo poseemos en plenitud.
Es la paradoja tremenda y central de la vida.
Desde este fundamento silencioso surge el asombro. El ojo interior se purifica y empezamos a ver lo real, más allá de las apariencias. Asoma la luz. Todo se transfigura y más allá de las formas logramos percibir el Ser que les da aliento y las sostiene en la existencia. Percibimos la belleza adentro de cada cosa y realidad. Vemos luz adentro de la sombra, amor adentro del mismo odio, paz adentro del conflicto.
Oímos la música del universo y sus melodías. Todo cobra una secreta armonía que nuestros ojos descubren. Reina el silencio y la poesía. Reina la sonrisa eterna de un Dios niño. Todo está en su justo lugar en el momento correcto. Brota una paz inextinguible.
Esta es la belleza indescriptible del fundamento. Belleza que no se puede decir. Demasiada belleza para nuestro lenguaje y nuestros ojos. Silencio. Amén.


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