viernes, 10 de julio de 2020

Mateo 13, 1-23




 

El capitulo 13 de Mateo es una recopilación de parábolas. Hoy se nos ofrece la primera. Nuestro texto tiene tres partes: la parábola original, un intermedio que intenta explicar el rechazo del mensaje de Jesús, una explicación más extensa de la parábola.

Es muy probable que solo la parábola original (13, 3-9) sea de Jesús; lo demás serían agregados y comentarios del evangelista.

El estilo parabólico de Jesús es una metodología y pedagogía de enseñanza: invita al lector a tomar parte y a dejarse cuestionar por el relato.

¿Cómo leer esta parábola?

Tal vez la clave nos viene del texto intermedio: “Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron” (13, 16-17).

 

La capacidad de “ver” nos regala la comprensión esencial de esta parábola y de la vida entera.

Justamente fue la incapacidad de “ver” que el profeta Isaías critica al pueblo de Israel.

Mateo cita a Isaías para intentar explicar el rechazo del mensaje de Jesús y de su persona por la religión oficial: cuando el corazón está cerrado y endurecido es difícil aceptar la novedad de un mensaje y de una persona.

Abrir el corazón y la mente nos permiten ver y esta visión es esencial para nuestro caminar.

¿Desde donde estamos llamados a ver?

¿Qué necesitamos ver?

 

Desde la experiencia contemplativa del silencio, este ver se refiere a la visión interior, la visión desde la esencia y el ser.

No es la simple visión y comprensión racional/mental: esta es muy limitada y parcial.

Desde esta comprensión más bien racional, la parábola del sembrador fue interpretada en clave dualista y moralista. “Dios” sería un Ser separado que interviene en el mundo desde “afuera” sembrando su palabra en los corazones y el ser humano – el receptor – debería ser virtuoso y esforzarse para que esta semilla pueda dar fruto.

Estas desviaciones dualistas y moralistas llevaron a cierta perversión del mensaje evangélico, cuales la insistencia sobre el pecado, la culpa, el infantilismo religioso, las devociones, la alienación de uno mismo. Estas consecuencias las seguimos padeciendo y, en buena parte, son las causas de la oportuna crisis del cristianismo y de la iglesia.

Por eso es urgente y necesaria otra y más profunda visión.

Como dijimos es la visión espiritual, que la mística expresa como el tercer ojo.

El monje, filosofo y místico cristiano Ricardo de San Víctor (1110-1173) habla del “tercer ojo” como un camino de conocimiento que lleva a “una mirada profunda y pura del alma dirigido a las maravillas de la sabiduría, asociada a un sentido extático de asombro y de admiración.

Desde esta mirada humilde y silenciosa, ¿cómo comprender nuestra parábola?

Tenemos dos vertientes: por un lado podemos comprender el “terreno bueno” como nuestra esencia, nuestra verdadera identidad. Desde el descubrimiento y la conexión con nuestra esencia los frutos en la vida cotidiana brotan solos, casi sin esfuerzo, como un regalo, como el puro y simple florecer del amor.

Por el otro podemos comprender “sembrador”, “semilla” y “terreno” como expresión de la misma y única Vida. Es la Vida que se despliega y manifiesta de distintas maneras, formas y colores.

Solo hay Vida desplegándose a sí misma. Nosotros también somos Esa misma y única Vida.

El místico sufí Rumi resume todo de esta manera: “Cada uno ve lo invisible en proporción a la claridad de su corazón”.

 

 

 

 

 

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