sábado, 15 de enero de 2022

Juan 2, 1-11

 


 

El evangelio de Juan presenta a Jesús a través de siete signos. Juan no habla de milagros, sino de signos. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas relatan unos treinta milagros de Jesús, mientras el evangelio de Juan relata siete signos, de los cuales cuatro son originales de Juan: el signo de la boda de Caná es uno de ellos.

Un signo tiene una carga simbólica muy fuerte y nos permite leer los relatos en clave de señales, más allá de una historicidad difícilmente verificable y a menudo inverosímil.

Leer el texto en esta clave nos permite también superar su literalidad para llegar a un mensaje más profundo y actual para nosotros hoy.

¿Qué significa que Jesús transforma el agua en vino?

Quedar atrapados en la literalidad es dejar el texto estéril: ¿Qué sentido tiene para nosotros hoy, que Jesús hace dos mil años haya transformado el agua en vino?

O también: ¿Qué sentido puede tener que hoy en día alguien tenga el poder de cambiar el agua en vino?

No le veo mucho sentido… lo que puede ocurrir es la quiebra de algunas bodegas y el aumento disparatado del nivel de alcoholismo….

Si leemos el texto en la clave simbólica que Juan nos sugiere se nos abren unas pistas de significados y comprensión maravillosas.

El cambio del agua en vino puede leerse sin duda en clave pascual: un “paso” de la tristeza a la alegría, de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, de la ley al Espíritu…

Esta clave pascual es una constante en el evangelio de Juan y es insinuada por la famosa “hora”. La “hora” de Jesús es la pascua, su muerte y resurrección.

En nuestro texto Jesús le dice a su madre: “Mi hora no ha llegado todavía” (2, 4).

El signo de la boda de Caná gira alrededor del símbolo del vino y unos de sus ejes es, sin duda, la alegría.

Como dijimos el cambio del agua en vino expresa el paso de la tristeza a la alegría.

Jesús vino a traernos la infinita alegría de Dios. Jesús vino a revelarnos que Dios es alegría infinita, gozo eterno. Evangelio significa – es bueno recordarlo – “buena noticia”. El evangelio es, antes que nada, revelación de un amor y una alegría que nos preceden y nos trascienden.

La experiencia individual de salvación es siempre una experiencia de profunda alegría e intenso gozo.

Uno de los signos más comunes de la iluminación en la tradición zen es la risa; se cuenta de un monje zen que, después de iluminarse, no paró de reír por tres días.

La pregunta que surge espontanea es: ¿qué es la alegría? Y, más aún: ¿se puede vivir siempre en un estado de alegría profunda y un intenso gozo?

Parecería imposible. La existencia humana, lo sabemos bien y por experiencia personal, está marcada por los limites, los condicionamientos, el dolor, el mal, la muerte.

 

¿En medio de todo eso, se puede estar alegres y ser feliz?

¿Cómo transformar el agua en vino?

 

Si solo entendemos la alegría desde un nivel sentimental y emotivo no hay una salida. El espectro de las emociones humanas es enorme y estamos llamados a sentirlas y a vivirlas en su totalidad.

¿Cómo estar alegres – por ejemplo – frente al dolor inocente, a la desesperación, al sufrimiento de nuestro seres queridos?

La compasión es una de las actitudes esenciales en todas las tradiciones espirituales y religiosas de la humanidad y esta misma compasión nos invita y nos impulsa a “sentir con el otro”, a compartir el dolor y la búsqueda.

La alegría de la cual el vino es símbolo, es una realidad transpersonal: va más allá del nivel emocional.

La alegría es una dimensión como la paz y el amor.

Alegría, paz y amor no son “objetos”, no son “contenidos” de consciencia.

Alegría, paz y amor son otro nombre de la Consciencia misma. Son cualidades del Ser. En otras palabras: otros nombres del Misterio que llamamos “Dios”.

Entendida así la alegría, todo cierra, todo se armoniza, todo cobra sentido.

Podemos estar alegres en medio de la tristeza, como podemos estar en paz en medio de conflictos o permanecer en el amor cuando el miedo y la violencia nos persiguen.

Como afirma bella y claramente el monje budista estadounidense Claude AnShin Thomas: “La mayoría de la gente, cuando se inicia en la práctica de la plena conciencia, comete el error de hacerse una imagen falsa de esta práctica. Creen que ser conscientes significa no sentir miedo, permanecer constantemente en calma y en paz. Para mí, vivir en plena conciencia significa que puedo vivir en paz en la no paz, que puedo aceptar la realidad de la no calma. Si puedo mirar profundamente en mi propia naturaleza y tocar mi sufrimiento, puedo aprender a vivir con mi miedo, mis dudas, mi inseguridad, mi confusión, mi ira. Mi tarea es permanecer en estos lugares como agua en calma”.

Por eso que también la mística cristiana Juliana de Norwich pudo decir: “Todo está bien, y cada cosa está bien y cada cosa estará bien”.

Y lo pudo decir no por qué no conoció el dolor y la dificultad, sino porque vivía su vida desde este espacio de consciencia. Vivía desde su verdadera identidad.

El secreto entonces es siempre el mismo: aprender a vivir desde.

Somos alegría, somos paz, somos amor.

Podemos vivir el abanico entero de la vida y sus manifestaciones desde ahí: entonces no habrá ningún problema.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

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