Está amaneciendo cuando María va al sepulcro.
Siempre amanece cerca de los sepulcros para recordarnos la única verdad que merece ser recordada: la Vida vive. La Vida triunfa.
Amanece la vida en tu corazón, cuando empiezas a ver los sepulcros vacíos; y se pueden ver los sepulcros vacíos cuando en tu corazón, amanece.
Los amaneceres desatan nudos y quitan las piedras de las frías tumbas que, de repente, reverdecen.
Amanece la luz y se estrena un nuevo día; fresco, cargado de novedad y preñado de posibilidades.
Es hoy. Es hoy el amanecer. Amaneció ayer y amanecerá mañana, pero siempre es hoy para cada amanecer.
Y todos corren. Corren y corren.
Es un amanecer que alimenta el entusiasmo, la pasión por la vida.
Es una amanecer que enamora… y se desata la locura.
Corren los amaneceres a despertar a los muertos y corre la luz a vencer a la noche.
A veces hay que correr, como corre la luz. A veces no se puede contener en un corazón humano el estallar de la luz, el grito de jubilo y el suspiro de la hermosura.
Hay que correr cuando la mente y las piernas son incendiadas por el fuego del amor. Hay que andar y recorrer. Hay que abrir puertas y derribar muros.
Ya no hay refugio para la tristeza y la angustia. No hay lugar en los sepulcros abierto y vacíos: vacíos de cuerpos y de oscuridad.
Todo es luz, todo es Vida.
Amanece y se puede ver, por fin, lo que siempre estuvo y está ahí.
Amanece, se ve y se cree.
Este sereno amanecer disuelve el rocío de las dudas y la agitación.
Es el amanecer que regala la visión y la fe. Es el amanecer que nos habita y que renueva el mundo y las cosas.
Deja que amanezca. Deja que tu corazón amanezca a la vida.
Que tus ojos se llenen de amaneceres y tus manos los repartan.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
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