sábado, 1 de octubre de 2022

Lucas 17, 5-10

 



Se nos presenta hoy uno de los textos de más difícil interpretación, en referencia especialmente al último versículo, donde aparece la frase: “somos siervos inútiles”.

La expresión es tan fuerte y, aparentemente inexplicable, que muchas traducciones mitigan el termino griego original y traducen con “simples servidores”.

La palabra griega aparece dos veces en los evangelios: Mateo 25, 30 y en nuestro texto, Lucas 17, 10 y significa justamente “inútil”, “indigno”, “improductivo”.

 

¿Cómo comprenderlo?

¿Cómo interpretarlo?

 

En esta época donde el desarrollo de la ciencia psicológica fue y es brutal parece que la expresión “soy un siervo inútil” no tenga cabida y hasta suene perverso.

Todas las corrientes psicológicas insisten sobre lo fundamental de una sana autoestima y hay miles de cursos y talleres que van justo en el sentido opuesto a esta frase evangélica, intentando desarrollar en la persona convicciones que se expresan en frases como: “soy valioso”, “soy importante”, “lo que hago importa”.

 

¿Dónde está la clave de interpretación?

 

En los niveles de consciencia.

 

Lo que la psicología nos dice en cuanto a lo fundamental de la autoestima y valoración personal, es necesario y valido desde un nivel de consciencia y lo que el evangelio nos dice es también necesario y valido desde otro nivel de consciencia.

En lenguaje común: “una cosa, no quita la otra”.

 

La sabiduría está en mantener unidos los diferentes niveles de consciencia y saber cuando enfatizar uno o priorizar otro.

 

Cuando Jesús está relatando su parábola y termina diciendo: “Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos simples (inútiles) servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”, está hablando desde la Consciencia Una, desde lo Uno.

Jesús es consciente de que el “Único Sujeto” es Dios y que nosotros somos simples “cauces” por donde la Vida divina pasa y se manifiesta.

La mística hebrea, que Jesús bien conocía, diría: “Ein od milvadó”, es decir “no hay nada afuera de Él”. Solo hay Dios.

 

Tal vez es el nivel de consciencia más profundo y elevado al cual podamos acceder. Es el “Yo Soy” de Jesús en Juan 8, 58.

 

La mística hindú lo expresa diciendo que no hay “un hacedor”: es la divinidad que “hace” a través de nosotros y de la creación.

La mística budista lo expresa a través de la paradoja y la negación: el no-yo y la no-mente.

El sufismo lo revela a través de las imágenes unitivas del amor:

 

¡Oh, Dios grande!,

mi alma con la tuya se ha mezclado,

como el agua con el vino.

¿Quién puede separar el vino del agua?

¿Quién, a ti y a mí, de nuestra unión?” (Rumi)

 

Tal vez la mística cristiana se asemeja mucho al sufismo, utilizando expresiones amorosas y nupciales, manifestando la unión del alma con la divinidad.

 

Este profundísimo y también misterioso, inefable e indescriptible nivel de consciencia no anula el otro, donde la psicología tiene mucho que aportar y que decir.

 

Los niveles de consciencia son como círculos concéntricos que van asumiendo y trascendiendo – sin negarlos – los anteriores.

 

Estamos llamados a vivir y a asumir nuestra humanidad en plenitud. Somos también cuerpo y psique, materia, pensamientos, emociones y sentimientos; todo este mundo tiene su manera de funcionar y sus reglas, que hay que conocer y desarrollar.

 

Entonces todos los niveles de consciencia son validos y tienen sus propias reglas y símbolos.

 

Somos siervos inútiles”: sin duda, desde la Consciencia Una, donde somos conscientes que “solo existe Dios”. Sobre nuestra nada el todo de Dios.

 

Somos valiosos e importantes y nuestro hacer vale mucho”: sin duda, desde la consciencia de nuestra individualidad, nuestra personalidad y creaturalidad.

 

Desarrollar ambos aspectos – y los niveles de consciencia intermedios – es entonces fundamental.

 

La clave – a mi parecer – está en aprender a vivir “desde la Consciencia Una”: ahí todo está siempre bien, todo está en calma y en la luz.

 

Para esto necesitamos hacer nuestro el pedido de los apóstoles: “Auméntanos la fe”.

Jesús, para mostrar lo que es la “fe” les lanza la conocida frase: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: Arráncate de raíz y plántate en el mar, ella les obedecería” (17, 6).

La fe de Jesús es confianza y visión.

“Grano de mostaza”, “morera” y “mar” en realidad son lo mismo: revelación de lo Uno que en ellos habita y se manifiesta de manera distinta.

 

Todo está sostenido y abrazo por el Misterio.

La Presencia de Dios todo lo inunda y envuelve.

Somos siervos inútiles.

Somos nada y tu, ¡Oh Dios! grande, lo eres Todo.

Respiro y sé que, en Ti, soy.

Soy y respiro y sé que Tú, en mí, eres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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