sábado, 10 de diciembre de 2022

Mateo 11, 2-11

 


 

Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10): podría ser perfectamente este el resumen de todo el mensaje de Jesús y del evangelio.

Por eso, también, podría ser perfectamente el mejor comentario al texto evangélico de este tercer domingo de Adviento.

 

Juan desde la cárcel – fascinado y sorprendido por lo que se oye sobre el nazareno – intenta averiguar más sobre su identidad y Jesús le manda a decir: “los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres” (11, 5).

 

La respuesta de Jesús no es teórica y no es dogmática. No es una respuesta “religiosa”. La respuesta de Jesús trasuda y destila vida.

Jesús vino a mostrarnos y revelarnos al Dios de la vida, al Dios que ama la vida, al Dios que, en todo, se revela y se manifiesta.

 

Como expresó magistralmente San Ireneo de Lyon en el segundo siglo: “La gloria de Dios es el hombre viviente.

Todo vive, todo es manifestación de la Vida Una. Jesús nos invita a entrar en esta visión y en esta dinámica. Jesús y el evangelio nos invitan a dar nuestro aporte para que en el mundo – este maravilloso y sufriente mundo – brille la Vida.

 

Afirma muy bellamente José Antonio Pagola: “Si algo caracteriza la personalidad de Jesús es su amor apasionado a la vida, su biofilia. Los relatos evangélicos lo presentan luchando contra todo lo que bloquea la vida, la mutila o empequeñece. Siempre atento a lo que puede hacer crecer a las personas. Siempre sembrando vida, salud, sentido.

 

Su amor apasionado a la vida”: ¡qué hermosura! ¡Qué caminos infinitos se nos abren!

 

En este sentido, Jesús es patrimonio de la humanidad, no es propiedad exclusiva de la iglesia y de los cristianos y el Papa lo subraya muy a menudo, con sus palabras y actitudes. Hay que devolver a Jesús y al evangelio al mundo entero… ¿no será esta la misión más importante de la iglesia?

 

Ya lo decía con fuerza a los cristianos, el filósofo marxista francés, Roger Garaudy: “Ustedes han recogido y conservado esta esperanza que es Jesucristo. Devuélvanla, pues ella pertenece a todo el mundo.

 

¡Queremos devolverte al mundo, Jesús!

¡Queremos gritar con nuestros silencios y nuestras obras, la Vida que somos y que nos habita!

Nos abriste la puerta, nos dijiste que tú mismo eras puerta. Pasando por ti, todo es vida.

Dejándonos atravesar por ti, todo es vida.

Queremos ver el mundo con tus ojos enamorados y apasionados.

Queremos dejar lo que estanca la vida, lo que nos hacer “perder el tiempo”, lo que debilita la alegría.

Amar la vida y devolver vida con cada gesto, con cada silencio, con cada palabra.

Queremos que el Dios de la vida que nos mostraste, se nos revele y nos viva.

No queremos más vivir desde nuestro pequeño y egocéntrico “yo”; queremos vivir desde el Único, desde el Solo, desde el Auténtico Yo.

Queremos sembrar vida a cada paso, como el buen sembrador de tu parábola.

Queremos desparramar vida, como desparramaste abrazos a los niños y sonrisas a los enfermos y a los tristes.

Queremos recoger el dolor de los hermanos y devolver el sentido y la esperanza.

Queremos cantar de gozo como San Francisco y queremos, una vez más, ser el vacío más radical en tus manos, para que el Misterio que te enamoró, nos traspase totalmente.

Y ser agujeros de tu flauta, por donde el aroma del Espíritu, pueda revelarse al mundo y hacer bailar a las piedras.

 

 

 

 

 

 

 

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