sábado, 12 de agosto de 2023

Mateo 14, 22-33

 

Un texto bellísimo, apasionante, fundamental. Mateo nos regala una catequesis sobre la emuná, la confianza radical.

 

El evangelista sigue insistiendo sobre el silencio y la soledad del Maestro: “subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo” (14, 23). Pocos antes, en el versículo 13, había dicho: “Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para esta a solas” (14, 13).

En solo diez versículos, Mateo nos repite la misma cosa: ¡tan impactante tiene que haber sido el silencio de Jesús y su búsqueda de soledad!

El domingo pasado hemos visto que, desde el silencio y la soledad, brotó la compasión; hoy, desde este mismo silencio y soledad, brota la emuná.

Parecería que silencio y soledad son la fuente de donde surge lo esencial y de donde surge la fuerza para vivir la vida con sentido y desde el amor.

 

La catequesis de Mateo quiere mostrarnos el camino “del miedo a la confianza”: sin duda uno de los ejes – tal vez el más importante – del crecimiento y del camino espiritual.

Del miedo a la confianza.

Del miedo a la confianza.

Del miedo a la confianza. (Te invito a escribir esta frase en un papel y pegarla en tu heladera o ponerla en la mesa de luz).

 

Jesús “camina sobre las aguas”: extraordinaria metáfora del misterio de la vida. La vida es frágil, incierta, inestable, sorprendente. La incertidumbre nos acompaña a cada paso. Por eso el miedo. Por eso la angustiosa búsqueda de seguridades que invade a los seres humanos. Nos cuesta aceptar y comprender la fragilidad de la vida. Nos cuesta vivir sin seguridades. Por eso el miedo. El miedo es una de las emociones básicas de la vida y, en su justa medida, tiene un rol positivo: se encarga de nuestra supervivencia. Sin un mínimo de miedo, estaríamos todos muertos antes del tiempo.

El gran problema es cuando el miedo abarca más de lo esperable, cuando invade la vida, acecha el alma, oscurece la mente, bloquea la vida. Con extrema facilidad el miedo conquista nuestros espacios y, con frecuencia, se convierte en patológico.

 

La neurociencia moderna ha descubierto que la confianza y el miedo utilizan las mismas redes neuronales para funcionar. Son las dos caras de la misma moneda y por lo tanto, no pueden estar activas al mismo tiempo. Para el cerebro, o tienes miedo o tienes confianza, pero no puedes encontrarte en ambos estados a la vez.

¡La neurociencia está demostrando científicamente lo que los místicos ya vislumbraban – y vivían – desde la espiritualidad!

 

Lo que ocurre a nivel neuronal en nuestro cerebro, tiene que convertirse también en el centro de nuestro camino espiritual.

Estamos llamados a vivir desde la emuná radical de Jesús: ¡qué hermoso vivir así!

Desde lo simbólico de la catequesis de Mateo, podemos ver que Jesús invita a Pedro a entrar en su misma emuná: “ven” (14, 29) y Pedro se atreve, pero su caminar en emuná es sacudido por el viento y la emuná se esfuma. ¿Y que ocurre? Pedro se hunde.

Cuando perdemos la confianza en la Vida y en el Misterio de Dios que nos sostiene, nos hundimos; la vida pierde sentido, las dificultades nos parecen insuperables, todo nos asusta y vemos peligros por todo lado… se activó la red neuronal del miedo que no puede coexistir con la confianza.

 

Mateo nos asegura: ¡Tranquilos! Jesús tiende la mano a Pedro, lo rescata y el viento se calma. La emuná hace el milagro: ¡la emuná es el milagro!

La emuná salva la vida y engendra la calma.

¡Siempre podemos volver a la emuná!

Es el camino, el más hermoso.

 

Todo, absolutamente todo lo que nos ocurre en la vida, adentro y afuera, está perfectamente diseñado para que crezcamos en la emuná.

 

Cuando no sé qué hacer, ni adónde ir… ¡emuná!

Cuando me siento perdido y sin rumbo… ¡emuná!

Cuando me siento solo e incomprendido… ¡emuná!

Cuando estoy en el dolor y me siento solo… ¡emuná!

Cuando Dios parece estar lejos… ¡emuná!

Cuando estoy sin fuerzas y sin ganas… ¡emuná!

Cuando no me entiendo y no entiendo a los demás… ¡emuná!

Cuando no le encuentro sentido a la vida y a las cosas… ¡emuná!

Cuando me atrapa una tormenta emocional… ¡emuná!

Cuando mi mente está inquieta… ¡emuná!

Cuando me visita la ansiedad o la angustia… ¡emuná!

Cuando estoy enfermo… ¡emuná!

Cuando me critican y calumnian… ¡emuná!

 

 

 

 

 

 


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