sábado, 27 de abril de 2024

Juan 15, 1-8


 


Nos encontramos hoy frente a una de las metáforas más claras y bellas de la no-dualidad: la vid y el sarmiento son no-dos. El sarmiento es también vid y la vid se revela como sarmiento. Otras metáforas nos pueden ayudar a esta comprensión intuitiva: vacío y forma, agua y olas, Dios y cosmos, Inmanifestado y manifiesto, Espíritu y materia. El lenguaje se queda corto, ya que el lenguaje surge de la mente y la forma de conocer mental es estrictamente por separación, por fragmentación; por eso que la expresión no-dualidad es, tal vez, la menos inadecuada para expresar la realidad y el Misterio.

La mente o ve la vid o ve el sarmiento, pero no logra captar lo Uno y lo distinto a la vez.

Esta, justamente, es la no-dualidad, la visión mistica y contemplativa: captar simultaneamente lo Uno que se expresa en lo distinto y captar lo distinto como expresión de lo Uno.  

 

Jesús vivía en esta consciencia y por eso pudo encontrar esta maravillosa metafora.

 

Desde esta comprensión profunda se desprenden unas importantes consecuencias.

 

El sarmiento solo vive porque está unido a la vid. No hay vida en la separación.

Nosotros vivimos por estar participando de la Única Vida: por eso que desde siempre la mística nos advierte de la ilusión de la separación. El sentirnos separados – de la vida, de Dios, de los demás, de lo que sea – es ilusorio. No existe la separación. Existe la no-consciencia de lo Uno y de la Unidad. Esta falta de consciencia nos lleva a experimentar emociones que reflejan la separación: soledad, angustia, miedo.

 

La realidad – y este es el anuncio perenne del camino místico – es lo Uno y la Unidad. Esta Unidad no anula las diferencias, sino que las fundamenta y las abraza; por otro lado, diferencia no significa separación.

 

Por todo eso el evangelista Juan insiste en el verbo “permanecer”. En nuestro breve texto aparece siete veces este verbo griego tan querido por Juan: “ménein”, que se puede traducir con “morar” o “permanecer”.

 

La invitación del evangelista no expresa un esfuerzo moral, sino una toma de consciencia: sean conscientes de la Unidad, sean conscientes de vivir en Dios, sean conscientes de ser una expresión única y original de la vida divina.

 

¡Qué extraordinario!

 

Acá se nos juega todo.

 

Estamos invitados a permanecer en la consciencia de lo Uno, a vivir desde esta consciencia, a reflejar esta consciencia en nuestras actitudes y diario vivir.

 

Por eso el texto hay que leerlo en clave de sabiduría y no en clave moral o amenazante, como tristemente estamos aconstumbrados: hagas lo que hagas, eres un sarmiento en la vid.

 

Hagas lo que hagas, eres Uno con la vida.

Hagas lo que hagas, eres amado y eres amor.

 

Mantener esta consciencia nos hace permanecer también a nivel psicologico y emocional y por eso nos regala estabilidad, fortaleza, alegría.

 

Comprendemos así de otra forma la referencia de Jesús a la poda: “El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía” (15, 2).  

 

La poda, los cortes que nos ocurren en la vida, son un llamado y una invitación del Espíritu a vivir desde nuestra identidad profunda: Uno con la vid. La vida poda las ilusiones de separación, corta lo que nos impide caer en la consciencia de Unidad. ¡Bendecida poda!

 

No podemos perder lo que somos, perdemos solo lo que no-somos.

 

Por eso el camino espiritual se centra – o debería centrarse – en el descubrimiento de nuestra verdadera identidad y en vivir de acuerdo con ella.

Somos vida y no podemos no serlo. Somos y no podemos no-ser. Podemos vivir desde la ilusión de la separción y la fragmentación, pero la angustia nos llevará de vuelta a casa.

 

Desde este permanecer los frutos vienen solos: el sarmiento no se preocupa de producir fruto; el fruto es la consecuencia normal de estar unido a la vid.

Nuestra única tarea es permanecer en la consciencia de unidad: los frutos vendrán solitos y sabrosos.

 

 

 

 

 

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