sábado, 9 de agosto de 2025

Lucas 12, 32-48


 

Donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón” (12, 34): nuestro texto amanece con las hermosas imágenes del tesoro y del corazón.

 

¿Cuál es tu tesoro?

¿Dónde está puesto tu corazón?

 

Preguntas importantes, diría esenciales. No respondas instintiva o impulsivamente: nos engañamos con facilidad. Son preguntas que deben resonar constantemente en nuestras vidas. Es muy fácil perder el rumbo y con frecuencia nos distraemos.

El ruido, el consumismo, la trivialidad nos acechan y nos confunden.

 

¿Cuál es tu tesoro?

No hay que confundir el deseo con la realidad: si respondo “Dios” y cada noche me la paso mirando la televisión, el deseo no va de la mano de lo real. Si respondo “Dios” y vivo enojado, en conflicto y me cuesta amar, el deseo no va de la mano de lo real.

Si respondo “Dios” y mi vida de oración se reduce a la Misa dominical o al “Padre Nuestro” de la mañana y de la noche, el deseo no va de la mano de lo real.

Perdón por lo áspero y tajante, pero no crecemos sin honestidad.

 

Hay que vigilar, hay que estar atentos: es el otro gran mensaje del evangelio de hoy.

 

Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas” (12, 35): Jesús nos invita a la atención. Jesús, como todo sabio y maestro espiritual, sabe que la atención es fundamental.

 

Jesús nos invita a estar preparados, con las lámparas encendidas: es el gran símbolo de la luz que, a su vez, simboliza la consciencia despierta.

 

Atención, luz, consciencia: tres palabras para expresar lo mismo, tres palabras que van de la mano y que se iluminan recíprocamente.

La atención se ejercita. La lámpara hay que prenderla. La consciencia debe despertar.

Si queremos crecer espiritualmente, es urgente salir del modo “piloto automático”.

 

La mente tiene una inercia brutal y nos atrapa constantemente. Igual nuestras emociones. Vivimos a menudo esclavos de una mente distraída, compulsiva, herida. Vivimos en el vórtice de unos pensamientos inútiles y superficiales.

 

El evangelio nos invita a prender la lámpara de la consciencia.

 

¿Cómo hacer?

 

Tenemos una autopista y un camino privilegiado para eso: la meditación, la oración contemplativa, silencio y soledad.

En nuestras sociedades consumistas y superficiales la tentación, también en la espiritualidad y en el desarrollo humano, es buscar atajos y caminos fáciles.

 

A largo plazo, no funcionan. Los maestros espirituales nos lo advierten desde siglos y desde distintas tradiciones y culturas.

 

Por eso, desde siempre, el camino místico y el éxtasis, van de la mano de la ascesis.

 

Todo es un regalo, por cierto. El regalo está siempre ahí, pero lo recibimos a través de nuestro compromiso y de cierto esfuerzo.

 

La maravillosa vista desde la cumbre de una montaña, está ahí, es un regalo, es gratis: pero la montaña hay que subirla. En esto va también la dignidad infinita del ser humano.

 

Lo sabemos bien y lo hemos aprendido a través de nuestras experiencias cotidianas y concretas: lo que no cuesta esfuerzo no se valora. Lograr algo a través de nuestro trabajo y esfuerzo, nos da una satisfacción y un sentido de plenitud, inigualables.

 

Otra herramienta para “prender la lámpara” es, sin duda, el camino de la entrega y del amor al prójimo, el camino de un amor concreto, compasivo y comprometido.

 

Pero, hay que decirlo: este camino, sin espacios diarios de silencio y de oración, corre el peligro de ser un escape; como justamente avisó el teólogo protestante, Jürgen Moltmann:

 

Quien quiere colmar su propio vacío interior prestando ayuda a los demás, solo difunde su mismo vacío. ¿Por qué? Porque cada ser humano, a diferencia de lo que quisieran los individuos activos, obra para los demás más con su propio ser que con su hablar y actuar. Solamente quien se encontró a si mismo podrá también darse a si mismo

 

Solo enfrentando nuestro propio vacío, nuestras heridas y nuestros miedos, la lámpara arderá de luz divina y nuestro amor será auténtico y fecundo. De lo contrario, caeremos en un absurdo activismo, en frustración, angustia y cansancio.

 

En el atardecer del texto se nos muestra claramente como Jesús apunta al despertar de la consciencia:

 

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (12, 47-48).

 

La atención nos llevará al despertar de consciencia, a más claridad, honestidad y lucidez y, a cuanta más consciencia, más responsabilidad. Tu crecimiento en consciencia, te hace más responsable.

 

La luz nos regala visión, y la visión exige compromiso.

Si veo lo que tengo que hacer, y no lo hago, traiciono a mi propia consciencia y, por ende, al Autor y al Dador de la Luz.

 

Al final, entonces, tesoro, corazón, luz y consciencia, coinciden.

 

 

 

 

 

 

 

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