Tal vez la única pregunta sensata
es la siguiente: ¿Se puede ser feliz cuando cada 4 segundos en el mundo muere
un niño por desnutrición o enfermedad curable?
El sitio internet www.globalissues.org
(en inglés) se ocupa de los problemas mundiales que afectan a todos. Y nos
recuerda cada día esta silenciosa matanza: mueren cada día alrededor de 21.000
niños.
Reitero la pregunta: ¿Se puede ser feliz cuando cada 4 segundos en
el mundo muere un niño por desnutrición o enfermedad curable?
Es la única pregunta sensata
porque nos enfrenta a la persistente paradoja de la vida: el infinito anhelo de
felicidad del corazón humano y la experiencia a menudo terrible del mal y del
dolor.
¿Tengo derecho a la felicidad
cuando tantos seres humanos como yo
sufren las terribles consecuencias del egoísmo y la codicia de otros tantos
seres humanos también como yo?
Obviamente estamos hablando del
dolor fruto del egoísmo humano y no del dolor “normal” típico de nuestra
condición humana.
En mi experiencia en realidad es
una pregunta que no tiene respuesta definitiva. Es una pregunta que tendría que
quedar siempre ahí, pegada en la heladera, con caracteres grandes.
No para angustiarnos, sino para
cuestionar nuestras comodidades, nuestras quejas, nuestras distorsionadas ideas
de felicidad.
¿Puedo ser feliz cuando un niño
muere cada 4 segundos por la codicia humana?
Puedo y debo si. A dos
condiciones: soportar la angustia de la pregunta y saber morir con cada niño
que muere.
Puedo y debo ser feliz: estamos
hechos para eso. El corazón humano está hecho para la plenitud de vida. Ser
feliz, vivir desde la paz que somos, es también la mejor manera para ofrecer
luz al mundo y poder transformar las situaciones de dolor.
“Debo” ser feliz justamente para
que todos lo sean. Enfrentar mis miedos y mi dolor es la manera más efectiva
para ayudar a los demás.
Podemos leer así también la
opción de Jesús por los pobres que fue tomada con radicalidad por la teología de
la liberación latinoamericana: optar por los pobres y estar cerca de los pobres
no significa amar la pobreza y engendrar más pobres, sino justamente lo
opuesto: optamos por los pobres para que haya menos y para crecer en justicia,
solidaridad y dignidad.
El primero de los cuatro votos
del budismo afirma: “Por numerosos que sean los seres sensibles hago el voto
de salvarlos a todos.” Es la
universalidad característica suprema del Amor, característica que marca también
el camino cristiano. El Amor no conoce parcialidad. Mi liberación del
sufrimiento es la liberación de todos los seres.
En el camino
de crecimiento debería llegar un punto donde mi individualidad se funde con la
universalidad: percibo la unidad que sostiene y engendra lo distinto. Me percibo
UNO con todo y desde el Amor que soy y somos puedo morir con cada niño, sin
dejar de percibir ese mismo y único Amor.
Ahí percibo
que liberarme de sufrimiento inútil es liberar a todos los seres de ese mismo
sufrimiento y que descubrir mi autentica naturaleza – el amor dicho cristianamente – es un paso decisivo para que todos
los seres vivientes lo descubran.
Así que,
cuando mi experiencia de felicidad y de paz no excluye, sino incluye al
Universo, es legitima, necesaria y colabora misteriosamente para que todos los
seres vivos puedan disfrutar desde ya la plenitud anhelada.
Podemos
comprender todo eso desde otra perspectiva: todo sufrimiento inútil está
provocado por el egoísmo humano y ese mismo egoísmo es fruto de la ignorancia
de nuestro ser: amor pleno y eterno. Desde ahí resulta evidente que descubrir y
vivirse a partir de lo que somos es lo único necesario para salir del egoísmo,
lo mejor que pueda hacer para la felicidad de todos.
Es el motor
de transformación más poderoso.
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