Pentecostés: fiesta del Espíritu. Fiesta
del Aliento: “Sopló sobre ellos” (Jn 20,
22).
El Aliento de Jesús es el mismo Aliento
de la creación: “el soplo de Dios
aleteaba sobre las aguas” (Gen 1, 1). El mismo Aliento que Jesús entregó
antes de morir: “entregó su espíritu”
(Jn 19, 30).
“Dios
es el Aliento de todos los alientos” indican sigilosamente los místicos.
El Espíritu y el Aliento apuntan a
nuestra esencia, al Amor que somos, al Amor que todo lo llena.
El Espíritu de Pentecostés es el
Espíritu que nos sacude, que destrona los miedos, que impulsa el amor, que destila
creatividad.
Amor y miedo son incompatibles, como
amor y esclavitud.
Libera el Espíritu, libera para el amor,
libera para amar.
No se ve al Espíritu, como no se ve el
Aliento.
Se puede sentir, se puede intuir y
percibir. Se puede sugerir.
Libres de deseos y necesidades, el
Espíritu se deja rozar y se deja intuir… si intentas detenerlo o atraparlo, lo
perderás.
Hay que acostumbrarse a la invisibilidad
del Espíritu y del Aliento: es más real lo invisible, más libre y universal.
Fluye el Espíritu por nuestras venas y
fluye por las venas de le iglesia, sacudiendo y renovando. Fluye el Aliento por
los silencios budistas y las incoherencias humanas. Fluye sereno en la
búsquedas de peregrinos y ateos, del hombre sufriente y del creyente. Fluye el
Aliento en el barro y en la sangre de nuestros egoísmos y violencias. Fluye
también en el vuelo de los pájaros y en rugir de los leones. Fluye libre en la
savia de los árboles y en las imponentes montañas. Fluye en las profundidades
ocultas de los bosques. Fluye sin miedo y sin duda: Presencia presente, también
en la ausencia. Presencia que nos recrea a cada instante.
Fluye y busca nuestra frágil carne para
expresarse.
Es Calma y Poder el Aliento del Cristo.
Serena tu mente, serena tu corazón: está
ahí.
Es tu misma esencia.
Silencio.
Escucha. Escucha.
Respiro y en mi respirar me descubro
amado y logro ver el Amor inundando el Universo.
El Espíritu del Cristo es tu mismo
Aliento.
Escondido y humilde el Espíritu reposa
luminoso y activo en el centro de tu ser.
El Aliento del Cristo te respira y es la
Vida de tu vida.
En palabras de San Agustín:
"Ama tu vida.
Tu vida es Dios,
tu vida es Cristo,
tu vida es el Espíritu Santo" (Discursos 161, 7).
En palabras de San Agustín:
"Ama tu vida.
Tu vida es Dios,
tu vida es Cristo,
tu vida es el Espíritu Santo" (Discursos 161, 7).
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