viernes, 24 de agosto de 2018

Respirar el Universo




Hace poco me encontré con dos textos que me encantaron, me sorprendieron y me sugirieron una reflexión.
En una primera instancia me encontré con el texto del maestro zen Kodo Sawaki (1880-1965):

Nuestra espiración es la de todo el universo. Nuestra inspiración es la de todo el universo. En cada instante actualizamos la gran obra ilimitada. Tener este espíritu es hacer que desaparezca la desgracia y engendrar la felicidad absoluta.

En un segundo momento con una frase de Hildegarda de Bingen (1098-1179):

La oración no es nada más que inhalar y exhalar el espíritu del universo.

Dos textos y dos experiencias muy distantes en el tiempo, la cultura, la visión del mundo y la visión religiosa.
Por un lado un maestro zen japonés del siglo XX y por el otro una monja católica alemana del siglo XII.

Experiencias muy distintas que coinciden en lo esencial: esto es, en pocas palabras, el núcleo de la vida y la experiencia fundamental a la cual estamos llamados.

La visión no-dual o mística no anula las distinciones, sino que las abarca, resuelve, comprende en el gran abrazo de la Unicidad.

El Ser se expresa a sí mismo en formas distintas. La Luz se revela y juega con los colores. El Silencio permite infinitas palabras. Lo Uno se manifiesta en la multiplicidad. En la Casa hay muchas habitaciones.

Esta es la experiencia y la visión mística que desde siempre los místicos de todas las tradiciones nos invitan a descubrir, porque saben con certeza – lo han visto – que es lo único esencial, es la visión que transforma por completo la existencia.
Jesús de Nazaret experimentó lo mismo y lo comunicó a través de su cultura y las coordenadas sociales y religiosas de su tiempo.

Nuestros dos textos unen tres dimensiones: oración, respiración, universo.
En lo esencial Kodo e Hildegarda coinciden: respirar conscientemente es fluir con la totalidad.
La respiración – la misma etimología lo dice – tiene estrecha relación con “espíritu”.
Respirar nos conecta con el Espíritu, nos abre al Espíritu. Respirar con atención nos introduce en el silencio: la mente y el cuerpo callan. Solo hay Espíritu. Solo respiramos.
No hay más “yo”: Eso respira a través de tus pulmones y tu silencio. El Universo ya no es algo extraño y separado. Fluye por tus venas el Universo entero y el Misterio – Eso que te respira – se hace Casa y Luz. Y todo está bien. Se terminan los conflictos y empezamos a amar las diferencias como revelación del Único Amor.

¿No es esta oración?
En mi caso particular es la única manera de entender y vivir la oración. Y, de vez en cuando, se percibe el milagro siempre presente: ya no hay oración, ni movimiento, hacer o no hacer. Simple y maravillosamente solo hay Vida viviéndose. Entonces oramos, nos movemos, hacemos y no hacemos.

El zen lo dice así: “antes de la iluminación las montañas son montañas y los ríos son ríos. Después de la iluminación las montañas son montañas y los ríos son ríos.
¿Cambió algo?
Obvio: cambió todo y no cambió nada.
La mente no lo entiende. Respira y déjate respirar: el silencio lo entenderá.


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