sábado, 16 de octubre de 2021

Marcos 10, 35-45

 

 

Santiago y Juan le piden a Jesús un puesto especial, algún tipo de privilegio.

El evangelista es honesto y no teme dejar en ridículo a dos de los principales apóstoles del maestro; por eso es muy probable el fundamento histórico de este acontecimiento u otros por el estilo. Mateo intentará suavizará la imagen de Santiago y Juan diciendo que fue la madre de los apóstoles la que pidió privilegios para sus hijos (Mt 20, 20-23).

 

La ambición, la búsqueda de privilegios y la necesidad de sentirse especial acompañan al ser humano desde siempre. Es parte de nuestro ego, una parte que pide ser reconocida, asumida y trascendida.

La historia de la iglesia y del cristianismo está repleta de estas oscuridades que poco o nada tienen que ver con el evangelio.

El Papa Francisco insiste mucho en la necesidad de dejar la ambición y el “carrerismo” que afectan profundamente a la vida de la iglesia.

Seguimos todavía enredados en los títulos, la búsqueda de algún privilegio, el deseo de nombramientos y de roles.

Curas que desean ser obispos, obispos que desean ser cardenales y cardenales que desean ser papa… también laicos y laicas que piden reconocimiento y roles privilegiados… buscamos poner algún titulo delante de nuestro hermoso nombre o destacarnos en algún aspecto.

Obviamente nadie (o casi nadie…) lo reconoce abiertamente, pero las actitudes a menudo lo delatan o lo hacen sospechar. Con frecuencia estas absurdas ambiciones están tan entreveradas con lo inconsciente que ni la propia persona se puede dar cuenta.

 

Jesús se sorprende del pedido de Santiago y Juan: “No saben lo que piden” (10, 38).

Respuesta tajante de Jesús que resuena con sus palabras en la cruz: “no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

No saben”: el problema es siempre la inconsciencia. El termino original en griego hace referencia al ver, a la vista. Se sabe y se conoce lo que se ve: “ver” es “conocer”. Por eso desde siempre la consciencia está relacionada a la visión y a la luz.

Santiago y Juan no están viendo. Los que asesinan a Jesús no están viendo. Todos ciegos, todos inconscientes.

El camino es siempre un camino desde la consciencia, hacia la consciencia.

Jesús conoce las ataduras del ego y por eso responde con paciencia y con otra pregunta: es la sabiduría de los grandes maestros que intentan despertar a sus discípulos a través de preguntas.

Parece que la clave de la sabiduría se encierra en las preguntas y no en las respuestas. “Hacerse” y “hacer” las preguntas correctas es lo fundamental.

Los otros diez apóstoles se indignan con Santiago y Juan: parece que tampoco ellos son conscientes y que tampoco entendieron el mensaje de Jesús.

Jesús los reúne a todos y les habla del servicio.

El maestro de Nazaret usa el ejemplo de los gobernantes y jefes de naciones; pasaron dos mil años y el ejemplo sigue vigente.

Aprendimos poco. Los gobernantes en muchos casos siguen actuando desde el poder y la búsqueda de privilegios y la política sigue siendo un instrumento para dominar y enriquecerse.

La vocación de servicio de la política y de todo político sigue – en general – en el debe. El sistema democrático no resolvió la tendencia de la política al enriquecimiento, a la búsqueda del poder y a la corrupción.

Los cristianos y especialmente los que tienen algún tipo de autoridad en la iglesia estamos llamados a iluminar a la política desde el servicio concreto y desinteresado.

Servir desde lo cotidiano, lo sencillo, lo pequeño.

Servir desde el anonimato, sin honores ni títulos.

Servir desde Jesús y como Jesús.

Como afirma bellamente José Antonio Pagola: “El verdadero modelo es Jesús. No gobierna, no impone, no domina ni controla. No ambiciona ningún poder. No se arroga títulos honoríficos. No busca su propio interés. Lo suyo es servir y dar la vida.

 

¿La iglesia no tendrá que cambiar algo?

Hay un famoso refrán que dice: “Ecclesia semper reformanda est”: la iglesia siempre está en proceso de reforma.

En este cambio de época el llamado a la reforma es urgente. El estancamiento de la iglesia y de las religiones tradicionales es notorio y profundo.

 

Necesitamos volver al evangelio, dejando muchas estructuras y el apego a doctrinas y dogmas.

Necesitamos menos reuniones y más fraternidad.

Necesitamos menos documentos y más cenas compartidas.

Necesitamos menos palabras y más silencio y espiritualidad.

 

 

 

No hay comentarios.:

Etiquetas