Se nos presenta hoy el famoso texto de “Marta y María”, un texto de mucha ternura y profundidad.
¿Cuál es el centro de la vida cristiana y de la espiritualidad?
¿Contemplación o acción?
¿Ser o hacer?
Son preguntas claves: dejemos que nos cuestionen y que escarben en nuestro corazón.
El camino de la mística y de la visión no-dual es una invitación a pasar del “o” al “y”.
No es “Marta o María”.
Es “Marta y María”.
No hay que elegir entre “contemplación” o “acción”. Hay que vivir las dos desde la unidad.
Las dos dimensiones son lo mismo desde distintas perspectivas.
Una vida plena y fecunda integra todas las dimensiones y las vive en armonía.
En la vida cristiana hemos perdido el eje y este mismo eje – por distintas situaciones y motivos – se corrió hacia la acción y con eso hemos perdido el sentido del hacer y la eficacia del hacer. Es el desequilibrio del activismo, que solo genera agotamiento, estrés y nerviosismo.
La pregunta clave, tal vez, sea la siguiente:
¿De dónde proviene el “hacer”?
Cuando nuestro “hacer” – aunque tengas buenas intenciones – no surge del ser, del silencio, de la contemplación caemos con facilidad en las trampas del “ego”, en la frustración, en el cansancio y en la comparación.
Cuando el “hacer” surge del “ser” todo fluye sereno y la alegría y el entusiasmo serán nuestros compañeros de camino.
Jesús, con ternura y paciencia, intenta mostrar a Marta esta verdad. Jesús no critica el servicio de Marta, sino el “modo”: el nerviosismo y la agitación.
Cuando en nuestro diario vivir y en nuestro actuar percibimos nerviosismo y agitación es el momento de parar, el momento de detenernos para preguntarnos: ¿Desde donde estoy viviendo? ¿Desde donde estoy haciendo las cosas?
En occidente y en el cristianismo tenemos que recuperar el “sentido del hacer”; y este sentido solo puede ver la luz desde el ser, desde la contemplación.
La clave está en “vivir desde dentro”. Vivir de “adentro” hacia “afuera”.
Sabemos que la pandemia más grave de las sociedades occidentales tiene que ver con la falta de sentido, con la superficialidad, con la ansiedad, con el estrés y los suicidios.
Estamos llamados a recuperar un estilo contemplativo.
La espiritualidad de tradición oriental – budismo, hinduismo, taoísmo – puede ser de gran ayuda y puede darnos herramientas importantes.
En el taoísmo se habla de “wu wei” que literalmente significa “no acción” y que, en realidad, expresa el sentido profundo de nuestro texto evangélico.
Wu wei: hacer sin esfuerzo egoico, sin el “yo” como protagonista. Dejar que la acción surja por sí sola y por sí misma.
Cuando estamos en conexión con el ser, la acción “se hace sola”. Somos simplemente instrumentos y canales del amor y de la gracia. Por eso la acción que “se hace sola” no agota, no produce nerviosismo ni agitación. Simplemente puede causar un cansancio normal, físico y psíquico, que hace parte de las limitaciones de la condición humana.
Acá encontramos el sentido de la expresión paulina a los gálatas: “No soy yo quién vive, sino Cristo que vive en mí”.
Acá también comprendemos la original interpretación que Maestro Eckhart hace del texto de Marta y María.
Eckhart era un contemplativo y sin duda es uno de los más grandes místicos del cristianismo. Nos esperaríamos que Eckhart diera su preferencia a María.
Sorprendentemente, en cambio, nos dice que Marta es más perfecta que María: una contemplación que no tenga su desenlace en el servicio y en la materia es un engaño y una trampa del ego.
Marta es más plena porque ama concretamente. Solo tiene que “integrar más a María”, para salir de la agitación.
Y María tiene que moverse, tiene que vivir la palabra del Maestro Jesús.
“¿Por qué ustedes me llaman: Señor, Señor, y no hacen lo que les digo?” (Lc 6, 46).
Marta y María: un mismo camino, un solo amor.
Seguimos la invitación de Jesús y vamos a elegir “la parte mejor”: vivir desde el ser, vivir desde dentro. Dejar que la Vida nos viva. Dejar que el Amor ame.
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