sábado, 11 de marzo de 2023

Juan 4, 5-26


 

En este tercer domingo de Cuaresma, se nos ofrece el maravilloso texto del encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Un texto lleno de ricos y profundos simbolismos: el pozo, el agua, el camino, la sed.

San Juan de la Cruz, en su mística intuición, nos alertó: “De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra.

 

Jesús está cansado de tanto andar, tal vez cansado de tantos encuentros, tanta escucha, tanto entregarse. Cansarse no está mal; es parte de nuestra humanidad, de nuestra estructura finita y limitada. Un “cansancio sano” es índice de que nos estamos entregando, estamos viviendo. No es sano un cansancio crónico, amargo, destructivo, agotador.

Jesús se sienta junto al pozo: ¡qué hermosa imagen! El Maestro se sienta. El Maestro sabe reconocer su cansancio, acepta sus límites, se regala un tiempo de recuperación.

Tenemos mucho que aprender en nuestro mundo agitado, hiperactivo. Tenemos que aprender otro ritmo de vida, aprender a regalarnos tiempos de descanso, de gratuidad. Aprender a sentarnos quietos y en silencio. La iglesia misma está llamada a dejar tanto activismo, para centrarse en el ser, en la calidad más que en la cantidad.

 

Jesús tiene sed.

 

También en otro lugar – en el mismo evangelio de Juan – se nos presenta la figura de un Jesús sediento: “Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.” (Jn 19, 28-30).

 

En ambos casos, la sed está asociada al Espíritu: esta conexión es fundamental.

 

La sed, en su místico simbolismo, está asociada al deseo, al anhelo. El ser humano es un ser de deseo. Nos movemos por el deseo, existimos por el deseo. En su máxima expresión y profundidad este deseo no es otra cosa que el mismo Espíritu.

 

El gran problema es que este deseo esencial queda opacado y confundido y – haciendo uso de metáforas – nuestra sed de “agua viva” se desvía hacia la Coca Cola, los jugos artificiales y la cerveza. Es decir: el deseo se corrompe y empezamos a desear cosas superficiales, banales, efímeras y hasta dañinas.

 

El dialogo entre Jesús y la samaritana es una brillante invitación a trabajar en nuestros deseos, a purificarlos, a ir más allá de lo superficial para descubrir el “deseo esencial” y sacarlo a la luz.

 

La purificación de deseo nos hace pasar por la “noche” recordada por Juan de la Cruz. En las noches, cuando la visión ya no sirve, solo nos puede conducir el deseo, el anhelo del corazón, la intuición interior.

 

Cuando todo está oscuro, ¿cuál es tu guía?

 

Escucha tu corazón, escucha tu sed.

Detrás y en el fondo de todos tus deseos está el anhelo y la búsqueda del Ein Sof, el Misterio Infinito que llamamos “Dios”.

 

Tus deseos – también los legítimos y santos – siempre indican un “algo más”. Nada en este plano nos puede satisfacer y llenar. Este plano es efímero, pasajero y nosotros estamos hechos con los ladrillos de lo Infinito, estamos hechos de una “pasta divina”.

Nuestra alma nunca se conformará con algo menos de lo Infinito.

 

Demos cabida al anhelo, al deseo esencial. Destapemos la olla, que salga la luz.

 

Nos espera el “agua viva”: ¡otra hermosa imagen! Esta agua viva – el Espíritu – no está afuera: “El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna” (4, 14).

 

El Espíritu nos habita, el Espíritu es nuestra esencia, nuestra identidad verdadera; este mismo Espíritu que genera el deseo, que nos hace desear, que nos invita a la búsqueda.

El Espíritu lo es todo y lo hace todo: engendra el deseo, sostiene el deseo y satisface el deseo que él mismo creó. Lo había visto, desde su fina percepción, Simone Weil: “Dios llena el vacío que el mismo crea.” Y, en este caso, deseo y vacío son sinónimos.

 

¡En ti vive el agua viva!  Eres deseo de plenitud.

Eres un hermoso manantial, fresco y puro. Ábrete, escucha, deja que fluya el agua viva, deja que esta agua te transforme, apague tu sed y la sed de tanta gente cansada y sedienta.

 

 

 

 

 

 

 

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