sábado, 24 de junio de 2023

Mateo 10, 26-33

 


 

¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros” (10, 29-31): tres versículos, tres humildes y simples versículos que concentran todo el evangelio. Tres versículos que son un programa de vida, una luz en el camino. Tres versículos que me fascinan, me conmueven, me estremecen. Tres versículos que nos abren una ventana al corazón de Jesús. Les aconsejo aprenderlos de memoria o imprimirlos y dejarlos a la vista en su casa.

 

La existencia de los pájaros es muy frágil, muy corta, muy expuesta al peligro y a la muerte. Su valor económico es irrisorio. A pesar de esta inmensa fragilidad – nos dice el evangelio – no se mueren ningún pájaro sin el (¿consentimiento del?) Padre: ¡qué misterio sin fondo! ¡Qué belleza inaudible!

 

¿Qué nos quiere decir Jesús?

¿Qué nos sugiere el evangelio?

 

El planteamiento es muy profundo ya que detrás están dos temas fundamentales: la libertad y la predestinación.

 

¿Somos en verdad libres?

¿Nuestro destino está marcado?

 

Desde siempre la filosofía, la teología y la espiritualidad dedicaron sus mejores esfuerzos para intentar desentrañar el misterio…. ¡y no pudieron! Actualmente la neurociencia nos está brindando nuevas herramientas y nuevos descubrimientos, para seguir profundizando.

 

Hay distintas posturas y visiones, hay pistas y caminos, pero el Misterio se nos escapa.

Nos ayudan dos criterios esenciales a la hora de investigar y crecer en comprensión: no confundir los niveles y mantener la paradoja.

En un nivel más pragmático y superficial tenemos la experiencia de “ser libres” y estamos llamados a crecer en libertad y a vivir desde la libertad.

En un nivel más profundo – tal vez el más profundo que podamos experimentar en nuestro viaje humano – la mística nos dice que nuestros “yoes” son ilusorios y solo hay un “Yo” que actúa: somos cauces por donde Dios actúa y se manifiesta.

 

Volvamos entonces a las dos preguntas:

 

¿Somos en verdad libres?

¿Nuestro destino está marcado?

 

Podemos responder: si y no. Debemos mantener lo paradójico e intentar caminar hacia niveles de consciencia cada más más integrales y profundos.

Sin duda Jesús tuvo esta consciencia mística y uno de los signos fundamentales fue su confianza.

Más allá de los esfuerzos de comprensión – también importantes y necesarios – la clave está en la confianza.

 

Jesús nos lo dice maravillosamente: “Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.”

 

Contar los cabellos es una empresa prácticamente imposible y diciendo que nuestros cabellos están contados, Jesús quiere expresar que hasta los mínimos detalles de nuestras existencias están custodiados en Dios y que no hay nada dejado al azar. Cada célula de tu cuerpo es amada y cada mitocondria cumple la orden del Padre. El Amor todo lo llena, todo lo sostiene, todo lo custodia. Cada uno de tus suspiros está custodiado y así, cada aliento, cada lagrima y cada anhelo, cada latido de tu corazón, cada sueño, cada incomprensión, cada gesto, cada palabra, cada mirada dada y recibida.

 

¿Cómo temer?

 

Por eso Jesús insiste: no teman. Confíen.

Por eso mismo, Juliana de Norwich nos dice: “Todo está bien y cada cosa está bien y cada cosa estará bien”.

No es un banal y simple optimismo.

Es la certeza que surge de la experiencia y de la visión, es la certeza de la Presencia del Padre.

Acá se nos abre una ventana interesante a partir del texto griego original. La traducción nos dice que ningún pájaro cae en tierra “sin el consentimiento del Padre”: en el texto original no existe la palabra “consentimiento” (que indicaría la voluntad, el querer) y por tanto la traducción sería: “ningún pájaro cae sin el Padre”. ¡Qué maravilla!

El texto no afirma una voluntad positiva de Dios que quiere que el pájaro se muera: nos dice que, en su morir, el Padre está ahí.

Queda zanjado así – de cierta manera – “el problema” filosófico/teológico sobre si Dios permite o no el mal, el dolor y la muerte: lo que importa, la clave de todo está en su Presencia.

Cuando el pájaro cae en tierra, Dios está ahí y Dios “muere” con el pájaro.

Cuando tu sufres, Dios está ahí y Dios sufre contigo.

Cuando alguien se muere, Dios está ahí y “muere” también.  

Nada ocurre sin el Padre, todo ocurre con. Más aún: todo ocurre en, desde, por, para, hacia el Padre.

 

¿Qué hay que temer?

 

 

 

 

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