Como sabemos, los evangelios nos transmiten muy pocas palabras de María. Según los evangelios canónicos, María habla 4 veces: en la anunciación (Lc 1, 26-38), en la visita a la prima Isabel (Lc 1, 46-55), cuando Jesús se pierde en el templo (Lc 2, 48) y en la boda de Caná (Jn 2, 1-5). Así que solo Lucas (3 veces) y Juan (1 vez) nos transmiten palabras de María, mientras que Mateo y Marcos no reportan ninguna palabra.
¿Por qué los evangelios son tan sobrios con las palabras de María?
Sin duda porque los evangelios son el anuncio de la Buena Noticia de Jesús de Nazaret y se centran especialmente en el evento pascual. Por otro lado, también podemos suponer, con suficiente certeza, que si los evangelios nos transmiten pocas palabras de María es también porque María hablaba poco. María es la mujer del silencio. Mujer del silencio no tanto y no solo de palabras, cuanto, de ego, de auto referencialidad. María es descentrada, su centro es Dios.
En el fondo María pronuncia una sola palabra: “fiat”, “si”. María no tiene nada que decir, porque ella es el espacio donde el Espíritu puede hablar. María calla, para que hable el Espíritu; y cuando habla el Espíritu la “magia” ocurre, la vida se manifiesta, Dios se revela. María es este espacio vacío, donde Dios puede expresarse, es un pentagrama blanco, donde la melodía divina toca su música.
El silencio de María es todo un programa de vida para nosotros y toda una revolución. En esta sociedad del ruido, de la palabra inútil, del chusmerio, de la superficialidad, la invitación de María al silencio, es revolucionaria.
¿Por qué no intentar cambiar nuestros hábitos?
¿Por qué no evitar el desgaste del ruido y de las palabras inútiles?
¿Por qué no introducir el silencio en nuestra cotidianidad?
Se puede, es maravilloso.
¡Fuerza! Verán un cambio extraordinario en sus vidas.
El silencio de María se manifiesta esencialmente en tres dimensiones
· María y la interioridad: Lucas 2, 19
María es una mujer interior, vive desde “adentro hacia afuera”. María se regala el tiempo para escucharse, escudriñar su corazón, escuchar la voz del Espíritu, reflexionar.
Dice el texto griego: ἡ δὲ Μαριὰμ πάντα συνετήρει τὰ ῥήματα ταῦτα συμβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς: se traduce “συμβάλλουσα” con “meditaba”, pero vamos a profundizar es esta palabra.
Como notamos συμβάλλουσα da origen a nuestro término “símbolo”; símbolo es el opuesto de diablo…el sím-bolo une, el dia-blo divide. María es una mujer “simbólica”, es decir que une, que descubre en toda la realidad la Presencia de Dios. Se podría traducir: “María iba juntando y uniendo todo en su corazón”.
María une todos los hilos de su historia para descubrir un proyecto, una Presencia, un sentido. María nos enseña a ser hombres y mujeres “simbólicos”, que se reconcilian con su historia y que saber descubrir la relación entre los acontecimientos y el proyecto de Dios. Para hacer este proceso necesitamos tiempo, paciencia, silencio, soledad.
· María y la escucha: Lucas 1, 26-38
El silencio de María “se hace escucha”. ¿Cómo podemos escuchar la voz del Espíritu sin silencio interior? ¿Cómo escuchar el susurro del alma? Este es el gran problema de nuestra sociedad, del mundo moderno y de la iglesia. Es un mundo con poca escucha, porque no hay silencio. Nuestras liturgias también son exageradamente cargadas de palabras. Hay una verborragia imperante. ¿Cómo escuchar si estamos constantemente conectados hacia afuera? ¿Cómo escuchar si estamos continuamente hablando?
María puede escuchar el mensaje angélico porque está interiormente en silencio. Su mente y su corazón están abiertos, silenciosos, confiados y quietos. El silencio y la escucha se entrenan, se desarrollan, como todo. Podemos dedicar un tiempo diario a sentarnos quietos y a escucharnos.
· María y la atención: Juan 2, 1-11
El silencio de María se hace atención. Para muchos la atención es la virtud espiritual por excelencia. La atención revela una consciencia despierta. Sin atención no hay amor. ¿Cómo puedo amar al otro si no estoy atento? La atención es tal vez la expresión más concreta, simple y pura del amor. Cuando le prestamos atención a alguien le estamos brindando nuestro amor, nuestra presencia consciente. El regalo más grande que podemos hacer al otro, es prestarle atención… y hoy se dificulta, especialmente por los celulares.
“Escúchame
con los ojos”, le dijo un niño a su padre que no lo estaba mirando cuando el niño hablaba.
María está atenta porque ama y ama porque está atenta: ¡falta el vino! El vino, entre otras cosas, es también símbolo del amor y de la fiesta ¡Falta el amor en esta boda! ¡Falta alegría! La atención de María devuelve el amor y la alegría.
¿Cómo vivimos la atención?
¿Estoy atento a mí mismo y mis anhelos profundos?
¿Estoy atento al otros y a sus necesidades profundas?
Otra vez:
¿Cómo puedo desarrollar y vivir la atención si siempre estoy corriendo, hablando, pensando, atrapado en los pensamientos?
Solo una mente quieta y silenciosa puede estar atenta.
La atención de María nos invita a detenernos, a cambiar nuestro estilo de vida, a vivir más lentos, mas conscientes.
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