sábado, 16 de septiembre de 2023

Mateo 18, 21-35


 

Diez mil talentos” y “cien denarios”: una desproporción absoluta que Jesús utiliza en su parábola, para hablar del perdón.

 

El perdón es el gran tema de nuestro texto y, tal vez, el gran o único tema de la humanidad.

 

¿Quién no tiene algo que perdonarse?

¿Quién no tiene algo que perdonar?

 

La desproporción aparece también en el famoso “setenta veces siete”: es decir “siempre”, sin límite. Esta expresión metafórica, que nos invita a perdonar siempre, empalma con la misma expresión que iba en sentido contrario y la transforma: “Caín será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta y siete” (Gen 4, 24).

 

¿Venganza o perdón?

 

Parece ser esta la clave de lectura de la Escritura y de la historia humana. Parece ser este, el único verdadero aprendizaje.

La historia de la humanidad oscila, desde siempre, entre grandes venganzas y grandes perdones.

 

Estamos en una época decisiva, donde estamos llamados a hacer del perdón el eje de nuestra existencia individual y colectiva. Todos los sabios – y hoy en día muchas corrientes psicológicas – insisten en el poder sanador del perdón, especialmente para quien lo otorga: ¡perdonar sana más al ofendido que al ofensor!

 

Vamos a profundizar en las claves del perdón que nos regala esta parábola.

 

Antes que nada, volvamos a la desproporción entre los “diez mil talentos” y los “cien denarios”: ¿Qué nos sugiere?

 

Nos sugiere que “todo es gracia”, todo es un don. La gratuidad nos envuelve, a partir del don de la vida. Es el gran mensaje de todas las tradiciones espirituales.

 

En el mismo evangelio de Mateo, Jesús nos dice: “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente” (Mt 10, 8)

Y San Pablo insiste: “¿Y qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Cor 4, 7).

 

El mismo Pablo, en el comienzo de la carta a los efesios canta, en su bellísimo himno, la gratuidad del amor de Dios y de su proyecto (Ef 1, 3-12).

 

Si todo es un don, si todo lo hemos recibido y lo estamos recibiendo, ¿cómo no vamos a perdonar?

 

La otra clave del perdón que se desprende del texto, es la de la comprensión y de la compasión.

 

Comprensión y compasión van de la mano y no hay una sin la otra.

 

Sin comprensión no hay compasión y sin compasión no hay comprensión: ahí radica la clave del perdón.

 

El verdadero perdón surge cuando nos damos cuenta que, en el nivel más profundo… ¡no hay nada que perdonar! Vivimos en el perdón, porque vivimos en una gratuidad sostenida.

Ya todo está perdonado, en este nivel más profundo.

 

¿Por qué?

¿Cuál es la comprensión?

 

Es la comprensión profunda de que cada ser humano hace lo que puede y sabe, desde su nivel de consciencia actual. Por eso, en sentido estricto, cada cual hace siempre lo mejor que puede desde su nivel de consciencia. Esta es la comprensión clave que genera la consciencia del perdón ya otorgado.

Es lo comprensión de Jesús poco antes de morir en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34).

“No saben”: no tienen consciencia. Por eso la compasión y el perdón.

 

Es fundamental comprender los distintos niveles de consciencia: es obvio que los asesinos de Jesús – y cualquier asesino lo sabe – sabían que lo estaban matando; pero esta consciencia era muy elemental, muy superficial, material y egoica… podemos decir ¡una consciencia inconsciente!

Por ejemplo: no sabían – no tenían consciencia – del valor de la vida humana, no tenían consciencia de lo que significaba matar a una persona, no tenían consciencia de lo que significa generar dolor en otro ser humano, no tenían consciencia de la dignidad de cada ser humano, no tenían consciencia de la presencia de Dios.

Si hubieran tenido consciencia de todo esto, sin duda no habrían asesinado al maestro.

 

Por eso que es esencial el camino de crecimiento en consciencia y en lucidez.

Cuando somos totalmente lucidos, solo podemos hacer una cosa: amarnos y amar. Porque la consciencia pura nos revela que la esencia de todo es el amor. La consciencia pura solo ve amor, solo ve a Dios.

 

Una aclaración importante: todo eso, obviamente, no significa justificar todo, que todo es lícito y todo vale. Simple y maravillosamente nos revela que el perdón está siempre ahí, otorgado, ofrecido, así como la espléndida gratuidad de la vida. Desde esta consciencia del perdón, los caminos históricos y concretos de reconciliación afectiva y efectiva, son mucho más llanos, sencillos y rápidos.

 

Esta comprensión lleva sin demora, a la compasión. Compasión que es el eje de todas las religiones y las tradiciones espirituales.

Si comprendo en profundidad que “el otro”, y yo mismo, estamos haciendo lo mejor que podemos desde nuestro nivel de consciencia actual, la compasión me invade, me sostiene y me empuja a la responsabilidad y al crecimiento.

 

Veremos “diez mil talentos” por todos lados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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