sábado, 23 de septiembre de 2023

Mateo 20, 1-16

 


 

Nunca es tarde, todo es gratis”: podríamos resumir así el eje del mensaje del texto evangélico de este domingo. Esta parábola de Jesús es, sin duda, la más provocativa y subversiva.

 

Provocar”, en su sentido etimológico derivado del latín, significa “llamar hacia adelante”, “desinstalar”: a través de esta parábola, el maestro nos invita a cambiar nuestra mirada sobre Dios y a dar un paso.

 

Subversiva” porque, justamente, va a tocar los fundamentos de nuestras imágenes de Dios y de nuestros conceptos sobre Él.

 

El centro del mensaje es la gratuidad compasiva, esta misma “gratuidad compasiva” que es, a la vez, el eje de todo el evangelio y del auténtico mensaje de todas las tradiciones religiosas de la humanidad.

 

Nuestro ego se rebela y se queja: “¡No es justo!” … No es justo que los que trabajaron solo una hora, ganen lo mismo que los que trabajaron todo el día.

El ego funciona a partir de la ley del mérito y la recompensa; el ego no conoce la ley de la gratuidad. Por eso que nuestro sentido de la justicia es sumamente frágil y limitado: juzgamos a partir de lo que vemos – muy poco en realidad – y sin tener en cuenta la realidad integral de la persona. La justicia, sin misericordia, siempre falla. Los sistemas judiciales de las naciones tienen mucho camino a recorrer, así también las religiones.

 

Cuando aplicamos a Dios nuestros criterios humanos de justicia y equidad, estamos creando un ídolo, una caricatura del Misterio y así se explica – es tan terrible reconocerlo, pero necesario – que en “nombre de Dios” se llevaron a cabo atrocidades.

 

Jesús quiere desinstalarnos, cuestionarnos y obligarnos a rever nuestros conceptos sobre Dios.

 

Por eso también, desde siempre, el camino místico se nutre del silencio mental, que destruye todas las imágenes y los ídolos y nos pone de frente al Misterio, desde la humildad y la apertura.

Recordemos otras palabras subversivas que durante el Concilio Vaticano II, dijo el Patriarca Máximo IV Saigh (1878-1967): “yo tampoco creo en el dios en que los ateos no creen.

 

El Misterio desborda todos nuestros cálculos y está más allá de la fe de los creyentes y del ateísmo de los que no creen.

La comprensión y la vivencia de esta parábola, entonces, nos llevan a otro modo de ver, más allá de la mente.

 

La gratuidad del Misterio nos sorprende: ¡dejémonos conmover por la gratuidad!

Se los ruego: ¡Dejemos que transforme nuestra vida!

 

Los quejosos y conflictivos obreros de la viña, no comprendieron que el regalo más grande era la posibilidad de trabajar en la viña, así como el hijo mayor en la parábola de Lucas (15, 11-32), no había comprendido que “todo era suyo” y se quejaba de que el Padre había matado el ternero gordo para su hermano y a él no le había dado ni siquiera un cabrito.

 

San Pablo lo pudo ver y por eso exclama extasiado: “Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor 3, 22-23).

 

Cuando “salimos” de la consciencia de la gratuidad, abrimos las puertas a la queja, a la envidia y a los celos.

 

¡Somos! ¡Eres!

Estamos participando del Misterio inefable e inagotable del Amor.

 

¿No es suficiente?

¿No te alcanza?

¿Por qué nos comparamos?

 

Nunca es tarde, para darse cuenta de la gratuidad que eres y que te habita.

Nunca es tarde, para volver a confiar en el Misterio.

Nunca es tarde, para hacer de tu vida un canto al Amor y una entrega feliz y radical.

 

Todo es gracia”, “todo es gracia”, “todo es gracia”: ¡sea este nuestro mantra! ¡Sea esta la única brújula de nuestra vida!

 

 

 

 

 

 

 

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