viernes, 13 de octubre de 2023

Reflexión sobre el conflicto en Medio Oriente

Hace poco traje unos gansos a “la casa del silencio” – donde vivo en el medio del campo, acá en Uruguay – y los pobres duraron unas pocas horas: sirvieron de cena a unos zorros.

Los animales matan por comer, por defenderse a sí mismos o a sus crías.

Los seres humanos casi siempre matamos otros seres humanos por otros motivos y, especialmente en las guerras, los motivos son bastantes peores que el de los animales: matamos por ambición, por odio, por interés.

 

Lo que estamos viendo en la reciente guerra entre Israel y la organización terrorista Hamás, carece de calificativos. Sin olvidar, por supuesto, la guerra entre Rusia y Ucrania (y las demás guerras que salpican al planeta) que ya pasó en segundo plano: nos encantan las novedades y así enterramos en el olvido hasta el sufrimiento que ya se volvió costumbre.

 

La tristeza es inmensa. Si tenemos algo de sensibilidad es muy posible que hasta la angustia nos visite: dejémosla ser; nos recuerda que todavía somos humanos.

Como decía el gran George Orwell: “lo más importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.

Las guerras siempre deshumanizan, más allá de que alguien quede vivo.

 

¿Cómo explicar tanta violencia, tanto odio, tanto dolor?

¿Y cómo no caer en el enojo y la sed de venganza y de violencia?

 

Se hace muy difícil.

 

Cuando caemos en la trampa de la ideología, todo es posible.

¡Estemos atentos, por favor!

 

Una guerra es una guerra: no hay izquierda ni derecha, no hay pobres ni ricos… en realidad algunos ricos, casi siempre políticos, lograrán zafar de la muerte, pero no quisiera estar en su consciencia por las noches, si es que les queda un hilo de esta misma consciencia.  

 

Todos mueren, todos sufren.

Mueren los niños palestinos y mueren los niños israelíes. Mueren las mujeres palestinas y mueren las mujeres israelíes. Mueren los soldados de ambas partes. Sufren los que quedan de ambas partes.

 

La vida no conoce de ideologías. La vida es vida. La vida vive. Las flores florecen en Gaza y florecen en Israel. Los bebés nacen en Gaza y nacen en Israel. Los niños quieren jugar en Gaza y quieren jugar en Israel. Nos gusta comer cosas ricas en Gaza y nos gusta comer cosas ricas en Israel.

 

¿Por qué no logramos disfrutar del hermoso regalo de la vida y de la existencia?

 

Somos estúpidos, los seres humanos. Demasiado.

 

Tal vez la estupidez supera el miedo a la muerte. Parecería que el miedo a la muerte es lo que más nos atrapa y nos condiciona… ¡pero no!

La estupidez – increíblemente – es más fuerte.

Sin guerras o con guerras, la muerte nos espera serena: no tiene apuro, ella.

 

Y somos tan estúpidos, tan egoístas, tan mezquinos que, en lugar de disfrutar en nuestra corta vida de la belleza y el amor, nos matamos antes. Y nos matamos con furia, con tortura, con inaudita violencia.

 

En las redes sociales esta misma estupidez y violencia campan a sus anchas. Pocas veces, como caído del cielo, aparece algún comentario decente.

 

¿Qué podemos hacer?

¿Qué estamos llamados a ser los que creemos que el amor es lo único real?

 

Para comenzar, callar. El silencio es siempre un buen consejero.

Opinar sin saber, es el principio de la estupidez.

El conflicto en Medio Oriente es tan complejo y tan manipulado por varios lados que cualquier opinión, tendrá errores. Si no eres un excelente e imparcial (¿es posible?) profesor de historia experto en el tema, tal vez es mejor abstenerse de opinar. Si estás involucrado emotivamente o ideológicamente, mejor no opines. Opinar sin fundamentos, genera más violencia, más rechazo: totalmente inútil.  

 

Sé consciente de tus ideologías. Si tu tendencia es de izquierda es muy posible que apoyarás el lado palestino y si tu tendencia es de derecha apoyarás al lado israelí. Si eres anti-imperialista estarás con los palestinos y si eres imperialista o capitalista estarás con Israel. Si tendrás parientes o amigos en Gaza, apoyarás a Palestina y si, en cambio, tienes parientes o amigos en Israel, lo apoyarás.

En cualquier de los casos tu mirada no será serena ni objetiva. Las ideologías y la emotividad distorsionan la lectura de la realidad.

 

No está mal tener una ideología y es normal la tormenta emocional: ¡pero sé consciente!

 

Solo habla cuando estés sereno, resuelto adentro, en paz. En caso contrario fomentarás más estupidez y más odio.

 

En segundo lugar, los que estamos lejos del conflicto y no podemos actuar directamente, lo mejor que podamos hacer es crear consciencia de unidad. Dejemos de fomentar división y separación. Dejemos de elegir bandos, sin dejar de denunciar la violencia, la barbarie y la estupidez. Elijamos la vida. Elijamos la consciencia y seamos más conscientes de nuestros actos y palabras. Cada palabra de odio y de violencia, afecta al mundo. La palabra es poderosa y crea lo que significa.

Que nuestras palabras sean impecables, honradas y amorosas.

Miramos a todo y a todos con ojos de amor y de compasión. Y amemos la vida. Amemos esta vida maravillosa que se revela a través de los niños y las flores. Amemos la vida que se manifiesta en la belleza de la mujer palestina y la mujer israelí.

 

Y hagamos silencio, por favor. Un corazón silencioso no puede odiar. El silencio nos sana y nos restablece. El ruido, especialmente el mental y el emocional, nos pone agresivos, ansiosos.

El silencio amoroso llega a todas partes. Es la oración más poderosa, porque es la oración gratuita, sin ego, sin pretensiones.

 

Y ofrecemos la vida, si somos valientes y capaces. Como Jesús. Morir por amor es el culmen de la belleza. Cristo en la Cruz es pura belleza: el terror se transfigura.

 

El terror de este conflicto puede ser transfigurado. Tu eres parte, porque somos uno.

No hay dos humanidades. Hay una.

 

Florecen las margaritas en Gaza y florecen en Jerusalén.

Asoma la luna en Gaza y asoma la luna en Jerusalén.

 

 

 

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