sábado, 28 de octubre de 2023

Mateo 22, 34-40


 


Qué el amor es lo único real, eso es cuanto sabemos del amor”, escribió hace casi 200 años la poeta Emily Dickinson y podría resumir a la perfección el texto evangélico de hoy.

 

Paralelamente, el teólogo francés Henri de Lubac, nos recordó: “no creas saber muy pronto lo que significa amar”.

 

Dos frases que son un programa de vida. Dos frases que iluminan nuestro texto.

 

Los judíos tenían y tienen seiscientos mandamientos y, entre los rabinos, era muy común el debate: ¿Cuál es el más importante?

 

Eso mismo le preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” (22, 36).

 

Jesús responde uniendo dos textos de la Torá, la cual está conformada por los primeros cinco libros de la Biblia y concentra toda la ley:

1)  Deuteronomio 6, 4-5: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.

2)  Levítico 19, 18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

 

La respuesta de Jesús, entonces, no es original ni novedosa, sino que confirma la enseñanza de la Torá.

 

El famoso rabino Hillel, poco años antes de Jesús, ya había dicho: “No hagas a tu vecino lo que no quieres que él te haga a ti. En esa frase se resume toda la enseñanza de la Torá. El resto es comentario. Ve y apréndelo.

 

Si queremos descubrir la novedad de Jesús, la encontraremos en su vida y en la radicalidad de su amor. Jesús vivió la sugerencia de su antecesor Hillel y la llevó a su culmen y a su máximo esplendor.

 

Otra vez Jesús da un giro ético a la religión y el criterio clave que nos propone – como toda mística y toda verdadera tradición espiritual – es un criterio esencialmente humano, no religioso.

Sin amor, las religiones pierden su sentido, su cometido, su valor.

 

Jesús termina diciendo: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas” (22, 40).

 

“Dependen” a veces se traduce también con “sostienen”: el mandamiento del amor es el sostén de todo. Todos los mandamientos, todas las reglas, todas las estructuras, toda institución, todo rito, todo dogma, toda doctrina se sostienen sobre el amor. Sin el amor todo se cae, sin el amor todo lo demás es un peso y una carga, sin el amor todo lo demás se desvirtúa.  

 

San Pablo lo afirma claramente en su famoso himno en la carta a los corintios (1 Cor 13) e Hillel nos sugirió que todo es un “comentario” al único mandamiento del amor.

 

Por eso los místicos y los poetas nos repiten con Emily Dickinson que “solo el amor es real”.

 

¿Qué significa?

¿Qué quieres expresar?

 

Solo el amor es real”, nos recuerda esta verdad única y tan profunda. El amor no es un sentimiento o una emoción, aunque en ellos se pueda expresar y revelar. El amor es lo más real de la realidad. El núcleo de lo real es el amor. El amor constituye y conforma la realidad. Todo está empastado, fermentado, iluminado por el amor.

No somos nosotros que amamos - ¡oh terrible ilusión! – sino es el amor que ama a través de nosotros.

 

“Solo el amor es real”, nos advierte que todo lo que no es amor, todo lo que no surge de él es ilusorio, efímero y destinado al olvido. Solo el amor tiene consistencia, lo demás es fantasmal: parece real, pero no lo es.

 

“Solo el amor es real”, nos recuerda lo que somos y lo que es. Somos amor: esta es nuestra verdadera identidad; identidad común y compartida. El olvido de esta verdad nos lleva a la desconexión y a una vivencia angustiosa del amor: buscamos el amor por todos lados, buscamos que nos amen… buscamos “afuera” lo que, en realidad, somos.

Rumi lo dijo así: “Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has construido contra él.

 

Esta es la vida. Estamos acá simple y maravillosamente para eso: aprender el amor. Aprender lo que somos y vivirnos desde ahí. Tarea no fácil, pero hermosa. De Lubac nos desafió: “no creas saber muy pronto lo que significa amar”.

 

El amor y el amar, entonces, son el arte por excelencia. Somos artistas del amor, aunque Dios, en realidad, es el Gran y Único artista y la vida es nuestra escuela.

 

En 1956 el genial psicólogo alemán, Erich Fromm, publicaba su libro: “El arte de amar”, libro que se convirtió en un hito y un clásico.

 

Amar es un arte y las demás artes están a su servicio.

Amar es un arte porque, en esta experiencia humana, el amor viene mezclado con todos los condicionamientos y los límites y viene de la mano del ego… ¡el arte consiste en desenterrar la perla preciosa del amor! Somos artistas llamados a encontrar los caminos que, entre los vericuetos del dolor, del mal, del ego, de los límites, nos lleven a reconocer la esencia amorosa de la realidad: en eso consiste la creatividad.  

 

No sabemos nada del amor, nos recordó Emily; solo sabemos que es lo único real: suficiente para ponernos a su escuela.

Nadie es maestro en este arte. Solo hay uno. Todos somos alumnos.

Solo importa aprender y aprender juntos. Solo importa descubrir, una vez más, que “solo el amor es real”.

 

 

 

No hay comentarios.:

Etiquetas