sábado, 23 de marzo de 2024

Marcos 15, 1-39

 



En el domingo de ramos se nos ofrece la lectura completa de la pasión de Jesús: se nos abre una ventana sobre lo que celebraremos durante toda la semana.

Los invito a vivir esta importante semana, con una actitud abierta y confiada y a dejar que el Espíritu nos haga entrar en la misma experiencia del maestro.

 

Quisiera concentrarme hoy en un dato que me llamó mucho la atención y que encontramos al comienzo de nuestro texto: “después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato” (15, 1).

 

El proceso a Jesús – en realidad una farsa, como lo son muchos procesos – comienza con atarlo. Atan a Jesús. Un poco nos sorprende, ya que Jesús no era un hombre peligroso y violento; tal vez a las autoridades les había quedado la imagen de Jesús echando a latigazos a los vendedores del templo… o simplemente refleja la costumbre humana de atar a quienes vamos a procesar. Es raro y triste, pero nos encanta atar a la gente. Y no solo con cuerdas o esposas, sino de muchas y variadas maneras. Tener alguien atado, nos hace caer en la ilusión de tenerlo bajo control y de evitar posibles peligros.

 

Jesús se deja atar y conquista su libertad… y nos abre la nuestra.

Empieza la magia y lo paradójico.

 

Recuerdo la historia de un sacerdote del Laos que estuvo preso por el régimen comunista de su país: lo dejaron en un pozo del ancho de su cuerpo a cuarenta metros bajo tierra. El sacerdote decía que nunca se había sentido más libre.

Sin duda puede parecernos absurdo y extraño.

 

¿Qué Misterio se encierra?

 

Lo podemos vislumbrar en las mismas y extraordinarias palabras de Jesús:

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo” (Jn 10, 17-18).

 

¿Dónde está el secreto de la libertad?

 

En un plano histórico y concreto, la vida a Jesús se la quitan, sin duda. Pero Jesús – y con él, el sacerdote del Laos y muchos otros, Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King solo por citar algunos – logra dar vuelta al asunto: aprovecha las condiciones exteriores inevitables para la entrega en la suma libertad.

 

¡Maravilloso! No hay otra cosa que hacer… ¡si lo comprendiéramos!

¿Cómo se logra esta alquimia espiritual?

 

Con la aceptación y la alineación con la vida.

 

En nuestra experiencia humana, los condicionamientos son enormes e inevitables, a comenzar por el espacio y el tiempo. Las cosas fundamentales de la vida no las elegimos: no elegimos nuestros padres, el país donde nacemos, la cultura, las creencias, la genética. También todas las demás elecciones – religión, trabajo, pareja, amigos –, aunque tengan una apariencia de libertad, muchas veces surgen de componentes inconscientes.

 

Desde la dimensión espiritual de nuestra esencia podemos dar el salto: asumo los condicionamientos y los elijo. Aparece la libertad.

A Jesús lo atan: en un plano físico no puede hacer nada. ¿Qué hace? Elije ser atado. Asume tan en profundidad lo que la vida le proporciona, que lo transforma radicalmente.

 

“Ya que no puedo hacer nada con lo que me ocurre, lo vivo como si lo hubiera elegido”: esta es la suma libertad.

 

El alma es pura libertad, nuestra esencia es pura libertad y por eso podemos vivir esta alquimia de amor. Todos lo podemos hacer. Es el camino hacia la plenitud de la existencia y del amor.

El alma puede convertir las ataduras de la existencia, en un acto pleno de entrega.

Podemos pensar en todas las realidades que nos atan, física, mental y espiritualmente: en el momento que las acepto y las vivo como si las hubiera elegido, surge la libertad y se abren caminos de crecimientos extraordinarios.

Todo esto no podemos comprenderlo racionalmente, porque la racionalidad está sujeta justamente a los condicionamientos y a las ataduras: tenemos que hacer el salto al Espíritu y comprender desde ahí.

 

San Juan de la Cruz dice: “¡Qué importa que el pájaro esté atado a un hilo o a una soga! Por muy sutil que sea el hilo, el pájaro quedará atado como a la soga, hasta que no logre cortarlo para volar. Lo mismo vale para el alma apegada a algo: no obstante todas sus virtudes no alcanzará nunca la libertad de la unión con Dios.”

 

Las ataduras que experimentamos en nuestra vida, pueden ser el más terrible impedimento para nuestra evolución o pueden ser la bendición más extraordinaria.

La clave espiritual consiste en esto: vivo lo que la vida me ofrece como si lo hubiera elegido. Esta es la auténtica libertad. Esto es el amor.

 

 

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