¡Feliz Pascua de Resurrección!
Esta Pascua 2024 acontece en medio de un mundo especialmente convulsionado: las dos terribles y absurdas guerras, los estallidos sociales, la corrupción y la ineficiencia de la política, la crisis económica, el problema ecológico y climático. Hay también voces que insinúan una posible tercera guerra mundial; no creo que la estupidez humana llegue a tanto, aunque no debemos olvidar el simpático aforismo de Albert Einstein: “Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana…y del universo no estoy muy seguro.”
Estamos en una etapa bastante oscura y hay que reconocerlo.
¿Qué nos aporta esta Pascua?
La Pascua no es y no puede ser solamente un analgésico que nos haga olvidar el dolor y los problemas, como tampoco solo puede ser una esperanza futura. La Pascua o transforma la vida o no es Pascua, sino que queda inhabilitada en un rito o una tradición. Queda infecunda.
Sugiero tres dimensiones de la Pascua que pueden avivar el fuego del amor y apuntan a una real transformación.
1) La dimensión del sentido.
El ser humano es el ser del sentido. No podemos vivir sin sentido y cuando falla el sentido, entramos en profundas crisis.
¿Qué sentido tiene la vida?
¿Qué sentido tiene el dolor?
Podemos seguir preguntándonos:
¿Tienen sentido estas guerras?
¿Tiene un sentido que todavía haya personas que pasan hambre?
¿Qué sentido tiene la muerte de un niño?
Como podemos ver, el tema del sentido es esencial.
Ya el filósofo Nietzsche lo había entendido muy bien: “Aquél que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo.”
El sentido nos permite vivir y trascender el dolor y las dificultades.
En el tiempo de Cuaresma me acompañó un hermoso librito del experto italiano en judaísmo, Paolo de Benedetti (1927-2016). El librito se titula: “Lo que tarda, ocurrirá”.
De Benedetti nos regala una de las claves del judaísmo y de la espiritualidad en general. Lo podemos resumir así: “la historia a menudo parece no tener sentido. Pero lo tendrá.”
¿Por qué nos cuesta mucho encontrar o descubrir el sentido?
Por dos motivos esenciales.
Nuestra capacidad de descubrir el sentido de las cosas es muy limitada. Vemos en perspectiva, desde un punto. No tenemos la visión total. Por eso humildad y apertura. El hecho de que no puedo vislumbrar un sentido a esta dolorosa etapa de la humanidad y a mis dolores o problemas, no significa que no lo tenga.
Por otro lado, aunque la historia actualmente no tenga un sentido, podemos tener la confiada certeza – la emuná – que Dios le otorgará un sentido.
2) La dimensión de la vida
La vida es siempre más fuerte. La vida siempre triunfa. La Pascua nos enseña que, aunque el mal y la oscuridad hacen más ruido y tienen más visibilidad, el bien y la luz actúan desde lo humilde y acaban triunfando. De los miles de personas que conozco, creo que no hay ninguna que quiera la guerra, ninguna que ame la corrupción, ninguna que apueste al odio. La Pascua nos permite ver la luz oculta y mucho más presente que la oscuridad: es la semilla de mostaza y la levadura en la masa.
3) La dimensión de la luz
Es el punto tal vez más difícil, pero más transformador. Es justamente el eje pascual, el centro del misterio de la Pascua. La Pascua es la fuerza que nos permite extraer luz de la oscuridad, extraer vida de la muerte, extraer esperanza del sin sentido.
La oscuridad esconde una luz: ¿Puedo verla? ¿Puedo extraerla?
¿Qué luz se oculta en las guerras?
¿Qué luz se oculta en mis dolores o dificultades?
Vivir la Pascua es ejercitarse en asumir el mal y el dolor y usarlos como combustible para el bien y la luz.
Acá radica la enseñanza fundamental del maestro de Nazaret. Jesús no huyó del dolor, no huyó del mal, del odio, del sin sentido, sino que los asumió. Los asumió y los transformó en entrega, en amor, en salvación.
¿Podemos vivir la Pascua así?
Creo que sería el aporte más luminoso que los cristianos podemos regalar a nuestro convulsionado mundo.
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