Quisiera compartir con ustedes, amigos y seguidores de El agujero en la flauta unas pistas de
reflexión que me parecen esenciales para nuestro caminar y nuestro crecimiento
espiritual.
Por lo menos: para mi las han sido.
Hablamos de la relación entre la doctrina, la moral y el
miedo.
En la Iglesia sigo notando cierta estrechez mental y
espiritual: nos aferramos a doctrinas y moral y nos perdemos la Vida. Hay miedo
y el miedo siempre paraliza.
Cada religión tiene armada una estructura doctrinal que
mantiene de pie todo su edificio. Por un lado es normal que así sea ya que lo humano
necesita estructura y organización. Por
el otro es esencial distinguir la doctrina de la Vida, no por enfrentarlas sino
por armonizarlas.
Profundicemos
intentando ser claros y breves (cosa muy difícil).
Para quedar en ámbito católico podemos subrayar los
siguientes puntos:
1) La doctrina católica abarca dogmas, tradición,
catecismo. ¿De donde viene todo eso? Sin duda de la Palabra de Dios y de la
experiencia de fe de muchos cristianos. Todo esto puede ser verdadero pero no
hay que dejarse cegar. Tenemos que ser conscientes de los limites. Hasta la Palabra de Dios se expresa en palabras humanas, por tanto limitadas.
2) La experiencia, por maravillosa y transformadora
que sea, es siempre subjetiva. No puedo elevar a verdad eterna e inmutable lo
que un ser humano limitado experimenta.
Además – con mayor fuerza aún - la
expresión misma de la experiencia es limitada y condicionada: un ser humano
expresa y codifica su experiencia con las herramientas de lenguaje, culturales
y sociales que tiene. Herramientas obviamente limitadas.Los dogmas fueron formulados con las
categorías de su tiempo por mentes también limitadas y condicionadas.
Dicho esto nos preguntamos honestamente: ¿cómo puede ser
valido para siempre y para todos algo expresado en un tiempo
concreto (por ende limitado) por mentes limitadas?
En general se contesta con el criterio de la inspiración: el
Espíritu Santo iluminaba. Sin duda que si, pero es un argumento que no convence
y que se saca a relucir cuando no se tienen otras respuestas: poco respetuoso
del Espíritu. El Espíritu actúa siempre en
y a través de la dinámica de la
encarnación, es decir en nuestra humanidad concreta.
¿No necesitamos entonces dogmas, doctrina y catecismo? Claro
que si, justamente porque somos seres concretos, históricos y limitados.
¿Cómo comprender entonces la doctrina? Podemos vislumbrar
tres claves:
- Simple pista que indica un camino y señala rumbos.
- A servicio de la Vida y no dueña y controladora de la misma.
- Necesitada siempre de aggiornamento (actualización) y revisión.
En el fondo estamos tocando el tema de la Verdad. La clave
es comprender que no somos nosotros que poseemos la Verdad, sino es la Verdad
que nos posee a nosotros. Estamos inmersos en la Verdad y somos expresión limitada
de la Verdad ilimitada.
Nuestra comprensión intelectual y nuestro “decir” la Verdad
es siempre limitado y condicionado. Nosotros “tocamos” la Verdad desde un punto
concreto y “la decimos” desde ahí. Pretender que nuestro “decir” sea total y
agote la Verdad es una pretensión inútil, sin fundamento, generadora de
conflictos y dolor.
Algo paralelo ocurre con la moral. El rol de la Iglesia a lo
largo de la historia fue también el de maestra y guía en la vida moral de los
fieles y de la humanidad. Rol muchas veces vivido bien y otras no tan bien.
La Iglesia es maestra en humanidad: me parece una definición
muy bella y también acertada. El problema es – como siempre – la absolutización.
Cuando la Iglesia se siente dueña de la moral – y de consecuencia – de la
conciencia de las personas, empieza a imponer normas de conducta.
La moral, como la doctrina, no es algo estático, algo que
vale para siempre y para todos. Lo que puede ser moral en
una cultura puede no serlo en otra. Lo que puede ser moral en un tiempo puede
no serlo en otro. Los ejemplos pueden ser muchos: la esclavitud, el rol de la
mujer, el valor de la vida humana, la poligamia, la sexualidad, etcétera.
A lo largo de la historia de la humanidad el valor y el
significado moral de estas dimensiones ha cambiado.
La conciencia de la humanidad se desarrolla. Fundamental
comprenderlo.
Otro factor clave subrayado hoy en día por muchos expertos:
una norma moral exterior observada simplemente porque impuesta no construye la
persona sino que , en muchos casos, corta su desarrollo.
La norma moral tiene que ser comprendida interiormente por
el sujeto y vivida en libertad y alegría: esto construye a la persona y la hace
cada vez más libre.
Esto no significa que - en determinadas etapas del
crecimiento humano - no sea necesario orientar la conciencia y, a veces, exigir
ciertas normas. Es todo el tema de la educación.
En el fondo hay que educar no imponiendo reglas, sino despertando
la capacidad del sujeto de elegir libremente lo que lo construye como persona.
Esta visión produce en muchos un gran miedo. Es el miedo de
la inseguridad, el miedo del relativismo. Por eso buscan doctrinas y moral
claras y establecidas: más fácil observar que ponerse en juego, más fácil cumplir
con reglas que dejarse cuestionar por la vida. El amor autentico es siempre más
creativo y exigente.
En el fondo el problema del relativismo que tanto asusta es
un falso problema.
Todo es relativo: ¡si! Porque somos relación y todo es
relación. La relación es lo absoluto. Que en el fondo es
como decir: lo único Absoluto es el
Amor.
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