“Cuando se ha visto una sola vez el resplandor de la dicha en el
rostro de un ser querido, uno sabe que para el hombre no puede haber otra
vocación que la de suscitar esa luz en los rostros que le rodean”
Albert
Camus
Albert Camus (1913-1960) es un novelista, dramaturgo y ensayista
francés. Un gran escritor sin duda. Muchas de sus obras fueron llevadas al
teatro. Se le asocia al existencialismo ateo al igual que a otro gran escritor
francés ateo: Jean Paul Sartre. Aunque Camus rechazó que se le asociara al
existencialismo, sus obras y su pensamiento reflejan la tragedia de la vida
humana, del sufrimiento, de la ausencia de Dios.
Pues bien, la sensibilidad humana de Camus es excepcional, como
podemos ver de la cita de hoy. Me parece sumamente interesante que de una
persona sin una experiencia de fe explicita pueda salir una luz tan bella. Sin
duda, ya lo afirmé en este blog, el ateísmo no existe. Mejor dicho, puede
existir como afirmación mental, pero lo real está impregnado de Dios.
Simplemente y maravillosamente porque lo real es la vida y la vida es Dios: que
se defina con esta palabra o con otras poco importa.
Nuestra experiencia humana es la misma experiencia de Dios. Dios
que se vive humanamente. Y por eso nuestra experiencia humana es también
divina.
Como dice Willigis Jäger: “No
es nuestra vida la que vivimos, es la vida de Dios”. No deja de asombrarme
tanta belleza y tanta creatividad.
Ver el “resplandor de la dicha” en un rostro es ver a Dios sin
duda y vivir para engendrar ese resplandor es vivir como cristianos, vivir
desde el Amor.
Me gusta mucho eso del “resplandor”. Tiene que ver con la luz, sin
ser luz. El resplandor indica la luz, la presiente, la intuye, nos conduce a
ella.
“El resplandor de la dicha” lo podemos ver por todos lados. Diría
especialmente en la naturaleza y en los rostros humanos. Si nos detenemos y
silenciamos nuestra mente frente a una sencilla flor, un pájaro, un árbol,
podemos percibir este resplandor: la flor es dichosa y su dicha viene de
disfrutar lo que es, sin miedo, sin apegos. Simplemente es.
En los rostros humanos ese “resplandor de la dicha” puede ser
maravilloso también. Puede enamorarnos y extasiarnos, puede servir de
inspiración para la poesía, la música, la pintura. Muy a menudo ese resplandor
en el rostro humano queda oculto, detrás del entrevero del pensamiento y los
sentimientos. Al ser humano le cuesta “simplemente ser”: quiere ser lo que no
es o ser “esto” y no “aquello”. Así perdemos la simple pureza del ser.
Me resuena el poema de Jorge Guillen: “Ser, nada más. Y basta. Es la absoluta dicha.”
El resplandor lo podemos ver y generar en el otro cuando
simplemente somos. Cuando disfrutamos ser, así como el ser se manifiesta en el
momento presente.
El amor, el amor simple que surge del ser, muchas veces logra
despertar ese resplandor. Vivamos pues desde el amor: en efecto no hay vocación
más divina que suscitar ese resplandor en otro rostro humano.
Gracias Albert que nos recordaste hoy que estamos hechos del
“resplandor de la dicha” y que estamos llamados a despertarlo en el otro,
cualquier otro.
Ser, aquí y ahora: resplandor de la dicha.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario