Hace unos días terminamos la misión de
Agraciada, un lindo pueblito a pocos kilómetros de Nueva Palmira que une dos
departamentos: Colonia y Soriano. Una semana de misión, segunda etapa de un
camino de tres años con los cuales los oblatos en Uruguay realizan las misiones
populares.
¿Qué me dejó la vivencia de esta misión?
Antes que nada la convicción que toda la
vida y toda vida es misión. Cada vida humana es misión, es decir realización de
un proyecto, de una vocación. Manifestación única de lo Único.
La vivencia del aspecto misionero de la
iglesia no es algo añadido a la vocación cristiana, sino algo normal y
cotidiano. El caminar físico yendo a golpear de puerta en puerta, subraya otro
caminar más profundo: el caminar interior hacia el descubrimiento de nuestra
identidad y desde ahí la vivencia de nuestra originalidad. Es un caminar desde
el amor, en el amor, hacia el amor. En el fondo no nos movemos. Simplemente
somos.
Cada vida humana es única y original:
este es el sentido de la misión. Descubrir y vivir nuestra propia unicidad a
partir de lo Uno y Único: el Amor.
Respirar
al Amor: me parece que esta expresión resume
cabalmente mi experiencia de misión, en esta hermosa semana en Agraciada y en
toda mi vida misionera.
Misionar en el fondo es respirar al Amor,
porque misionar es vivir la vida con radicalidad, con totalidad.
Misionar es una fundamental apertura a la
vida. Misionar es una radical y original apertura a la vida, aquí y ahora.
Misionar es darse cuenta de la Presencia
del Amor, una Presencia tan inmediata y constante que solo se puede comparar
con la respiración.
En la puerta que se abre se respira al
Amor, en la sonrisa que nos recibe y en la cara de desconcierto y miedo
también. En cada caminar y en cada encuentro se respira al Amor.
En cada gesto de cariño y de ternura se
respira al Amor: cuantos gestos de amor en esta misión, como en la vida
cotidiana. Basta verlos, respirarlos.
La cama tendida, el mate ofrecido, el
beso de la mañana, el plato de comida, la mirada atenta, la silla alcanzada, la
sonrisa que te espera, el correr de los niños, la conversación fraterna y
profunda, la apertura del corazón, las lágrimas regaladas, la oración y el
silencio compartidos.
Por no hablar de los gestos de la
naturaleza: los limoneros recibiéndote, el canto de los pájaros, el cielo
nublado y el caer de la lluvia, la paz de los árboles, el frío penetrante, los
colores del invierno.
En todo se respira al Amor porque en todo
se expresa la Vida.
En cada paso se puede misionar, porque en
cada paso se respira al Amor. Por eso que misión es también, y sobre todo,
agradecimiento. En el fondo misionar es un acto de gratitud.
Misión es vivir. Vivir es misión. Vivir
con tal intensidad que en cada respirar respiramos al Amor.
Misión es vivir con sencillez y
radicalidad cada instante de nuestra vida, dando y recibiendo.
Dar y recibir que subrayan el flujo
normal y constante de la vida. Como nuestro respirar: inhalamos para exhalar y
exhalamos para inhalar.
Tan sencilla la vida y tan profunda que
tenemos su secreto tan cerca nuestro, tan uno con nosotros: nuestro respirar.
“Dios
es el aliento de todos los alientos” dicen muchos maestros espirituales.
Es así, sin duda. En nuestro respirar
Cristo respira y en cada respiración inhalamos a Cristo y exhalamos a Cristo.
Misión: respirar al Amor.
Buena misión. Buena vida.
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