Quisiera dar otro pequeño aporte en
referencia a la situación de Venezuela con todo lo que se refleja a nivel
internacional y en nuestro país.
Escribo a partir de lo que sé y veo: perspectiva
siempre parcial, soy consciente. Pero, en fin, a veces el silencio te exige
hablar. A mi pesar, lo confieso.
Escribo desde el silencio. Meditar me
aportó una profunda libertad. No tengo nada ni nadie que defender. Tampoco a
Dios y la verdad: “se defienden solos” como ya dijo San Agustín hace unos
cuantos siglos. Hablo desde la luz del corazón.
Por eso mi postura es a-política y
a-religiosa. Quiere ser una postura simplemente humana. “Ser simplemente humanos” alcanzaría para una humanidad fraterna,
justa y solidaria.
Venezuela está actualmente en estado de
dictadura: lo que para muchos es obvio, para otros no lo es. Parece absurdo,
por lo menos a mi.
Ya desde la época del finado Chávez me
olía a dictadura. No se precisa ser genios políticos para darse cuenta. Y no
estoy hablando de izquierda o de derecha: no me interesa. Una dictadura es
dictadura de cualquier parte venga.
¿Cómo puede haber personas que no logran
verlo?
El tema es que la ideología ciega. Y
ciega feo, muy feo. No hay colirio que sirva.
Una dictadura de cualquier tipo empieza
cuando no se puede expresar libremente lo que se piensa o lo que se siente. Y
esto ya se veía en la época del comandante, para quedar en Venezuela.
Me viene a la mente lo que sostenía
Voltaire: “No comparto lo que dices, pero
defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Y Voltaire tenía ideas
claras.
Las dictaduras son muy hábiles en
disfrazarse y en general los regímenes totalitarios de izquierda entran en un
burdo populismo y compran literalmente a los pobres por dos paredes y una olla.
Las dictaduras de derechas compran a todos con la ilusión que el mercado
otorgue la felicidad. En fin: compran y oprimen, seducidas como una fiera
hambrienta por el olor a sangre del dinero y el poder.
Cuando estuve en Venezuela hace unos
años me asombró leer por todas partes “gobierno del pueblo”: en todos los
sectores de lo publico. En realidad lo que veía con mis ojos y escuchaba de la
gente sencilla era otra cosa.
Y quien sabe por qué a la rendición de
cuenta los pobres quedan pobres y los ricos quedan ricos. La historia además
nos regaló “perlas” que olvidamos: dictadores de izquierda que después de su
caída descubrimos con más riqueza que los opresores capitalistas (me recuerdo
uno en especial: el dictador rumano Ceaucescu).
¿Se puede ser más hipócritas?
En el caso de Maduro y su cúpula, como
en el caso de todos los dictadores nos podríamos simpáticamente preguntar: “¿es?” o “¿se hace?”
Y cada cual puede agregar los adjetivos
que más les gustan: ¿es
revolucionario bolivariano? o ¿se hace
el revolucionario bolivariano?, ¿Está
ciego? o ¿se hace el ciego? ¿Es comunista? o ¿se hace el comunista?
En el caso de Maduro y su régimen me
parece que no quepa mucha duda: se hace.
Demasiado dinero y poder hay en juego:
no importan los millones de venezolanos que sufren y pasan hambre. Ellos
seguirán chupando whisky importado en sus comunistas despachos. Es la ceguera
del egoísmo más terrible.
Pero hay otra ceguera como dijimos: la ideológica.
Leo con asombro comentarios de gente que
todavía cree en esta manera de ser revolucionarios, de ser socialistas. Gente
que sigue creyendo en un chavismo que llevó al hermoso país caribeño al
colapso.
¿Cómo puede ser?
La ceguera ideológica es así. Ciega
completamente.
No se logra ver a un ser humano, simple
y terriblemente vemos a una idea. Nuestra idea y la del otro. Y por esa idea
somos capaces de los más atroces crímenes y atropellos.
Una luz la tomamos del evangelio. Me
parece importante. A veces sectores de la iglesia tomaron o toman el evangelio
como referencia y fundamento de un populismo socialista. A mi, en realidad, me
parece evidente: Jesús no fue populista. Porque Jesús antes que nada veía a las
personas y sus sufrimientos, no a las ideas. Ni suyas, ni de la gente.
Jesús sanaba y mandaba a vivir
dignamente: “levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa” le dijo al paralitico (Mc 2, 11) y “Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante” dijo a la
prostituta perdonada.
“Vete”:
no seas dependiente. Las dictaduras y los populismos crean dependencias.
Siempre. Jesús liberaba a la gente y
los liberaba porque los conectaba con lo mejor que tenían y con su auténtica
identidad: el amor.
También como iglesia hemos creado
dependencias y hasta “casi dictaduras” morales y espirituales. Estamos comprendiendo
que no es el camino, que no es el evangelio.
Hablando de iglesia me asombra la
postura tibia del Papa Francisco en referencia a la dictadura venezolana. No
comparto esta falta de claridad. Lo mejor que puedo suponer es que no fue clara
la condena por temor a la represalia contra la iglesia y los cristianos
venezolanos. Pero cuando hay dolor inocente, cuando hay represión no podemos
dar lugar al miedo. El miedo nunca es buen consejero. Mejor morir de pie. “El hombre no vive solamente de pan” (Mt 4, 4) y si no puedo escribir poesia mejor morir
de hambre.
Y no comparto tampoco la falta de toma
de posición del gobierno uruguayo: ¿qué esperamos para condenar una dictadura?
¿Qué el 85% de los venezolanos se mueran o vayan a la cárcel?
Sospecho que algo hay detrás de esta
falta de una postura definida. Algo se está moviendo parece: un poco tarde…
Escuché además unas declaraciones del
Pit Cnt que me dejaron alucinado: avalando el fraude constituyente de Venezuela
e intentando defender lo indefendible. Sospecho que unos cuantos barriles de
crudo estarán viajando hacia Uruguay: de otra manera no me lo explico. Lamentablemente
los sindicatos y gremios – muchas veces – viven de ideologías, se convierten en
ciegos y alimentas cegueras. O, usando a los trabajadores, viven de la
corrupción.
“¿Puede
un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?” (Lc 6, 39).
Preguntas del evangelio que siempre cuestionan.
Jesús conocía bien el corazón humano y
por eso nos advierte a menudo sobre los efectos terribles de las cegueras del
egoísmo y de las ideologías.
¿Cuál el camino? ¿Dónde buscar una
salida?
Dijimos que no hay colirio para estas
cegueras.
El camino a mi entender es el mismo de
Jesús y pasa por dos senderos paralelos y convergentes: la responsabilidad
personal y el asumir la ceguera.
No puedo hacer nada para que el otro
vea, pero puedo intentar ver yo.
Crecer en conciencia y lucidez depende
de mi, como también poner los medios para hacerlo. Si el mundo está ciego, yo
quiero ver. Yo puedo ver. Es lo que hicieron todos los grandes maestros
espirituales de la humanidad: en lugar de quejarse por la falta de luz, fueron
ellos mismos luz. En lugar de quejarse por la ceguera se esforzaron por ver.
Asumir la
ceguera va de la mano con el esfuerzo por ver.
Antes que nada hay que asumir la propia ceguera. Reconocerla, verla… por cuan
paradójico pueda parecer: ¡Ver la propia ceguera! Cuando empezamos a verla
estamos en el buen camino para una visión más correcta y verdadera de la
realidad. Es un camino constante, un constante recomenzar. Lo noto en mí mismo:
la tendencia a apropiarnos de una idea y volvernos intolerantes o hasta
fanáticos está siempre ahí. Por eso el ejercicio perseverante del silencio. El
silencio es el maestro del ver. Porque el silencio muestras inexorablemente las
trampas del egoísmo y las ideologías. Frente al silencio la mente no nos puede
engañar… pero hay que volver ahí, una y otra vez.
Y a veces es necesario denunciar. Como
hice hoy. No tanto para cambiar. La denuncia no es un colirio: a los dictadores
poco les importan las denuncian. Y el régimen de Maduro no es una excepción
como estamos viendo. La denuncia hace bien a quien la hace, porque ayuda a
despertar, ayuda a ver. Sobretodo si surge del silencio y si duele.
Porque duelen las dictaduras. Duelen
porque muchos sufren sin necesidad. Porque muchos no pueden desarrollarse como
seres humanos.
Y el dolor es útil y a veces necesario:
justamente para salir de la ceguera. Si no aprendemos del silencio y del
discernimiento, los seres humanos aprendemos del dolor y con dolor. Es lo que
probablemente le espera a la dictadura de Venezuela.
Desde mi silencio que se hace denuncia
no dejo de ver la belleza y la poesía de este mundo. Y desde mi silencio que se
hace denuncia comparto el dolor actual del pueblo de Venezuela y el dolor que
vendrá para la dictadura. La última esperemos.
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