jueves, 3 de agosto de 2017

Cegueras y dictaduras




Quisiera dar otro pequeño aporte en referencia a la situación de Venezuela con todo lo que se refleja a nivel internacional y en nuestro país.
Escribo a partir de lo que sé y veo: perspectiva siempre parcial, soy consciente. Pero, en fin, a veces el silencio te exige hablar. A mi pesar, lo confieso.

Escribo desde el silencio. Meditar me aportó una profunda libertad. No tengo nada ni nadie que defender. Tampoco a Dios y la verdad: “se defienden solos” como ya dijo San Agustín hace unos cuantos siglos. Hablo desde la luz del corazón.
Por eso mi postura es a-política y a-religiosa. Quiere ser una postura simplemente humana. “Ser simplemente humanos” alcanzaría para una humanidad fraterna, justa y solidaria.

Venezuela está actualmente en estado de dictadura: lo que para muchos es obvio, para otros no lo es. Parece absurdo, por lo menos a mi.
Ya desde la época del finado Chávez me olía a dictadura. No se precisa ser genios políticos para darse cuenta. Y no estoy hablando de izquierda o de derecha: no me interesa. Una dictadura es dictadura de cualquier parte venga.

¿Cómo puede haber personas que no logran verlo?
El tema es que la ideología ciega. Y ciega feo, muy feo. No hay colirio que sirva.
Una dictadura de cualquier tipo empieza cuando no se puede expresar libremente lo que se piensa o lo que se siente. Y esto ya se veía en la época del comandante, para quedar en Venezuela.
Me viene a la mente lo que sostenía Voltaire: “No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Y Voltaire tenía ideas claras.

Las dictaduras son muy hábiles en disfrazarse y en general los regímenes totalitarios de izquierda entran en un burdo populismo y compran literalmente a los pobres por dos paredes y una olla. Las dictaduras de derechas compran a todos con la ilusión que el mercado otorgue la felicidad. En fin: compran y oprimen, seducidas como una fiera hambrienta por el olor a sangre del dinero y el poder.

Cuando estuve en Venezuela hace unos años me asombró leer por todas partes “gobierno del pueblo”: en todos los sectores de lo publico. En realidad lo que veía con mis ojos y escuchaba de la gente sencilla era otra cosa.
Y quien sabe por qué a la rendición de cuenta los pobres quedan pobres y los ricos quedan ricos. La historia además nos regaló “perlas” que olvidamos: dictadores de izquierda que después de su caída descubrimos con más riqueza que los opresores capitalistas (me recuerdo uno en especial: el dictador rumano Ceaucescu).

¿Se puede ser más hipócritas?
En el caso de Maduro y su cúpula, como en el caso de todos los dictadores nos podríamos simpáticamente preguntar: “¿es?” o “¿se hace?
Y cada cual puede agregar los adjetivos que más les gustan: ¿es revolucionario bolivariano? o ¿se hace el revolucionario bolivariano?, ¿Está ciego? o ¿se hace el ciego? ¿Es comunista? o ¿se hace el comunista?
En el caso de Maduro y su régimen me parece que no quepa mucha duda: se hace.
Demasiado dinero y poder hay en juego: no importan los millones de venezolanos que sufren y pasan hambre. Ellos seguirán chupando whisky importado en sus comunistas despachos. Es la ceguera del egoísmo más terrible.

Pero hay otra ceguera como dijimos: la ideológica.
Leo con asombro comentarios de gente que todavía cree en esta manera de ser revolucionarios, de ser socialistas. Gente que sigue creyendo en un chavismo que llevó al hermoso país caribeño al colapso.

¿Cómo puede ser?
La ceguera ideológica es así. Ciega completamente.
No se logra ver a un ser humano, simple y terriblemente vemos a una idea. Nuestra idea y la del otro. Y por esa idea somos capaces de los más atroces crímenes y atropellos.

Una luz la tomamos del evangelio. Me parece importante. A veces sectores de la iglesia tomaron o toman el evangelio como referencia y fundamento de un populismo socialista. A mi, en realidad, me parece evidente: Jesús no fue populista. Porque Jesús antes que nada veía a las personas y sus sufrimientos, no a las ideas. Ni suyas, ni de la gente.
Jesús sanaba y mandaba a vivir dignamente: “levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” le dijo al paralitico (Mc 2, 11) y “Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante” dijo a la prostituta perdonada.
Vete”: no seas dependiente. Las dictaduras y los populismos crean dependencias. Siempre. Jesús liberaba a la gente y los liberaba porque los conectaba con lo mejor que tenían y con su auténtica identidad: el amor.
También como iglesia hemos creado dependencias y hasta “casi dictaduras” morales y espirituales. Estamos comprendiendo que no es el camino, que no es el evangelio.

Hablando de iglesia me asombra la postura tibia del Papa Francisco en referencia a la dictadura venezolana. No comparto esta falta de claridad. Lo mejor que puedo suponer es que no fue clara la condena por temor a la represalia contra la iglesia y los cristianos venezolanos. Pero cuando hay dolor inocente, cuando hay represión no podemos dar lugar al miedo. El miedo nunca es buen consejero. Mejor morir de pie. “El hombre no vive solamente de pan” (Mt 4, 4) y si no puedo escribir poesia mejor morir de hambre.

Y no comparto tampoco la falta de toma de posición del gobierno uruguayo: ¿qué esperamos para condenar una dictadura? ¿Qué el 85% de los venezolanos se mueran o vayan a la cárcel?
Sospecho que algo hay detrás de esta falta de una postura definida. Algo se está moviendo parece: un poco tarde…
Escuché además unas declaraciones del Pit Cnt que me dejaron alucinado: avalando el fraude constituyente de Venezuela e intentando defender lo indefendible. Sospecho que unos cuantos barriles de crudo estarán viajando hacia Uruguay: de otra manera no me lo explico. Lamentablemente los sindicatos y gremios – muchas veces – viven de ideologías, se convierten en ciegos y alimentas cegueras. O, usando a los trabajadores, viven de la corrupción.
¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?” (Lc 6, 39). Preguntas del evangelio que siempre cuestionan.

Jesús conocía bien el corazón humano y por eso nos advierte a menudo sobre los efectos terribles de las cegueras del egoísmo y de las ideologías.

¿Cuál el camino? ¿Dónde buscar una salida?
Dijimos que no hay colirio para estas cegueras.
El camino a mi entender es el mismo de Jesús y pasa por dos senderos paralelos y convergentes: la responsabilidad personal y el asumir la ceguera.
No puedo hacer nada para que el otro vea, pero puedo intentar ver yo.
Crecer en conciencia y lucidez depende de mi, como también poner los medios para hacerlo. Si el mundo está ciego, yo quiero ver. Yo puedo ver. Es lo que hicieron todos los grandes maestros espirituales de la humanidad: en lugar de quejarse por la falta de luz, fueron ellos mismos luz. En lugar de quejarse por la ceguera se esforzaron por ver.
Asumir la ceguera va de la mano con el esfuerzo por ver. Antes que nada hay que asumir la propia ceguera. Reconocerla, verla… por cuan paradójico pueda parecer: ¡Ver la propia ceguera! Cuando empezamos a verla estamos en el buen camino para una visión más correcta y verdadera de la realidad. Es un camino constante, un constante recomenzar. Lo noto en mí mismo: la tendencia a apropiarnos de una idea y volvernos intolerantes o hasta fanáticos está siempre ahí. Por eso el ejercicio perseverante del silencio. El silencio es el maestro del ver. Porque el silencio muestras inexorablemente las trampas del egoísmo y las ideologías. Frente al silencio la mente no nos puede engañar… pero hay que volver ahí, una y otra vez.

Y a veces es necesario denunciar. Como hice hoy. No tanto para cambiar. La denuncia no es un colirio: a los dictadores poco les importan las denuncian. Y el régimen de Maduro no es una excepción como estamos viendo. La denuncia hace bien a quien la hace, porque ayuda a despertar, ayuda a ver. Sobretodo si surge del silencio y si duele.
Porque duelen las dictaduras. Duelen porque muchos sufren sin necesidad. Porque muchos no pueden desarrollarse como seres humanos.
Y el dolor es útil y a veces necesario: justamente para salir de la ceguera. Si no aprendemos del silencio y del discernimiento, los seres humanos aprendemos del dolor y con dolor. Es lo que probablemente le espera a la dictadura de Venezuela.

Desde mi silencio que se hace denuncia no dejo de ver la belleza y la poesía de este mundo. Y desde mi silencio que se hace denuncia comparto el dolor actual del pueblo de Venezuela y el dolor que vendrá para la dictadura. La última esperemos.






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