El texto de hoy nos
presenta uno de los
mayores problemas de las primeras comunidades cristianas: la relación entre los
cristianos que venían del judaísmo y los paganos,
es decir, los que no eran judíos y se convertían a Cristo.
La que hoy nos parece una cuestión de
poca importancia en el tiempo en el cual Mateo escribe era un tema central y
causa de no pocos conflictos: ¿los paganos que se convertían a Cristo tenían
que pasar por el judaísmo?
El relato es un reflejo de esta cuestión
y la búsqueda de una salida.
El texto también toca de reflejo uno de
los grandes temas del cristianismo: la universalidad. Los expertos encuentran
en este texto una de las anclas para afirmar la universalidad del mensaje
evangélico.
Probablemente refleja de igual manera el
camino de compresión que el mismo Jesús tuvo que vivir. Como todo ser humano la
comprensión de su vocación y misión fue creciendo hasta llegar a la conclusión
de todos los sabios: todos somos uno.
Particular y universal son las dos caras de lo mismo.
La Unidad se expresa en lo particular e individual. Lo particular e individual
encuentran su sentido y valor en la Unidad.
Es el camino holístico que la humanidad está dando y que no tiene vuelta atrás
porque es un escalón en la evolución de la conciencia.
La visión holística o integral afirma la
relación dinámica y constitutiva de la parte con el todo: cada
parte aunque tenga valor en sí misma solo tiene sentido en su relación a la
totalidad.
Es sumamente interesante notar como
Jesús y en general todos los maestros y sabios de todas las tradiciones
espirituales llegaron a la misma conclusión a través del camino espiritual y de
la práctica del amor.
Lo sabemos bien – y cada madre lo puede
atestiguar – : el amor autentico es siempre particular y universal. Cada madre
ama a cada hijo como si fuera el único
y al mismo tiempo ama a todos sus
hijos. Por eso tal vez el Amor que es
Dios encuentra en la experiencia humana de la maternidad uno de sus más
hermosos reflejos.
Volviendo a nuestro texto evangélico:
Mateo comprende que Jesús rompe esquemas y barreras. Su mensaje de liberación
es particular y universal: para mí, para vos, para todos. El mismo mensaje es particular y universal:
no se impone. Se vive y – cuando es necesario – se propone.
Solo se nos exige una condición: la fe.
“Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!. Y en ese momento
su hija quedó curada.” (Mt 15, 28).
La fe como confianza. La mujer cananea no “tiene fe”
porque cree en algo que no entiende o no ve. Tiene fe porque confia. Dice que
“si” a la vida. Logra ver en Jesús el Misterio de lo real: la Unidad.
Y cuando uno empieza a ver
lo Uno por encima de las diferencias se va curando y va curando al mundo.
La Unidad sana: siempre.
Porque la Unidad es lo que somos.
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