Me
palpita el Ser
cuando
silencioso me escucho.
Frágil percepción que se esfuma
en
este instante.
Oh
hombre egoísta:
¡No
se puede retener el ser!
Demasiado
libre para tus deseos.
No
se puede aferrar el soplo humilde
y
sereno del ser.
Solo
se puedo serlo, juntos.
De
la mano como dos enamorados.
Y
mirarlo de vez en cuando
para
contemplar la esquiva belleza.
Tercas
ideas se quieren apropiar
de
lo inapropiable.
Y
seguís ciego viendo solo el sol.
¿Qué
es el sol sin luna?
No
hay desierto sin agua,
ni
montaña sin valle.
Y
otra vez: solo la muerte serena y quieta
te
conduce feliz donde sopla el Ser.
En
silencio escucho. Y respiro.
No
hay distancias ni tiempos.
¡Mundo
ruidoso que sin parar te mueves!
¿No
aprendiste todavía que la casa del Ser es el silencio?
Y
el silencio me escucha y me comprende.
En
el silencio estoy en casa, deseado hogar.
Tiendo
la mano en esta casa de paz
intentando
una vez más aferrar el ser.
Y
el soplo inaferrable del ser
me
susurra con un guiño:
¿El
silencio te respira o respiras el silencio?
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