(Mosaico hecho con los niños de la catequesis y la comunidad parroquial)
Quiero
escapar de las luces
y
vivir la Navidad.
Escapar
del ruido
y
sentarme cerca del niño Dios.
Para
vivir la Navidad.
En
la noche silenciosa
todo
acontece
y
sigue aconteciendo.
Viviendo
la Navidad.
Dios
calla sereno
en
los brazos de María,
y
en el silencio de un Dios
todo
está dicho.
¿Cómo vivir la Navidad?
¿Cómo desear una Feliz Navidad a toda la
gente que conozco, tantos amigos y hermanos que la vida me regaló?
¿Cómo llegar a todos?
Las respuestas surgieron después de mi
meditación diaria: con silencio y poesía.
Me gustaría poder abrazar a cada uno,
compartir la mesa con cada uno, brindar con cada uno. Me gustaría poder mirar a
cada uno a los ojos y decirle: “Eres el
amor, todo está bien. Estoy contigo”.
No puedo hacerlo materialmente, lo hago a
través del silencio y esta poesía que les regalo, como presente navideño.
¿Cómo
vivir esta Navidad? Esta única Navidad ya cercana. No
sabremos si viviremos otras.
El peligro de la rutina y la
superficialidad nos persiguen a cada paso. Salir de lo rutinario y lo
superficial es ir contracorriente en una sociedad empastada de pan dulces y
turrones, de alcohol y ruido, de fiestas y turismo.
¿Cómo
vivir esta Navidad para reencontrarnos con nosotros mismos, con Dios y con los
demás?
Sugiero y comparto unas simples pistas.
·
Agarra a un niño Jesús o un pesebrito
pequeño. Siéntate en silencio y contempla. No pienses: solo contempla en
silencio. No digas nada, no pidas nada, no hagas propósitos: solo contempla en
silencio. Media hora mínimo.
·
Invita a cenar el 24 de noche o almorzar el
25 a mediodía una persona que pasará sola: un enfermo, un anciano, un pobre.
Contempla su mirada, escúchalo. Intenta ver en el/ella el Dios que nadie ve.
·
Visita a un enfermo en el hospital.
Llévale flores, una tarjetita, un niño Jesús. No comida. La mayoría de la gente
necesita más flores y sonrisas que comida. Recordamos a Confucio: “¿Me preguntas por qué compro arroz y flores?
Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir.”
·
Tomate un tiempo de meditación caminando
por la naturaleza. Elige lo que más te inspira y te gusta. Camina despacio,
respira, sonríe. Contempla con atención los detalles que te atrapan: Dios te
está hablando en eso. Y todo eso es
Navidad: tu caminar, tu respirar, tu contemplar.
·
Llama a esta persona que no te cae muy
bien, que te hizo algún daño, que te molesta. Deséale una feliz Navidad. Si no
logras llamarla deséale felicidad y paz desde tu corazón. Envíale tu amor
secretamente.
·
Saca de tu ropero lo que no usas, lo
superfluo. Dónalo.
·
Apaga la tele. Desenchufa la tele.
Guárdala en el galpón hasta el 26. A menudo el crecimiento espiritual y la paz
del corazón son inversamente proporcionales al uso de la televisión.
·
Ordena tu casa, tu cuarto. Pinta si
puedes. Renueva, crea armonía. Deja un espacio sagrado con una imagen o un
objeto que te ayuden a centrarte y volver a ti mismo y a Dios.
Podes seguir todas estas pistas o solo
algunas o solo una… escucha tu corazón y sé honesto con tu anhelo interior.
Feliz Navidad así. Agradecido por tu que
me lees y por los que no me leen. Agradecido por el don de la amistad, de la
familia y la ternura.
Ya no escribiré más augurios, ya hablé
demasiado y tengo que volver a sentarme cerca del niño. Estarás presente en mi
corazón y mi respirar en la Nochebuena, la noche donde la ternura se hizo
rostros y sonrisas.
Feliz Navidad, desde el Amor y el
Silencio. Ahí y solo ahí nos encontramos verdaderamente.
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