La vida un día u otro nos presenta o presentará este dilema:
¿disciplina o espontaneidad?
Se presenta también, y con fuertes tintas, en el camino
espiritual. Eso por qué, lo recordamos, no hay dos vidas o dos caminos: vida
“normal” y vida espiritual. Lo espiritual no es un añadido a la vida. La vida
de por sí es espiritual y lo espiritual es vida. Nos orienta como una luz el
conocido aforismo de Teilhard de Chardin: “no
somos seres humanos en un viaje espiritual, sino seres espirituales en un viaje
humano”.
Dicho esto, establecida la profunda unidad entre vida y
espiritualidad, volvemos a la cuestión: ¿disciplina o espontaneidad?
La vida es una continua tensión entre estos dos aspectos. A veces
logramos vivirla con profunda belleza y armonía, otra veces con búsquedas y
tropiezos.
Disciplina y espontaneidad nos acompañan en muchas dimensiones de
nuestras vidas: trabajo, familia, fe/religión, amistades y diversión.
Según nuestro carácter, educación y talentos tendemos más a una
que a otra. También varia según las etapas de la vida o momentos particulares.
Cuando hablo de disciplina me refiero a observancia de reglas,
normas, horarios, conductas. A cierta perseverancia y estabilidad en el tiempo.
Cuando me refiero a la espontaneidad entiendo lo que surge desde
más allá del pensamiento: la intuición, la creatividad. Lo que trasciende
muchas veces el armazón de una estructura.
Todo esto, según mi sentir, encuentra una admirable luz de
comprensión a partir de dos realidades: el arte y la meditación.
Cuando abordamos el arte con superficialidad y distracción (que en
el fondo es lo mismo) creemos que todo es genialidad, espontaneidad, creación.
Pensamos que los grandes genios y artistas de la humanidad vivieron solo y
simplemente de eso.
En realidad eso no es cierto ni es posible. Siempre la creación
tiene un marco a través del cual expresarse. Es decir: necesita disciplina. La
genialidad de Mozart o de cualquier músico tiene su marco: las siete notas
musicales y el silencio entre las notas. Un marco muy pobre de por sí: solo 7
notas y silencio entre ellas. La genialidad compositora de Mozart tuvo que
expresarse y servirse de esta disciplina. Y también, viene al caso subrayarlo,
de estudio y ejercicio. Por cuanto genio musical se pueda ser si no sé escribir
las notas en un pentagrama, si no se leerla, si no me ejercito, será imposible
que la genialidad se exprese.
Dígase lo mismo por la pintura. ¿Cuál es el marco – la disciplina
– del pintor? Fundamentalmente los colores. No se puede pintar a partir de
colores que no existen. Y también en este caso, como con la música, el
ejercicio, la paciencia, el ensayo.
Por último la poesía. ¿Cuál es el marco de los poetas? Sin duda
las letras y el lenguaje. Por creatividad poética que uno tenga, si no se
conocen las letras y las reglas del lenguaje será difícil escribir poesía. ¡Y
cuantas horas entregadas a buscar la palabra correcta!
El arte tiene, y la necesita, su disciplina.
Así la meditación: hermosísima paradoja. La meditación va al
corazón del silencio, al vacío, al Espíritu: pura posibilidad, pura
creatividad, pura espontaneidad. Y al mismo tiempo exige la más estricta disciplina:
postura corporal, quietud, paciencia, perseverancia.
No hay una sin la otra. No hay espontaneidad sin disciplina ni
disciplina sin espontaneidad. La meditación es la práctica de esta paradoja,
que en el fondo es la paradoja de la vida.
La práctica meditativa nos enseña que la máxima apertura y
creatividad se dan en el marco de una estricta disciplina.
Desde siempre la humanidad y la iglesia viven esta tensión: los
genios, artistas y maestros espirituales son los que más lograron armonizar
esta tensión.
La vida auténtica y la belleza surgen desde esta delicada y frágil
tensión: cuerda fina y agarrada finamente entre Dios y hombre.
En un pasado bastante reciente nos habíamos quedado con mucha
disciplina y casi nada de espontaneidad, con el marco y poca pintura: muchas
reglas, mucho cumplir, mucha moral exterior.
Viendo la infecundidad de todo eso hoy hemos pasado a lo opuesto:
todo es espontaneidad y nada de disciplina. Pintura sin marco, melodías sin
notas ni silencio.
Infecundo también.
La autentica espiritualidad armoniza continuamente disciplina y
espontaneidad. No hay una sin la otra: ¿cómo las vives en tu vida?
El arte y la meditación nos pueden ayudar a recuperar e integrar
creativa y armoniosamente esta doble dimensión.
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