domingo, 13 de noviembre de 2016

Lucas 21, 5-19




El evangelio de hoy se expresa en el genero literario apocalíptico. Una forma de escribir y expresarse para transmitir un mensaje: hay que buscar el mensaje y no quedarse en la expresión. Esto sería fundamentalismo: muy peligroso. Todavía hoy en día hay cristianos que toman al pie de la letra estos textos y predicen el fin del mundo.
En realidad siempre hubo guerras y catástrofes. Además Lucas escribe después de la caída de Jerusalén y del templo: expresa como profecía en boca de Jesús lo que ya ocurrió y lo que está viendo.
Quisiera subrayar y compartir con ustedes tres aspectos:

·      Impermanencia. Es un concepto clave en el budismo. Los cristianos lo podemos expresar de esta manera: “todo pasa”. Los evangelios y la tradición cristiana expresan a menudo esta realidad. Realidad que a partir del bienestar y del capitalismo occidental hemos olvidado. “La apariencia de este mundo es pasajera” nos recuerda San Pablo (1 Cor 7, 31). La literatura apocalíptica – catástrofes, muertes, guerras – nos recuerda eso. Hay que buscar lo esencial para perder el miedo a la muerte que todo parece agarrar y al tiempo que todo consume.

·      Templo. Jesús toma distancia de la institución del Templo, sin rechazarla. Para el maestro de Nazaret el encuentro con Dios pasa antes que nada por las relaciones, por el vinculo de amor con todo lo que existe. Jesús reza en soledad en las cálidas noches de Palestina. Se encuentra con Dios en su relación con los pobres y los que sufren, en la naturaleza y en el compartir con los discípulos. Los cristianos hemos centralizado el culto en los templos, perdiendo de vista lo esencial. Construimos templos y olvidamos construir relaciones sanas y profundas.

·      Confianza. “ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza” (Lc 21, 18).  Ya antes Lucas lo había revelado: “Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros” (Lc 12, 7). Nuestra esencia está siempre a salvo. Nuestra esencia es la esencia de Dios: amor y vida en plenitud. Podemos perder lo que tenemos, nunca lo que somos. Descubrir eso nos permite vivir y trabajar construyendo desde el amor con una confianza inquebrantable.



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