Empezamos hoy
el Adviento y con eso empezamos también el año litúrgico. “Adviento”:
celebramos el Viniente; ¡Dios siempre está viniendo! Año litúrgico: entrar otra
vez y con más profundidad en el Misterio de Cristo. Misterio de Cristo que es
nuestro Misterio y el Misterio del Universo. Hay un único Gran Misterio: Vida y
Amor desbordantes manifestándose aquí y ahora. Misterio justamente por eso:
demasiada luz para nuestra capacidad de ver.
El texto
evangélico de este domingo no es de fácil interpretación. Quisiera compartir
dos breves pautas de reflexión. Empiezo por la más sencilla.
“Ustedes también estén preparados,
porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada” (Mt 24, 44). Así
se concluye el texto. Es la invitación clásica y repetida del tiempo de
Adviento: ¡estén preparados! ¡Vigilen!
A menudo se interpretó en sentido negativo y amenazador, sin duda a partir
de una visión de Dios como Alguien separado pronto para juzgarnos.
Una visión mística de la realidad supone otra y más fecunda comprensión de
la vigilancia y del “estar preparados”. “Vigilancia” y “estar preparados” los
podemos sintetizar en otra hermosa palabra: atención.
Estar atentos no supone miedo ni amenazas. Supone y genera conciencia. Estar
atentos es la clave de la vida espiritual, porque nos pone en el Centro: aquí y
ahora. La atención nos despierta a la Presencia de Dios. Dios está aconteciendo
aquí y ahora: justo el mensaje del Adviento. ¡Maravilloso!
Enigmática es la otra expresión: “De
dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos
mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada” (Mt 24,
40-41).
¿Qué quiere decir? ¿Cómo interpretarlo?
Hay que salir de las interpretaciones superficiales y moralistas que no nos
conducen muy lejos y a menudo solo llevan a la frustración.
Interpretaciones que afirmarían que en el día de la venida del Señor – día
del juicio – los “malos” serán dejados y los “buenos” llevados al cielo.
¿Qué es esto de “dejar” o “llevar” a dos personas que están en la misma
situación?
Estos versículos apuntan a algo mucho más profundo y humanizante que
podemos empezar a comprender solo saliendo del pensamiento. Nuestra mente es
profundamente dual e interpreta todo en clave de opuestos. Para centrarnos en
nuestros oscuros versículos: bien y mal, antes y después, dejar y llevar. La
mente, para conocer, fragmenta.
La autentica experiencia espiritual es unificadora y nos hace trascender
las categorías mentales. El camino espiritual reconduce a la unidad lo que la
mente fragmentó.
La realidad es Una y simple y maravillosamente se expresa. Es esta
expresión que la mente capta de manera dual. Callada la mente y el pensamiento,
desde el silencio radical, lo Uno nos aferra y enamora. Desde lo Uno nos vamos
dando cuenta que no importa tanto la situación y las coordenadas concretas. Hay
algo más. Hay algo más allá del bien y del mal y más allá de toda dualidad.
Continuamente lo estamos experimentando pero sin ser conscientes: bien y
mal conviven en nosotros. Todo convive en perfecta y profunda unidad.
El tiempo es pleno. Dios es ahora. Desde esta plenitud que somos a veces
experimentamos que nos dejan y otras que nos llevan. Otras veces experimentamos
el bien y otras el mal. Experimentamos también el tiempo: antes y después.
La clave está en comprender que no somos “objetos” de una experiencia ni
“sujetos” individuales sino que, desde lo Uno que somos, experimentamos la plenitud
de la vida en cada momento presente.
Somos Vida que se manifiesta en infinitas formas.
Aplicado a nuestro texto: siendo Uno con el Señor que ahora y aquí está
aconteciendo experimentamos la vida en toda su amplitud.
En el fondo es cuestión de actitud y de atención: ¿desde donde vivo y
contemplo la vida?
Si vivo simplemente desde los acontecimientos experimentaré una constante
fragmentación, típica de la mente y me perderé en los acontecimientos mismos.
Si vivo desde lo Uno experimentaré los acontecimientos transitorios y a veces
contradictorios de la vida como manifestación de lo mismo: me encontraré a mi
mismo, a Dios y a los demás.
En realidad “dejar y llevar” son las dos caras de lo mismo. La mente no lo
comprende, el corazón si. La vida se vive y solo desde la unidad con ella se
comprende.
Dejémonos aferrar por el Misterio de la Vida, por el Dios que acontece en
este instante.
Dejémonos enamorar por el silencio que solo transforma y nos conduce
paulatinamente en el Centro.
Un Centro que es Quietud y Paz y que se manifiesta en tu vida así como es:
aquí y ahora. Reconocerlo es el comienzo de la transformación en lo que ya
eres.
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