jueves, 1 de diciembre de 2016

Fidel y el Chapecoense




En estos últimos días hemos vividos acontecimientos de muertes que tomaron y toman mucho espacio en la prensa y en los comentarios entre vecinos.

Es paradójico que por un lado la sociedad huye de la muerte y generalmente viva la muerte como una tragedia y por el otro se le da tanta repercusión.

Murió Fidel Castro: un hombre de 90 años. Normal.
Murieron varios jugadores del equipo de futbol del Chapecoense en un accidente aéreo: también bastante normal. Aunque cueste reconocerlo. Entre los miles de vuelos diarios alrededor del mundo un accidente cada tanto entra en la normalidad: la normalidad de la imperfección y los limites de nuestra condición humana. Entre paréntesis las estadísticas sugieren que el avión es el medio de transporte más seguro.

Todo esto obviamente no quita el inmenso dolor y el deber de la responsabilidad para que se puedan evitar los accidentes y el índice de riesgo baje siempre más.
Duele la muerte y duele por los que quedan: parientes, amigos, hinchas en este caso. Los que mueren en realidad vuelven a Casa, a disfrutar de la plenitud de la Vida y del Amor. Despiertan a la Vida.

Entre Fidel y las víctimas del accidente aéreo participo más hondamente del dolor de los parientes y amigos de estas últimas. Gente joven, con proyectos y vida por construir. Familias destrozadas y gente que quedó sola. Hay que recomenzar.
Fidel terminó el normal peregrinar humano: no hay mucho que agregar.

Lo que no comparto en los dos casos es idolatrar. Se idolatra y crean héroes, donde simple y maravillosamente hay seres humanos. Con sus dones, sus aciertos, sus errores, sus limites.
Nos encantan a los seres humanos inventarnos héroes. Nos encanta idolatrar gente. El fútbol justamente es una evidente y terrible muestra.

El pueblo de Dios en el desierto cuando no esperaba más el regreso de Moisés se inventó un ídolo: el becerro de oro.
Estamos en otros tiempos y otros desiertos y seguimos construyendo ídolos y separando gente.

Fidel – lo constatamos claramente ahora – dividió el mundo en dos: o se ama o se odia. O se idolatra o se rechaza en bloque.
Fanatismo de los dos lados y actitud sumamente inmadura. Y el fanatismo, que casi siempre deriva de una ideología, no nos hace ver bien. No creo en ideologías. Las ideologías han creado más sufrimientos que consuelos, más muertes que paz, más división que unidad. Por la ideas la humanidad ha matado, torturado, exiliado.

Creo en el ser humano y en la realidad así como es y creo en el amor que solo puede transformar.
Hicieron héroes a simples seres humanos y jugadores de fútbol porque murieron en un accidente aéreo: una falta de respeto.

¿Por qué entonces no idolatrar y hacer héroes a todas las víctimas de los accidentes de transito?
¿Y las víctimas de la interminable guerra de Siria?
No seamos hipócritas.
¿Acaso no vale igual la vida y la muerte del refugiado que se ahoga en el mar intentando escapar de la locura humana?

Lindo el gesto del Atlético Nacional que propuso nombrar al Chapecoense campeón de la suramericana. Comprensible pero dictado únicamente por la emotividad: las copas se ganan en las canchas y punto. No es digno ganarla porque se murió. Falta de respeto a la vida y a la muerte.

Nos creamos ídolos y necesitamos héroes porque desconocemos nuestra esencia. Desconocemos la plenitud que somos y ya que la anhelamos con todo nuestro ser, la idealizamos afuera de nosotros.

¿Por qué no nos alcanza simplemente ser?

Simplemente ser, extraordinariamente ser. En la extraordinaria normalidad: se nace, se vive, se ama, se sufre, se muere. Esta es Vida pura. No precisamos idolatrar ni precisamos héroes.
Ser simples seres humanos: este es el camino. Tan normal y tan sencillo que no lo vemos. Y construimos ideologías y nos inventamos héroes para tapar nuestros miedos y escaparle a la muerte.  

No quiero ser héroe, no es digno de la vocación humana.
Dejadme simplemente ser. Porque solo el ser abre a la esencialidad y la plenitud.

Tenemos que volver a amigarnos con la muerte, muerte que siempre anda a la vuelta de la esquina: que te llames Fidel y seas viejo o que juegues al fútbol y seas joven.
Solo una sana amistad con la muerte nos devolverá la sabiduría del vivir y la plena dignidad humana.


El Amor no necesita ídolos ni héroes. Necesita, simplemente, ser.

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