La
iglesia celebra hoy el bautismo de Jesús. Sin duda este acontecimiento que nos
narra hoy Mateo tiene raíz histórica. En los primeros tiempos se vivía cierta
rivalidad entre los discípulos del Bautista y los de Jesús. Si no fuera un
hecho histórico posiblemente Mateo no lo hubiera relatado, más aún cuando el Maestro
de Nazaret parece ser inferior a Juan: en la mentalidad mítica o racional el
que bautiza es siempre superior al que es bautizado. Además parece que Jesús
tiene necesidad del perdón que el bautismo otorgaba.
La
actitud del Maestro justamente nos abre la puerta a una nueva y más honda
comprensión de la realidad.
Con su
bautismo Jesús nos muestra que nuestra tendencia a la comparación – más o menos, mejor o peor, superior e
inferior – nace de una percepción parcial y/o errada de la realidad.
Es la
percepción de la separación que lleva derecho a la comparación. Si me percibo
separado, fragmentado de los otros y de todo lo que existe empezaré a
compararme y comparar y caeré en sus amargas y tristes consecuencias: celos,
envidias, enojos, frustración.
Si en
cambio percibo la profunda unidad de todo lo existente, es decir, si percibo
que no existe separación alguna – algunos lo definen “el manto sin costura del Universo” – las comparaciones se caen por
si solas y dejan espacio a la admiración y la contemplación.
A la duda de Juan sobre la conveniencia de bautizarlo,
Jesús le contesta: “Ahora déjame hacer
esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo”.
¿Qué quiere decir esta enigmática afirmación?
“Cumplir lo que es
justo” en el fondo es aceptar y hacerse uno con la realidad, con lo que es en este momento.
Jesús percibe “el manto sin costura del Universo”,
percibe que el fondo de la realidad es UNO y percibe que este Fondo que todo
sostiene y alimenta es Dios, su Padre justamente. Una unidad secreta e
invisible engendra, sostiene y se expresa en todo lo existente.
Pero no termina acá la belleza y profundidad de este
texto y de la fiesta que celebramos.
Si la realidad es Una, lo que Jesús es, todos lo somos. Ahí
encuentra su perfecta explicación la voz del cielo que cierra el evangelio: “Este es mi hijo, el amado, mi predilecto”.
Esta es la voz que resuena en tu corazón y en el corazón
de cada cosa.
Para los cristianos Jesús expresa plenamente lo que todos
somos y lo que la realidad UNA es.
Los místicos siempre lo vieron.
Maestro Eckhart lo dijo así en el 1200:
"Si estuviera tan disponible y encontrara Dios tanto
espacio en mí como en nuestro Señor Jesucristo, también a mí me inundaría con
su plenitud. Porque el Espíritu Santo no puede contenerse de fluir y darse en
todo espacio que se le abre y en la medida en que encuentra ese espacio"
Javier
Melloni lo dice así hoy:
“Jesús es
plenamente Dios y hombre, y eso es lo que somos todos. El pecado del
cristianismo es el miedo; no nos atrevemos a reconocernos en lo que Jesús nos
dijo que éramos”
Dejemos entonces de confiar en la mente. La mente solo separa.
Confiemos más en la intuición que surge del silencio, de lo profundo. Desde ahí
podremos utilizar la mente a servicio del amor y de la unidad ya presente. Callate
y confía.
Escucha la voz del cielo que es la voz de tu corazón en paz.
Como nos dice Rumi:
“Cierra los ojos. Enamórate.
Quédate ahí”
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